Literatura inglesa del siglo XIX

La literatura inglesa del siglo XIX está marcada por dos grandes corrientes que bien expresan el pensamiento y la cultura de un Imperio Británico protagonista del colonialismo, el positivismo científico y la revolución industrial. Estas dos corrientes son el Romanticismo y la época Victoriana, y en el marco de las dos se produjeron grandes obras que reflejaron el pensamiento y el sentir de un siglo de grandes cambios que cambiaría el curso de Inglaterra y del mundo.

Tanto en la narrativa como en la poesía, la literatura inglesa decimonónica ha hecho grandísimas contribuciones a la literatura universal y muchas de sus obras siguen vigentes, influyendo a las nuevas generaciones y presentándose en nuevos soportes como el cine, la series de televisión, los cómics, incluso en los vídeo juegos.

El romanticismo en las islas británicas del siglo XIX

El romanticismo es una corriente artística, literaria y filosófica que abarca desde el final del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XIX (1785 – 1830). Es importante señalar que los artistas pertenecientes a este periodo no se consideraban o se referían a sí mismos como “románticos” hasta que el crítico alemán August Wilhelm von Schlegel en 1808 estableció una clara distinción entre las cualidades “orgánicas” y “plásticas” del arte de este periodo y la rigidez del clasicismo. El movimiento romántico se centra en la relación del hombre con la naturaleza y sus raíces, es una celebración del mundo natural y de la experiencia individual con los tonos melancólicos y de soledad, así como la nostalgia al pasado; este sentimiento y argumento consideraba a lo moderno y el progreso como algo destructivo, ya que partían de las ideas ilustradas que habían concluído en un baño de sangre como la Revolución Francesa.

El romanticismo es entonces una época marcada por las nuevas influencias ideológicas de la Revolución Francesa (1789 – 1799) las cuales fueron acogidas y apoyadas por grandes escritores ingleses como Mary Wollstonecraft (Vindication of the Rights of Men – 1790) quien luego escribiría uno de los primeros tratados feministas de la historia: Vindication of the Rights of Women (1792). También hay que destacar a William Wordswoth (El Preludio– 1850), Samuel T. Coleridge (The Rime of the Ancient Mariner – 1798), John Keats (Al Otoño – 1820), William Blake (Canciones de Inocencia y Experiencia – 1789) y Lord Byron (Don Juan – 1819). Es la primera era literaria en el que las mujeres escritoras comienzan a florecer y a ser verdaderas rivales para los hombres; les eclipsan en ventas y en reputación. Encontramos mujeres como Jane Austen (Orgullo y Prejuicio– 1813), Mary Shelley (Frankenstein – 1818), Elizabeth Barret Browning (Sonetos del Portugués – 1845-1846) o Christina Rossetti (El mercado de los duendes – 1862).

También la Revolución Industrial supuso una ruptura con la lógica laboral tradicional ya que las fábricas trabajaban, por primera vez, con una maquinaria que aceleraría la producción, sustituiría en algunas tareas a la mano de obra y necesitaría en muchas otras un creciente número de obreros; es en este momento que el estatus social de los trabajadores empieza a virar hacia una nueva clase social: el proletariado. Con ello, hay una gran emigración del campo a la ciudad y consecuentemente la brecha entre pobres y ricos se agranda. El avance tecnológico y el positivismo en la ciencia genera un debate moral que se vería reflejado en la literatura: en obras tan influyentes como Frankenstein or the modern Prometeus de Mary Shelley hay un argumento moral y ético de fondo que obligaba a pensar que el ser humano “está jugando a ser dios”, una transgresión que traería castigos imprevisibles. Frankenstein es una novela que recoge las bases de la tragedia griega y las expresa en el contexto mencionado. Aunque la sociedad de ese entonces sigue siendo profundamente religiosa, hay reacciones variopintas hacia la muerte, desarrollándose apoteósicamente el ocultismo y la figura del fantasma o del dopplegänger (el alter ego).

El siglo XIX es también la época en la que el Imperio Británico está en pleno apogeo colonial, tanto en el Oeste con la British West Indies Company, como hacia el subcontinente indio, controlado por la British East Indies Company. Esta expansión imperialista introducirá, social y literariamente, a la otredad como tema cultural, convirtiéndose en uno de los temas más utilizados, por ejemplo en la novela Jane Eyre (1847) de Charlotte Bontë se ve reflejada la herencia caribeña en el personaje de Bertha Mason, a quien se le denomina “la loca del desván”; también a finales de siglo El corazón de las tinieblas (1899) de Joseph Conrad deja ver el contexto colonial en África y la fricción cultural que conlleva.

Características de la poesía del Romanticismo

El concepto de poesía y la figura del poeta:

Las principales características de la poesía del romanticismo son el pensamiento y los sentimientos individuales ya que se entiende a la poesía como el medio por el cual se genera la verdad absoluta. El poeta es un individuo que se distancia de sus allegados por la intensidad de sus sentimientos y experiencias, en este sentido la poesía romántica se distancia de la concepción mimética, de imitación del neoclasicismo y pone especial énfasis en la creatividad y la expresión de experiencias únicas e individuales. Esta experiencia lleva a ahondar en los intrincados caminos de los sueños, la infancia, y así surge lo sobrenatural y lo fantástico, ya que no hay restricciones del pensamiento racionalista (ver “El sueño de la razón produce monstruos” de Francisco de Goya, Capricho 44).

Conmemoración de la naturaleza:

Los autores del romanticismo entendían la naturaleza como un elemento que enseña humildad, ya que el ser humano se da cuenta de que es ínfimo en el gran mundo, delicado, y así, se desarrolla el sentimiento de lo sublime. Esto hace que sea fuente infinita de una belleza casi aterradora, y esto produce una sensación de placer siempre y cuando el sujeto no se vea en peligro. Se describen los paisajes y los fenómenos naturales con extraordinaria exactitud y se comparan a las pasiones humanas.

Espontaneidad y libertad poéticas:

Durante el siglo de la ilustración, la poesía había sido considerada como el arte supremo, con lo cual, estaba regido por estrictas normas que eran herencia del clasicismo. Esto cambia con el siglo decimonónico, y los poetas empiezan a tener en consideración la espontaneidad a la hora de escribir, lo que surge del impulso artístico libre de restricciones. Con esta visión de la creación literaria, los poetas comienzan a tratar con opiáceos y otras drogas o alcohol para alcanzar otros estados de percepción y ser capaces de crear en otro nivel de improvisación y libertad.

Interés en el ser humano corriente y en la marginalidad:

Para los románticos, todos los seres vivos están capacitados por naturaleza a ser sujetos del arte poético por igual, por lo que los poetas eligen como objeto poético incidentes y situaciones de la vida corriente, incluso rústica. En este sentido, poetas como Wordsworth dan un paso más y se centran en los bajos fondos sociales, los marginados, delincuentes, locos, la femme fatale… y así apoyan una especie de democratización de la poesía. Lo sobrenatural, lo fantástico (el gótico), bebe de las tradiciones folclóricas, la superstición y de áreas como la demonología, el ocultismo y el esoterismo. Así, se utilizan para generar una reacción en el lector ligada al misterio de lo que se oculta en las sombras y de lo que hay en el más allá. La estética del escenario de estos poemas siempre se genera a partir de usos del pasado distante y lugares inhóspitos. Por ejemplo, en la edad media o en oriente.

El héroe byroniano y la falacia del patetismo:

El patetismo se utiliza principalmente para atribuir emociones o sentimientos a la propia naturaleza o al paisaje; normalmente son emociones de sobrecogimiento ya que el ser humano es a fin de cuentas ínfimo en el gran orden natural. Esto mismo se refleja en el arquetipo del héroe byroniano o romántico. Es un hombre que tiene un sentimiento de soledad, intensidad emocional, manipulativo, inteligente, con artes de seducción, y que, sin embargo, al final de la narración acaba comportándose de forma honorable. Hoy en día, siglo XXI, entre la juventud sería conocido como un broken boy. Los ejemplos más representativos serían Rochester (Jane Eyre), Don Juan de Lord Byron, Heathcliff (Cumbres Borrascosas)

Literatura Inglesa Victoriana

La era victoriana es el periodo que abarca la segunda mitad del siglo XIX, comienza con la coronación de la Reina Victoria en 1837 hasta 1901. Tiene realmente tres periodos en los que se ve claramente que los valores van cambiando:

Temprano (1830 – 1848)

Está caracterizada por la “democratización” de la literatura ya que el libro se convierte en un pasatiempo no sólo restringido a las clases altas, sino que los costes de producción se abaratan por los avances técnicos, por lo que el objeto del libro también reduce su coste de venta, así mucha más gente puede acceder a ellos. Es el auge de otras formas literarias como los periódicos, las revistas y la novela se convierte en la obra narrativa por antonomasia.

Mediados (1848 – 1870)

Las condiciones laborales en las fábricas empiezan a regularse. Comienzan las exposiciones universales y es un periodo en el que la corriente del positivismo tiene gran influencia. Es la época dorada en la que los valores victorianos y las apariencias en sociedad tienen mucha importancia, aunque esta ideología entrará en decadencia y habrá un cisma en la fe ya que Charles Darwin introduce la duda con la teoría de la evolución de las especies. Finalmente es la época de oro en la novela manierista, doméstica y se desarrolla el realismo psicológico con George Eliot y Henry James (Daisy Miller 1878).

Tardío (1870 – 1901)

La corriente del escepticismo se extiende por la decepción y la decadencia de los principios victorianos. Los temas que se tratan en la literatura no difieren demasiado de aquellos que se dieron durante el Romanticismo ya que la Revolución Industrial y los avances tecnológicos siguieron provocando crisis morales y de fe en la religión. Un tema muy amplio es la doble moral y la hipocresía que se daba en la alta sociedad, lo que estaba aceptado en público frente al ámbito privado y a la intimidad, los valores y convenciones sociales eran muy rígidos. También surgió movimiento crítico hacia los escritores pasados, hacia el exceso de subjetividad de los poetas románticos y lo que intenta el movimiento literario en la época victoriana es combinar esta subjetividad con la “objetividad” que se dio en la época Augusta (primera mitad del siglo XVIII) ya que fue la era del surgimiento de la no ficción con diccionarios, gramáticas, ensayos, entre otros. Por lo que en la literatura victoriana encontramos la representación de la realidad de las personas, aunque en muchos casos, se hace uso de elementos fantásticos para representarla. Los movimientos principales dentro de la literatura victoriana son: el prerrafaelismo, el decadentismo, esteticismo, realismo y naturalismo.

La novela victoriana

La novela victoriana retrata una especie de idealización de las dificultades que presenta la vida, en la que el trabajo, la perseverancia, el amor y la suerte finalmente triunfan. Esto se debe a una idea o un discurso de progreso: muchos escritores comulgaban con el ideal de que las personas podían mejorar o cambiar su naturaleza, y así la novela debía tener una moraleja, o una serie de enseñanzas en su núcleo temático que explicaba la posibilidad de «triunfar», «evolucionar», «progresar». Consecuente con la consolidación de la modernidad, la literatura refleja el valor del individuo que puede tomar las riendas de sí mismo.

Aunque este tipo de narrativa se dio más al principio de la época, conforme el siglo XIX avanza esta idealización se deshace y la ficción victoriana se vuelve más compleja y entre otras cosas, se torna más gótica. De hecho, Charles Dickens consideraba que la función principal de la literatura era reflejar de forma rigurosa el mundo y así ser un espejo de las dificultades reales de la vida, y en consecuencia crear personajes complejos y completos. Por ejemplo, los escritores hacen uso de objetos simbólicos como los espejos, los retratos, los reflejos y otras figuras como el dopplegänger, los alter ego, para representar las caras ocultas de la vida privada de las personas.

A pesar de que la novela fue la forma más popular durante la época vitoriana, fueron las revistas y las entregas por capítulos o series las que permitieron dar a conocer masivamente a los grandes escritores que hoy entran dentro del canon universal como:

  • Charles Dickens (Oliver Twist – 1837, Grandes Esperanzas – 1861)
  • George Eliot (El Molino del Floss – 1870)
  • Lord Tennyson (The Lotos-Eaters – 1832)
  • Elizabeth Barret Browning (Sonetos del Portugués – 1845-1846)
  • Oscar Wilde (El retrato de Dorian Gray – 1890)
  • Emily Brontë (Cumbres Borrascosas – 1847)
  • Charlotte Brontë (Jane Eyre – 1847)
  • Anne Brontë (Agnes Grey – 1847)

La poesía victoriana

Los poetas continuaron experimentando en los estilos literarios y las técnicas de narración en sus creaciones poéticas, de esta manera la poesía de la época victoriana se considera que está a caballo entre el romanticismo y los inicios del modernismo. Algunas formas que se recuperan son por ejemplo los poemas épicos, narraciones en extensión pueden abarcar varias páginas, también incluyen el monólogo dramático, aunque el autor más representativo de esta técnica es Robert Browning. Por otro lado, Alfred Lord Tennyson, el poeta laureado de Inglaterra utiliza el monólogo dramático con un estilo más lírico y una voz poética descrita como “pintoresca” por la manera de describir los estados de ánimo.

Influencia del Movimiento Prerrafaelita en la literatura

La hermandad Pre-Rafaelita tenía como objetivo reformar de alguna manera la literatura y el arte. Se originó en 1848 con la fundación de la Hermandad por los artistas John Everett Millais (Ophelia – 1852), Dante Gabriel Rossetti (Beata Beatrix – 1870), William Holman Hunt (The Scapegoat – 1854). La fuente de inspiración de este grupo de artistas era la admiración por la pintura anterior a la era de Rafael (n. 1483-m. 1520). Sus valores se fundamentaban en el rechazo al academicismo, enfatizaban las conexiones artísticas entre literatura, pintura, escultura… y representaban fielmente la naturaleza. Las innovaciones defendidas por los prerrafaelitas atrajeron una condena generalizada, pero obtuvieron el importante apoyo del escritor, crítico de arte y sociólogo John Ruskin (The Garden of San Miniato near Florence – 1845).

Los prerrafaelitas fueron fundamentales en la difusión del gusto por el medievalismo en varios aspectos de la literatura y las artes victorianas (sobre todo en las leyendas artúricas). En la década de 1860, el prerrafaelismo experimentó una segunda ola, asociada a la obra de Edward Burne-Jones, que se apartó del realismo de las primeras obras prerrafaelitas y viró hacia la representación del mito y el esteticismo. A pesar de que los orígenes de esta corriente se encuentran en la pintura, las ideas fundamentales se extendieron a la literatura, especialmente a la poesía. Algunos de los poetas más importantes fueron Dante Gabriel Rossetti, Tennyson (aunque no pertenecía al movimiento, se observa la influencia), Christina Rossetti, A. C. Swinburne (Poemas y Baladas – 1866), William Morris y Walter Pater.

Movimiento esteticista

La base fundamental de este movimiento era “arte por el arte”, es decir, el arte gira alrededor del atractivo de las cosas, de esta manera la ideología política, social, pierde peso en el movimiento artístico y literario. Era un fuerte opositor al materialismo y al auge que existía por el área científica, entendiendo que la forma de combatir estas ideas era venerar la belleza de las cosas. Así, denunció la sobria moralidad y los valores de la clase media que caracterizaron la época victoriana y abrazó la belleza como la búsqueda principal tanto del arte como de la vida. Una de las figuras más relevantes del esteticismo fue Oscar Wilde (El Fantasma de Canterville – 1887), tanto para bien como para mal. También destacaron John Ruskin y Walter Pater (Studies in the History of the Renaissance – 1845).

En este sentido, el estilo de vida del esteta tiene más que ver con el concepto griego de hedonismo, la búsqueda del placer a través de los sentidos, por lo que los textos literarios tienen un componente temático en la descripción que apela al físico, a la decadencia y a los hábitos como el consumo de estupefacientes o a la sexualidad libre, para ello exageraban el embellecimiento del lenguaje con infinidad de figuras literarias (literatura barroca).

Bibliografía Recomendada

Wilde, Oscar. Intentions Annotated. Independently Published, 2021.

Gilbert, Sandra Gubar Susan. Madwoman in the attic, the: The woman writer and the nineteenth-century literary imagination. 2a ed., Yale University Press, 1980.

Greenblatt, Stephen. The Norton Anthology of English Literature. Tenth, W. W. Norton and Company, 2018.

Larrea, Pedro. Una Defensa de La Poesía (COLECCIÓN POÉTICAS (Spanish and English Edition). 1st ed., POÉTICAS, 2019.

Wordsworth, William, and Bel Atreides. EL PRELUDIO: En Catorce Libros, 1850 (Spanish Edition). Independently published, 2020.

Gilbert, S. Gubar, S. et al. The Madwoman in the Attic: The Woman Writer and the Nineteenth-Century Literary Imagination (Veritas Paperbacks). Yale University Press, 2020.

Tzvetan, Todorov. Introducción a La Literatura Fantástica (2016). 5th ed., Coyoacán, 2022.

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