Esta es una reseña y análisis del libro Un Mundo Feliz de Aldous Huxley. Leer este libro en el siglo XXI, cuando la palabra «crisis» se ha vuelto tan común, es interesante porque nos permite pensar críticamente para dónde vamos como sociedad. Esta gran novela es una obra futurista que conlleva una crítica sobre la sociedad clasista y la idea moderna de «progreso»; es una gran metáfora que permite pensar los mecanismos de control social y cultural a nivel global que se construían cuando Huxley publicó la reseña (año 1932) y que han dado sus frutos en la actualidad.
Esta reseña crítica y breve análisis citan esta edición: Un Mundo Feliz. 2003, Madrid, El País SL. Traducción Ramón Hernández, cedida por Random House Mondadori. Un Mundo Feliz es una novela de ciencia ficción y es considerada, por muchos críticos, como uno de los 100 libros más influyentes de la historia.
¿Cómo se habrá leído libro Un mundo feliz durante los años de su publicación?
A Brave New World es el título original en inglés, el cual expresa un sentido ligeramente diferente al de su traducción al español. Esta novela visionaria fue publicada en Londres en 1932, solo unos años después de la primera gran crisis económica de 1929; era una época en la que el fascismo avanzaba en Europa y la gente aún recordaba la tragedia de la primera gran guerra mundial. Para entonces ya existía una percepción social de lo que significaban las hambrunas y las crisis económicas.
Por otro lado, el “fordismo” estaba en marcha y la producción en masa ya era una realidad cotidiana. En el mundo del arte el surrealismo y el dadaísmo daban de qué hablar y celebraban el papel del inconsciente en la creatividad. Unos años atrás Freud había publicado “El Malestar en la Cultura” y «La psicología de las masas«, en 1921. En esa época, en Europa los partidos fascistas hacían crecer los sentimientos nacionalistas que llevaron unos años más tarde a la Segunda Guerra Mundial. La capacidad visionaria de Huxley con este libro, un poco pesimista pero afinada, lo ha llevado a ser considerado como todo un clásico del siglo XX en la literatura inglesa.
Es sin duda una novela visionaria y terrorífica ¿Se habrá leído con terror y miedo? ¿Acaso con esperanza? En la edición que leí, Huxley escribe un prólogo simpático acerca de la creación literaria vista en retrospectiva, dice: “…arrepentirse de los errores literarios cometidos hace 20 años, intentar enmendar una obra fallida para darle la perfección que no logró en su primera ejecución… es vano y fútil” (p. 9) “…hubiese soslayado no sólo algunas de las faltas de la obra, sino también algunos de los méritos que poseyera originalmente” (p. 10).
El abuelo del autor era el reconocido zoólogo Thomas Henry Huxley, defensor de la teoría de la evolución de Charles Darwin (por eso su sobrenombre «El bulldog de Darwin), y su hermano, Julian Darwin, también fue un destacado evolucionista, primer director de la UNESCO. La publicación de Huxley de alguna forma tiene cierta fricción con la «evolución social» y con algunas ideas propias del discurso evolucionista que defendían su abuelo y hermano. La lectura que hace Aldous Huxley del sistema social y el camino que proyectaba, es crítica y dudosa de la ética tecnológica y científica.
La felicidad en Un mundo feliz
Reflexionando sobre el progreso y el leitmotiv del bienestar social Huxley anota: “…el progreso… es el problema de la felicidad; en otras palabras, el problema de lograr que la gente ame su servidumbre” (p.18). Este es uno de los aspectos centrales que es desarrollado en la obra, en esa sociedad del futuro que literalmente ha dominado la fabricación del ser humano para hacerlo dócil y feliz, obediente y complaciente, todo, para beneficiar el progreso de un modelo social, científico y tecnológico.
La novela se sitúa en el Londres del año «632 después de Ford», en una sociedad compuesta por humanos producidos industrialmente para distintos órdenes de trabajo, divididos según una superioridad genética, clase social, y clasificados según las letras griegas: alfa α, beta β, gamma γ, delta δ y Epsilon ε. Un ejemplo de un sujeto clasificado como «Epsilón menos» es: “El asensorista era una criatura simiesca, que lucía la túnica negra de un semi-enano Epsilón-Menos” (P 82). Claramente, esta división genética, acorde con la clase socioeconómica, recoge la relflexión sobre la lucha de clases de una forma muy interesante: la sociedad de clases se mantiene en ese futuro, pero la «lucha», la fricción, ha sido desarticulada genéticamente, gracias a lo cual cada quien alcanzaría la felicidad acorde con su posición sociogenética.
Toda una fisiognómica, de herencia decomonónica, se deja ver en esta división de clase que dibuja críticamente Huxley en Un mundo feliz. Aún en el siglo XXI las derechas políticas tienen tintes fisiognómicos y racistas, por lo cual es obvio que en los años 30 del siglo XX tal visión estuviera muy presente en la sociedad. Esta es una escalofriante pero coherente sentencia ética sobre la felicidad en ese orden jerarquizado socio-biológicamente: “Y éste – intervino el director sentenciosamente -, éste es el secreto de la felicidad y la virtud: amar lo que uno tiene que hacer. Todo condicionamiento se dirige a lograr que la gente ame su inevitable destino social” (p 36).
El Soma
El condicionamiento genético no es suficiente. En la novela el Soma es una droga que refuerza ese estado de felicidad. “Tomar vacaciones de soma” es la expresión usada en el relato y que significa aislarse en una felicidad psíquica que permitía una estancia mental en una especie de paraíso idílico inconsciente; a su vez, es la mejor herramienta contra el estrés y uno de los mejores instrumentos de control social. Ante un disturbio, como el que protagonizaron Jonh, Bernard y Watson, la policía no se desgastaba golpeando a las masas, sino (qué vaticinio tan terrorífico) “vaporizando” la turba con gases de soma.
Hipnopedia o adoctrinamiento en masa
«TODO EL MUNDO PERTENECE A TODO EL MUNDO”: máxima y proverbio hipnopédico de aquella era, fundamental para prohibir el sentimiento de apego hacia el otro.
La hipnopedia era la técnica de adoctrinamiento durante el sueño que condicionaba sicológicamente a las distintas clases de humanos: una afirmación de 62 mil repeticiones en la oscuridad que obligaban a todos a aceptar en sus tiernas mentes la domesticación de su ser. Tenía la intención de reducir la intensidad de los sentimientos humanos hacia otra persona o hacia un núcleo familiar: “y sabes muy bien que el Director se opone firmemente a todo lo que sea demasiado intenso o prolongado” (p 63). Desaparecidas las figuras de padre y madre, la novela proyecta una época donde la reproducción asistida e industrializada había enterrado el concepto de familia, para ser reemplazado por una visión de la «sociedad como gran familia”.
Bernard Marx es un personaje muy interesante en la novela: un alfa con cara de Delta… tal vez no lo incubaron bien, decían que le habían inyectado una mezcla de alcohol en el sucedáneo de sangre por equivocación. Tiene un sentimiento de rechazo a la sociedad, al mismo tiempo que una fuerte necesidad de reconocimiento: “era 8 cm más bajo que el patrón Alfa y proporcionalmente más corpulento… Yo soy yo y desearía no serlo” (P. 92).
Junto a Bernard Marx hay otro personaje muy notorio en la narración: Helmholtz Watson, un alfa “quizá demasiado competente” (P. 95). Al igual que Marx, cierto inusual defecto físico pareció darle atributos diferentes a los esperados, en su caso, más inteligencia; pero Bernard y Helmholtz compartían un rasgo importante: “lo que los dos hombres tenían en común era el conocimiento de que eran individuos” (P. 95). Preguntó Helmholtz Watson, que era experto en la creación de frases: “¿No has tenido nunca la sensación de que hay algo dentro de ti que solo espera que le des una oportunidad para salir al exterior? ¿Una especie de energía adicional que no empleas, como el agua que se desploma por la cascada en lugar de caer a través de las turbinas?” (P 97). Watson buscaba escribir algo distinto, algo más “grande”, no solo frases usadas para el condicionamiento hipnopédico, palabras que atravesaran como rayos x.
La tragedia en un mundo feliz
Años atrás, el director del centro de condicionamiento había ido de viaje de aventura a la reserva de salvajes en América, a Malpaís (imagino que Huxley situó a Malpaís en México, o más al sur en Colombia o en Perú). El director fue con Linda, quien se perdió en la reserva, estaba embarazada.
Cuando Marx y Lenina fueron a la reserva, descubrieron este pasado. Para Marx significó la oportunidad de llevar a un salvaje a la civilización y crearse una reputación exhibiéndolo. De esa forma se llega al final del libro: Jonh, el “buen salvaje”, fue a Londres, donde finalmente enseñó a sus captores cuál era su posición ética frente la felicidad construida allí. En Malpaís había aprendido a leer con un viejo libro de Shakesperare. De esta manera, su juicio contra su atracción hacia Lenina, el orden del sistema y el status quo, lo demostró citando pasajes de Otelo y otras obras, como si fueran tratados de moral sagrada.
John se retira de Londres para vivir solo en un antiguo faro. En busca de la expiación, se autoflagela y este modo de vida se convierte en un nuevo espectáculo para los civilizados. Un enjambre de helicópteros lo amedrentan pidiéndole más autoflagelaciones.
En la novela se preservan los prejuicios en torno a la raza, el sexo, y la edad. Por ejemplo en el “acto” cuando Jonh y Lenina van al sensorama. (P. 201).
Resumen en palabras de Mustafá Mond
La siguiente cita es un resumen del “Mundo Feliz” por el interventor mundial Mustafá Mond: «No se pueden fabricar coches sin acero; y no se pueden crear tragedias sin inestabilidad social. Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz; tiene lo que desea y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto, a salvo; nunca está enferma; no teme la muerte; ignora la pasión y la vejez; no hay padres ni madres que estorben; no hay esposas ni hijos ni amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de modo que apenas pueden obrar de otro modo que como deben obrar.Y si algo marcha mal, siempre queda el Soma.» (P. 258).
Mustafá Mond certeramente le afirma a Jonh: “…naturalmente, la estabilidad no es, ni como mucho, tan espectacular como la inestabilidad” (P 260)… “mi querido y joven amigo… la civilización no tiene ninguna necesidad de nobleza ni de heroísmo. Ambas cosas son síntomas de ineficacia política” (277).