La advertencia de Maldoror al inicio de sus cantos

Canto primero - Los cantos de Maldoror
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Es contundente la advertencia de Maldoror al inicio de sus cantos en el libro «Los Cantos de Maldoror«, firmado por el Conde de Lautréamont (oficialmente Isidore Lucien Ducasse). Advierte a las almas tímidas la segura contusión que recibirán si osan no retroceder sus pasos frente a las venenosas páginas, frente a ese “disolvente plasma germinativo” que es el verbo lautreamontiano, como lo afirmó el padre del surrealismo André Breton. Los Cantos de Maldoror, inicialmente censurado por la moral de su tiempo, es uno de los libros de poesía más destacados de la modernidad.

Pocos libros en la historia de la literatura empiezan así, advirtiendo y dando la opción al autor de no seguir leyendo. Pocos libros como Los Cantos de Maldoror tan influyentes en la literatura maldita y el surrealismo, pocos libros como esta obra que excluyan de manera tan tajante a lectores asustadizos y que hagan parte de los libros de culto más polémicos.

La advertencia de Maldoror, el humanista

Un tono de permanente rebeldía caracteriza la voz del “vampiro”, enemigo declarado del hombre, “esa bestia salvaje”, y de su Creador, a quien toma por ebrio e injusto (para Maldoror Dios es un artista ebrio). Al advertir que había nacido malo, Maldoror está en abierto enfrentamiento, por lo tanto, con el Todopoderoso, quien “hace sufrir por puro placer” (p.146). Maldoror, por su parte también se permite ese ejercicio, esa «reproducción», la del sufrimiento, en sus congéneres. Los episodios que lo refieren abundan en los cantos.

Sin embargo, Maldoror es un gran humanista; su poesía letal da cuenta de una observación meticulosa de la naturaleza y la moral humana, principalmente en torno de la normal inclinación a la maldad, a la degeneración y a la injusticia que el ser humano practica… se trata de inclinaciones oscuras que Maldoror achaca al Creador, quien habría permitido infinidad de tragedias.

Dice Maldoror que “la bondad es sólo un ensamblaje de sílabas” (p.166). La bondad, ese imposible de la humanidad, ese sueño escapadizo: esto es lo que mantiene cabreado a Maldoror.

Cuando ha reflexionado acerca del propósito de su quehacer y existencia, sentencia ser incapaz de reír (entonces corta los pliegues de su boca, al estilo guasón) y afirma no haber en el mundo un ser totalmente bueno. Por el otro faz, también se alcanza a intuir que esa maldad de Maldoror no llega a ser absoluta ¿Qué decir cuando salva a aquel ahogado? Se habrá de revisar ese Canto.

¿Qué querrá decir en el fondo Madoror con tanta exclamación del mal?

Si bien es cierto que en los Cantos abundan las expresiones de maldad (concepto que se va haciendo cada vez más ambiguo en la medida de su recurrencia), también es claro que en muchos de los casos sólo él es quien ve y experimenta el mal, es el testigo del mal de los hombres. Por ejemplo con el personaje aquel que había huido de los continentes y de la gente que lo había rechazado y que en el agua se había convertido en objeto de admiración de los peces ¡Qué decir del pasaje en que aquel hombre colgado del cabello y que recibía un suplicio en manos de su esposa y madre!

Para Maldoror todo el paisaje humano es falaz si se tilda de bueno. Esta es su duda principal, poner en tela de juicio la bondad humana como una virtud dada o permanente. Se concluye que la «bondad», si es que existe, es un artificio moral que el ser humano debe construir.

Para Salvador Dalí y los surrealistas el Conde de Lautréamont representó una fuente de inspiración. En 1934 Dalí realiza 11 láminas inspiradas en los Cantos de Maldoror y después de él otros artistas buscarían representar “las ciénagas desoladas de estas páginas sombrías y rebosantes de veneno…» a través de la cuales «las emanaciones mortíferas de este libro impregnarán su alma, igual que el agua impregna el azucar«… ciertamente el mal de Maldoror es surreal, en el sentido onírico e inconsciente, es decir, es un mal sin restricciones, sin veladuras, sin conciencia de bien.

Los siguientes aspectos también me parecen de suma relevancia en el examen de esta obra:

  • Las palabras dirigidas al Océano, “Oh viejo océano… sus abismos, tan insondables como los del corazón«, dice. La profundidad y la inmensidad, que tanto impresionarían a un Juan Ramón Jiménez o a un Neruda, ya había asombrado a Ducasse. EL Océano, dicen, podría ser la morada del príncipe de las tinieblas.
  • El uso de los animales en el sentido literario y simbólico. La recurrencia zoológica es impresionante, las imágenes abundantes y constantes. En cuanto a la composición es evidente este recurso: los animales aparecen por todos lados y encarnan cualidades humanas. Hay que ahondar en esta observación.

Es irreductible esta obra a la interpretación pero si es describible, y expresable a través de la propia lectura. ¿Qué tal cuando alaba las matemáticas, donde halla “consuelo de la maldad del hombre y de la injusticia del todo”? Falta mucho por descubrir en la obra de Ducasse, incluso en el último canto, más novelado, pero reafirmativo del carácter de Maldoror.

Los cantos de Maldoror, libro
Cubierta de Les Chants de Maldoror

Para esta breve reseña he leído esta edición: Lautréamont , conde de (1988) Los Cantos de Maldoror, Les Chants de Maldoror, Madrid, España : Ediciones Cátedra : Grupo Anaya S.A. (impresión de 2004).  (Primera publicación en 1869 – Bélgica)

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Autor: Julián Bueno

Escribir reseñas y análisis de libros es una manera de volver a ellos a través de nuestros apuntes. En Lectura-abierta.com todo el mundo está invitado a publicar sus experiencias de lectura. Soy antropólogo y consultor digital, me interesan los contenidos en internet, la literatura, la filosofía y el arte.

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