Análisis de La Metamorfosis. Franz Kafka

Análisis de La metamorfosis
4.9
(27)

La metamorfosis, publicada en 1915, es una de las novelas más analizadas de la literatura moderna, es tal vez la obra más conocida de Franz Kafka, y es un relato que permite diversos puntos de vista, interpretaciones psicoanalíticas, marxistas, biográficas, fenomenológicas, sociales, etc. (Cabe preguntarse si en realidad es una novela corta o un cuento; Deleuze y Guattari clasificaron la obra como cuento). Mucho se ha dicho sobre Gregorio Samsa y a muchos, generación tras generación, su fortuita metamorfosis ha sorprendido. El relato no es fantástico, pese a lo obvio. Está más cerca del dadaísmo, el surrealismo y el existencialismo. Es un relato que se ha convertido en un mito contemporáneo. Al mismo tiempo, se sitúa en el origen de la literatura simbolista del siglo XX y explica, como los mitos, qué pasa con aquellos que se convierten en “insectos”, en “bichos raros”. Muchos lectores a lo largo de estas décadas se han identificado con Gregorio Samsa y para muchos escritores, sino para todos, La metamorfosis es una de esas obras de referencia que marcan el rumbo de la literatura desde el siglo XX. La obra de Kafka tiene diversos niveles, permite diferentes lecturas, y gracias a esto, para numerosos escritores y filósofos sus cartas, cuentos y novelas son de cabecera.

Para este análisis literario he leído la edición:
– Kafka, Franz. La Metamorfosis. Alianza Editorial. 2006
– 100 páginas

La metamorfosis que Franz Kafka ha creado tiene dos grandes dimensiones (por lo menos) que son imprescindibles en todo análisis: por un lado, el cuerpo humano de Gregorio se ha convertido en animal, en insecto, durante la noche, durante el sueño inconsciente; en la transformación no hay ritual ni contaminación aparente, no hay nada, Gregorio no “vive conscientemente” el momento de la metamorfosis porque estaba dormido, se trata de un cambio que no ha sentido, o sufrido, como si ocurre en otros mitos o leyendas como en el caso del hombre lobo o los vampiros. Tampoco es una transformación chamánica, ni la respuesta a un animal totémico. No obstante, esta transformación si es una “desterritorialización absoluta del hombre”, al decir de Deleuze y Guattari. Por otro lado, aunque Gregorio Samsa observa al otro día que su cuerpo ha cambiado radicalmente, internamente esto no le asalta y, por el contrario, se preocupa más por su trabajo y por llegar a tiempo. Algunos dirán que Gregorio cambia de apariencia, pero no de naturaleza. Desde siempre fue un bicho. No obstante, es ese cambio lo que finalmente lo conduce al abandono y a la muerte.

Mi representación de Gregorio Samsa

El poder simbólico de este relato expresa múltiples realidades y situaciones. Es como una carta del tarot, abre una ventana psicológica a quien la ve. Los mensajes de La metamorfosis sorprende al inconsciente del lector. A menudo se dice que al leer los relatos de Kafka da la sensación de que se está adentro de una pesadilla ¿por qué? ¿por el horror? … tal vez es la incongruencia de ciertas situaciones lo que nos hace ver estos relatos como “oníricos”. Una de las características del sueño, según Freud, es la incongruencia entre el contenido del sueño con los sentimientos ligados a ellos. Así, en La metamorfosis, pese al cambio abrupto en coleóptero, Gregorio no se siente mal por esto, sino por el horario del tren y sus deberes laborales. En una situación “normal”, los sentimientos de sorpresa y preocupación estarían más atados a semejante metamorfosis que a los deberes laborales. En la opinión de Borges, “La más indiscutible virtud de Kafka es la invención de situaciones intolerables”, y en ese sentido conecta con la intolerabilidad de las pesadillas. En el caso de La metamorfosis, lo intolerable para Gregorio no es ser un insecto, sino ser rechazado por su familia, ser apartado. Desde el punto de vista del lector, frecuentemente asumirá como intolerable que el protagonista se haya transformado en insecto.

“La más indiscutible virtud de Kafka es la invención de situaciones intolerables”

Jorge Luis Borges

Entonces, pese a que Gregorio está convertido en un bicho monstruoso, se queja de algo mucho más cotidiano y no de su transformación corporal: “¡Ay, Dios! –díjose entonces–. ¡Qué cansada es la profesión que he elegido!” (2006: 11). Le duelen más los madrugones de su trabajo como comerciante de paños que los posibles problemas que le traerá su cuerpo de animal. Su obligación laboral, a la cual nunca ha faltado, es superior a cualquier preocupación sobre su cuerpo. Se ha dicho en numerosos análisis que esta perspectiva expresa la alienación laboral, su situación como empleado, como trabajador explotado. No poder dormir lo suficiente, no poder ni siquiera enfermarse, trabajar unos 5 o 6 años más hasta pagar la deuda que su familia tiene y así poder expresar al director lo que en verdad piensa, parece que desposee, transforma y deshumaniza más, que la propia metamorfosis. Para Hanna Arendt, lectora y analista de la obra de Kafka, el Animal laborans de la Europa industrializada mantiene al sujeto alejado de la vida.

Claramente, toda la situación es un absurdo. El problema más acusado después de la metamorfosis es que pierde el tren para ir a su trabajo; antes, como comerciante de paños, ya se sentía un tipo de “bicho raro”, y después, transformado en una cucaracha gigante, es otro bicho raro, así que, al fin y al cabo, no es tan grave. Más tarde, el Principal de su empresa viene a su casa para averiguar por qué Gregorio no ha ido al trabajo. “Bueno, me visto al momento, recojo el muestrario y salgo de viaje” (2006: 33) se dice Gregorio. Pero se ha dejado ver en su nueva forma y espanta al Principal, a su madre y a su padre.

Gregorio era un misfit, que tenía que cumplir horarios, viajar y trabajar. Con la metamorfosis se convierte en “the greatest misfit”. En realidad, nunca encajó en su empleo, ni en ese mundo. La dedicación al trabajo, con sus viajes, con “la mala comida, irregular; relaciones que cambian de continuo, que no duran nunca, que no llegan nunca a ser verdaderamente cordiales, y en que el corazón nunca puede tener parte ¡Al diablo con todo!” (2006:11). Todo esto ya le había restado humanidad a Gregorio. Ha sacrificado lo social y quién sabe qué más, por pagar la deuda de su familia… “Si no fuese por mis padres, ya hace tiempo que me hubiese despedido. Me hubiera presentado ante el jefe y, con toda mi alma, le habría manifestado mi modo de pensar” (2006 :12).

Él cree ser el mismo, pero el mundo, su familia, lo niega. Convertido en un insecto gigante, ya no puede generarle valor a su familia. Ya no pertenece a su mundo, su nueva apariencia delata su verdadero ser. Tal vez no había pertenecido nunca y ahora, que no puede ser el proveedor económico, simplemente es evidente. Esta es la situación intolerable, tanto para él como para su familia. Su cuerpo se ha deformado tanto que se ha convertido en otro. Pero, en realidad NO es un cuerpo deformado, es una nueva forma absoluta. En parte, se podría decir que el relato es una metáfora de la alteridad discriminada. Gregorio Samsa se ha convertido en un extranjero, en un alien, en un extraño, en un discapacitado, en un inmigrante, en un sin papeles, en un no-humano. Si no trabaja, no sirve. Tampoco se lo han permitido. Y su forma es suficiente razón para descartar toda posibilidad de volver a «pertenecer». Es tan “otro” que no hay intentos para ayudarlo a volver a su forma anterior. Es irreconocible.

La metamorfosis no solo es de Gregorio, en cierto sentido. También es un cambio de toda la familia: ahora han tenido que trabajar, por ejemplo, su padre, antes era lento, encorvado, desmelenado, y ahora, como trabajador, lucía más lozano, recto y peinado. Con este relato, Kafka ofrece una lectura ciertamente crítica y política. La familia deja morir al extraño, al otro, al paria, al judío, al trabajador que ya no puede trabajar. Y Gregorio mismo, que no quiere su trabajo, pero lo hace para saldar la deuda de sus seres queridos, es la figura del sacrificio. Antes del final del relato, moribundo y famélico, se dice que “Pensaba con cariño y emoción en los suyos. Hallábase, a ser posible, aún más firmemente convencido que su hermana de que tenía que desaparecer” (2006: 105). El ayuno también es un tema presente en la obra de Kafka. En el caso de La metamorfosis, Gregorio casi no come, lo cual lo lleva a la muerte. Este “ayuno” es una rendición, el personaje se rinde y es aniquilado por el sistema, representado por la empresa y la familia.

“Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros”.

Franz Kafka

La metamorfosis, un comentario desde Deleuze y Guattari

Deleuze y Guattari subrayan en su texto “Kafka. Por una literatura menor” una serie de ideas interesantes que ayudan a comprender el legado de Kafka. Una de esas ideas es que, en el contexto de una “literatura menor” el escritor deviene un escritor político: “Un escritor no es un hombre escritor, sino un hombre político, y es un hombre máquina, y es un hombre experimental” (Ediciones Era, 1990: 17). Máquina porque produce, experimental porque se convierte en otros personajes, que pueden ser lo que sea, un ave o un insecto que traspasan fronteras. Para profundizar sobre este carácter político hay que preguntar ¿Cómo era el mundo en la época de Franz Kafka? Discurría la Primera Guerra Mundial; ayer como hoy, muchos sentían que la sociedad los negaba. Muchos campesinos, muchos judíos, se habían desplazado del campo a la ciudad, especialmente la generación de los padres y abuelos de F. Kafka. Guerra, fascismo, discriminación, éxodo, industrialización y urbanización. En los cuentos de Kafka, el hecho de que el hombre se convierta en animal significa rebasar los límites; de cierta forma es una fuga política: “A lo inhumano de las potencias diabólicas responde lo subhumano de devenir animal: devenir coleóptero, devenir perro, devenir mono […] Devenir animal consiste precisamente en hacer el movimiento, trazar la línea de fuga en toda su positividad, traspasar el umbral, alcanzar un continuo de intensidades que no valen ya sino por sí mismas, encontrar un mundo de intensidades puras en donde se deshacen todas las formas, y todas las significaciones, significados y significantes, para que pueda aparecer una materia no formada, flujos desterritorializados, signos asignificantes.” (1990 :24).

Entonces, el bicho en que se ha convertido Gregorio Samsa ha roto con la sociedad, ha transgredido el límite, ha cruzado el umbral. Su metamorfosis es una transgresión y una solución: “En el devenir insecto, hay un graznido doloroso que arrastra la voz y deforma la resonancia de las palabras. Gregorio se vuelve cucaracha, no solo para huir de su padre, sino más bien para encontrar una salida ahí donde su padre no supo encontrarla; para huir del Principal del negocio y de los burócratas; para alcanzar esta región donde la voz lo único que hace es zumbar. “Has oído cómo habla ahora Gregorio? Es una voz de animal -dijo el Principal”. (1990: 25). No obstante, esta transgresión, este “librar” el umbral, también es un callejón sin salida. Una vez animal, el hombre no puede volver atrás.

Pero, volviendo al título del libro de Deleuze y Guattari ¿a qué se refieren con una literatura menor? No se refieren a la literatura de una lengua periférica o una lengua menor, sino a la literatura que una minoría hace dentro de una lengua mayor. En el caso de Kafka, checo y Judío, miembro de una minoría en el marco tensionado por dos potencias (el imperio austrohúngaro y el imperio alemán; ambos aparatos caerían muy pronto) esa lengua mayor es el alemán. La literatura menor de Kafka tiene 3 características centrales según los mencionados filósofos: 1) la desterritorialización de la lengua; 2) en las literaturas menores todo es político, esto es, “la articulación de lo individual en lo inmediato político”, es decir, que los problemas individuales se conectan inevitablemente con una esfera política; y 3) derivado de lo anterior, todo es colectivo, todo lo dicho y sentido por el individuo adquiere el valor de enunciación colectiva. A una literatura menor, por lo tanto, cabe llamarla también una literatura revolucionaria.

Otra idea para destacar es que en La metamorfosis el animal no es “como” el hombre, o el hombre no es “como” el animal. No hay símil ni metáfora: “Ya no hay ni hombre, ni animal, ya que cada uno desterritorializa al otro, en una conjunción de flujos, en un continuo de intensidades reversibles” (1990: 37). Deleuze y Guattari apoyan la idea de que Kafka destruye todas las metáforas, en sus relatos los perros no son metáfora de los judíos ni los insectos gigantes de los parásitos de la sociedad. Para estos filósofos esa interpretación es simplista y poco profunda. Mucho más se puede leer en “Kafka, por una literatura menor”, texto un tanto complejo que nos entrega el análisis detallado de Deleuze y Guattari sobre la obra de Franz Kafka.

Bibliografía recomendada

  • Charles Neider. The frozen sea. A Study of Franz Kafka. 1962
  • Hannah Arendt. Kafka, una revaluación. Incluido en “Ensayos para la compresión”.
  • Gilles Deleuze y Félix Guattari. Kafka, por una literatura menor.
  • Benjamin, Walter. Franz Kafka. En el décimo aniversario de su muerte. En: Sobre el programa de la filosofía futura y otros ensayos

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Autor: Julián Bueno

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Un comentario en “Análisis de La Metamorfosis. Franz Kafka”

  1. Para comprender y sentir (dolorosamente) «La metamorfosis» alcanza ser o haber sido, un empleado dentro de una empresa en la que no se pasa de ser un tornillo minúsculo, un papel o un pedazo de lápiz, experiencias vitales que los muy serios y estirados comentaristas, entre los que incluyo al señor Bueno, evidentemente desconocen por completo.
    Esa conversión, tal vez metamorfosis, del hombre que debe pasar muchas horas encerrado, trabajando en algo que le es ajeno e irrelevante si no fuese por el salario, dentro de una oficina en la que se retiran todos los motivos de distracción , sabiendo que se le van los tiempos más apropiados para el amor, el Arte, la Delectación, la Vida, se produce por ser «educado» para obedecer; someterse y, frecuentemente, considerar
    normal y humana esa existencia,
    ¡Pobre Samsa, cuando ya no sirva como esclavo no sabrá qué hacer con la libertad y, menos aún, con el pequeño dinero de la jubilación. Tal vez morir así, extrañamente, con un manzana incrustada en le espalda, sea, por lo menos, algo como para comentar.

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