Con la novela Plop (2002), Rafael Pinedo nos presenta una distopía devolucionista, caracterizada sobre todo por el retroceso y la decadencia. La trama de la primera parte de la única trilogía escrita por Pinedo se desarrolla en un escenario postapocalíptico marcado por un fuerte utilitarismo y la lucha por sobrevivir en un mundo ecológicamente devastado. La novela cuenta la vida de Plop, enmarcada en un prólogo (p. 11-12) y un epílogo (p. 130-131) narrados en tiempo verbal presente. La historia, presentada en forma analéptica, se desarrolla a través del nacimiento, del ascenso en el grupo y, finalmente, la caída del protagonista.
En la tribu de Plop, no es una oposición binaria de género la que estructura la convivencia. Esto se manifiesta, por ejemplo, en el hecho de que la heteronormatividad represente la excepción y sea, al igual que la monogamia, considerada muy ‘rara’, por lo que llaman a la familia que viene a vivir con la tribu – padre, madre e hija – “los Raros” (véase por ejemplo p. 49).
Cabe destacar que, al contrario que las tres mayores religiones monoteístas del mundo real, la tribu de Plop tiene un mito fundador meramente científico, que ni establece roles estereotipados de género ni tiene tendencias misóginas como se encuentran, por ejemplo, en el Antiguo Testamento de la Biblia. Rompiendo con un estereotipo tradicional de género, la opinión de que la cultura es ámbito de hombre, en la presente novela es una mujer – la vieja Goro – quien guarda los papeles sobre el mito fundador, la ‘Recombinación’ (p. 40-42). A pesar de la apropiación de Plop por ella, ese personaje femenino no puede considerarse una madre/figura maternal. Los motivos de la ‘adopción’ no se explican en detalle, pero claramente no resulta en la relación típica madre-hijo.
Tiempo atrás, la vieja Goro era la Comisaria General y, con ello, estaba en la posición más poderosa de todo el grupo. Dado que – aparentemente – nunca dio a luz a un hijo, hay que suponer que la no-maternidad y el no-embarazo eran las condiciones principales bajo las que pudo llegar al puesto más potente de la tribu. Porque sí hay una oposición que estructura la convivencia: la fuerza física. Lo que prevalece es el derecho del más fuerte, con lo que la organización jerárquica se califica como darwinista. Todos aspiran a desplegar la fuerza más grande y someter a los demás. (Aunque, a cierta medida, las posiciones sociales se determinan a través de la pertenencia a las castas, que en la novela se llaman “Brigadas”.) Muchas veces, las jerarquías se establecen por el abuso sexual, más precisamente, la penetración forzada. Con ella, los (Sub-)Secretarios de Brigada someten a los jóvenes durante su iniciación. Este sometimiento lo experimentan tanto los chicos (Plop y el Urso) como las chicas (la Tini) (p. 28: “[…] con el Urso y con Plop fue casi por obligación, para que supieran quién era más macho.”).
Aunque, por no ser capaz de penetrar a los demás, para las mujeres es más difícil demostrar el poder, el abuso sexual por las mujeres también tiene lugar en la novela. La mujer del Comisario General, por ejemplo, “usa” a Plop varias veces y así confirma su elevada posición que tiene gracias a la relación con el hombre más potente del grupo (p. 30-32). Además, se menciona otro grupo, una tribu mayoritariamente femenina, en cuyo campamento se encuentran muchos hombres atados a postes. Si bien la motivación detrás de ello no se explica, es cierto que se trata de una tribu matriarcal. Exigiendo que Plop y sus compañeros se desnuden para ser “usados” (p. 35), las mujeres pertenecientes a esa tribu cumplen con el principio de la heteronormatividad y, al mismo tiempo, invierten los estereotipos de género. Ellas incluidas, la novela nos presenta varios personajes femeninos que muestran características tradicionalmente asociadas con el rol social del hombre (véase por ejemplo: Simone de Beauvoir (1949): Le Deuxième Sexe). Mientras que la vieja Goro destaca tanto por su crueldad como por su aspereza, el protagonista admira a Rarita y a la Guerrera por sus talentos en la caza y el combate. A la última hasta la considera una “máquina de pelea” (p. 86). Mostrando ningún interés en los hombres, esa mujer “feroz” y “enorme” prefiere recibir sexo oral por la así llamada Esclava (p. 100). Parece que la premisa de su extraordinaria fuerza física es justamente ese no-cumplimiento con la heteronormatividad: Mientras que las relaciones sexuales con una mujer no cambian su estado físico, un embarazo – posible consecuencia del acto heterosexual – la habría debilitado significativamente. Porque, como demuestran varios casos en la novela, el embarazo y la maternidad pueden considerarse el mayor debilitamiento posible en este mundo tan centrado en la fuerza física. La madre biológica de Plop, por ejemplo, no es capaz de recuperarse del parto y, finalmente, es “reciclada” (eufemismo para matar a una persona y reciclar las partes de su cuerpo en el sentido más literal) (p. 17). Y la Tini, cuando se da cuenta de su embarazo, tiene mucho miedo: Está bien consciente de que eso la hace vulnerable y la impide, en cierta medida, de “correr y pelear” (p. 55: “Si había ataque, jauría o manada de gatos no sobreviviría.”). La vulnerabilidad provocada por el deber de cuidar a un hijo también se observa en el caso del Urso: En contra de todo estereotipo de género, ‘adopta’ a una niña a la que cuida cariñosamente. E incluso él, un varón alto y fuerte, se ve debilitado y limitado por el peso de la “Opa”: en la caza pierde en un dedo meñique (p. 60).
En Plop son menos el género y las correspondientes expectativas en sí los que determinan las estructuras hegemónicas, sino antes que todo es la fuerza física de los personajes. Aunque muchas mujeres despliegan características tradicionalmente asociadas con el rol social del hombre y, con ello, rompen con los estereotipos de género, siempre corren el riesgo de quedar embarazadas y, por lo tanto, estar más vulnerables. La solución por excelencia la presenta la Guerrera: Negándose a toda actividad sexual con los hombres, evita que su disposición biológica la ponga en una situación desfavorecida.
Con la sobrevivencia como tema principal de la novela, las escenas se distinguen, sobre todo, por una brutalidad enorme, a la vez parodiando la arbitrariedad de las normas (y tabúes) sociales (p. 39: “Lo único prohibido […] era lamer, chupar, usar la boca en otro.”). El lenguaje empleado por Pinedo es tan crudo como el medio ambiente postapocalíptico en el que vive Plop. Y el protagonista, aludiendo a la minúscula importancia del Antropoceno a lo largo de la historia del universo, se desvanece con el mismo ruido que produjo su cuerpo al entrar en el mundo: “Plop” (p. 1 & 151).
Edición: Pinedo, Rafael. 2015. Plop. 2a ed. Interzona: Buenos Aires.