Las Formas del Olvido de Marc Augé o el olvido como escultor de la memoria

Libro Las Formas del Olvido, de Marc Augé
4.9
(7)

El olvido como escultor del presente, y la memoria como un queso gruyère ahuecado por esta misma fuerza: esa es la idea fundamental que me ha quedado después de leer Las Formas del Olvido del antropólogo Marc Augé.

Pero ¿qué más se podría añadir para afirmar que el libro Las formas del olvido tiene algo de interesante? Tres partes tiene esta obra: 1) la noción de huella mnémica y la relación entre recuerdo y olvido, 2) una investigación sobre la hipótesis según la cual todo se vive como un relato, y 3) definir tres formas del olvido: el retorno, el suspenso y el reinicio. De estos tres puntos la idea de Marc Augé que más me interesa es «la vida experimentada y entendida como relato». {Para hacer esta reseña he leído: AUGÉ, Marc, Las formas del olvido. Gedisa, Barcelona, 1998}.

Escribo este comentario, aquí en este blog, para que los libros que leo no caigan al olvido, escribo estas reseñas para compartir unos trocitos de memoria y hacer un relato de mis lecturas.

¿De qué trata Las Formas del Olvido?

El primer párrafo del prólogo es expresivo. Marc Augé dice claramente qué piensa sobre el olvido y el punto central de su argumento. Cito: «El olvido es necesario para la sociedad y el individuo. Hay que saber olvidar para saborear el gusto del presente, del instante y de la espera, pero la propia memoria necesita también del olvido: hay que olvidar el pasado reciente para recobrar el pasado remoto. Éste es el argumento principal de este libro que se presenta pues como un pequeño tratado sobre la utilización del tiempo» (página 9)

Palabras, recipientes de pensamientos

Todo el mundo suelta palabras, unos indistintamente sin cuidado, como si fueran pedos, y otros más cuidadosamente, escogiendo con más lentitud. Y también así, a lo bestia o lentamente, se liberan los pensamientos por la boca: «Pues no es extraño que un pensamiento liberado se refugie – por error, por precipitación o tal vez por afinidad – en otra palabra distinta de aquella en que se albergaba inicialmente» (p.12).

El pensamiento aterriza en las palabras, de allí que la traducción sea un ejercicio de disección de palabras para ver qué pensamientos hay en ella. Confirma Augé que, por lo tanto, una buena traducción nunca es literal, sino que hay sustracción, enmienda o adición de palabras para dar cuenta del pensamiento que al pasarlo a otra lengua requiere adaptación, no solo literalidad.

El punto álgido de esta idea sobre palabra y pensamiento, según Augé lo presenta, es que las diferentes culturas dan un sentido u otro, una palabra u otra a pensamientos que responden a dualidades como vida/muerte o memoria/olvido.

El etnocentrismo de misioneros y etnólogos habrían silenciado y desprestigiado otros modelos de pensamiento, otros tipos de palabras y categorías, otros tipos de memoria y de olvido. Bien conocido es el caso de la presentación del pasado con «lo que está en frente», propia de culturas suramericanas indígenas: caminando hacia el futuro de espaldas a él, a lo que es imposible de ver, de frente al pasado, teniéndolo siempre presente.

Vida/muerte & memoria/olvido

La vida y la muerte solo se definen una en relación a la otra, y también la memoria y el olvido: «La definición del olvido como pérdida del recuerdo toma otro sentido en cuanto se percibe como un componente de la propia memoria» (p. 20). La flor es el olvido de la semilla, dice Augé. Un individuo tiene recuerdos específicos y olvidos específicos, producto de su sometimiento a la historia y acontecimientos. Huellas mnémicas, eso es lo que tenemos. «El olvido, en suma, es la fuerza viva de la memoria y el recuerdo es el producto de ésta» (p.28). Traer un recuerdo a la boca y a la conciencia es entonces hacer un relato.

Augé, filosófico y poético, no toca en este libro el recuerdo como efecto neurobiológico, frente a lo cual tendríamos que preguntar si la enfermedad de Alzheimer es qué ¿Una muerte lenta y a trocitos? ¿una tiranía del escultor, del olvido? ¿una pérdida del relato? ¿un olvido de uno mismo?

La vida como relato

Es decir, el acontecer en el tiempo. Y ese acontecer, como relato, es fruto de la tensión entre la memoria y el olvido, de su «tensión ejercida por la espera del futuro sobre la interpelación del pasado» (p.97). En mis apuntes tengo escrito esto, posiblemente una cita a Augé: «Las modalidades del olvido, las escenificaciones y las actuaciones que configuran el tiempo en la vida, incluso para hacer de él una especie de relato que se cuentan quienes lo están viviendo al mismo tiempo que lo viven».

Marc Augé hace ver que el etnólogo, el observador, registra narraciones, hace ficciones, que le resultan extrañas pero en cuyas razones puede penetrar. Implicarse en un relato social, separa de otros (por ejemplo el relato del fútbol). Con estos relatos se topa el etnólogo.

La ficción —estrenduosamente la audiovisual en esta época— confiere entonces una forma diacrónica y dramática a la propia realidad, más allá de solo imitarla. La ficción como configuración narrativa es más que imitación, es una nueva realidad. Hay que recordar la noticia del hombre que se inmoló a lo bonzo después de leer El Uno y el Universo de Ernesto Sábato.

La dimensión narrativa de la vida, los relatos corrientes (contados o escritos) y los grandes relatos o mitos modernos, estos tres aspectos guardan un relación fundamental.

Las formas del olvido

El retorno (recuperar el pasado perdido, muy antiguo)

El suspenso (recuperar el presente separándolo del pasado y del futuro)

El comienzo (recuperar el futuro olvidando el pasado, un nuevo nacimiento).

¿Cómo termina el libro?

El último párrafo de este libro de antropología también es muy sintomático. Dice el autor que: «El olvido nos devuelve al presente, aunque se conjugue en todos los tiempos: en futuro para vivir el inicio; en presente, para vivir el instante; en pasado, para vivir el retorno; en todos los casos para no repetirlo. Es necesario olvidar para estar presente, olvidar para no morir, olvidar para permanecer siempre fieles.» (Página 104)

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Autor: El come libros

De la familia Liber Devoratoribus, un come libros promedio que necesita ingerir diariamente una cuota de letras para subsistir. Ese alimento lo digiere, transforma y entrega en forma de reseñas y análisis de libros.

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