Pocas veces leo el prólogo de un libro. En la edición de Alianza de Las Penas del Joven Werther, un libro del famosísimo Goethe, se halla un prólogo de Rosa Sala Rose , y este sí lo he leído. Me pareció inusual que me contaran el desenlace de la historia en esta introducción… seguramente se trata de una obra tan famosa que solo los ignorantes – por ejemplo, yo – no saben que Werther se suicida por amor al final.
El joven Goethe escribe esta primera obra a los 24 años. La historia es bastante autobiográfica, plasma la pasión de Goethe por una joven mujer. La obra se constituye de cartas que un hombre joven, Werther, manda a un fiel amigo. Cómo ya sabía de qué se trataba, empece a leer de manera un poco desilusionada esta historia de amor imposible, una pasión más que desafortunada de Werther por una joven prometida a otro. Sin embargo, he encontrado en estas cartas muchas reflexiones sobre la sociedad en que vive Werther, sus opiniones, su manera de ver al mundo – que siempre pasan por la lente de su estado de ánimo.
Os dejo aquí unas citas extensas que permiten apreciar el nivel literario de esta obra. A pesar de ser francesa, y leer una traducción del alemán al castellano de esta obra, pude disfrutar de un lenguaje muy rico e ilustrado, un registro elevado y elegante.
El Joven Werther y su homenaje a la Naturaleza
Werther hace una oda a la naturaleza, la admira y la atesora. El joven es un artista que se instala en un lugar campestre para buscar la inspiración. En la carta del 26 de mayo habla de la naturaleza cómo fuente directa de inspiración: “Esto me aferró a mi propósito de no atenerme en adelante más que a la naturaleza. Sólo ella posee una riqueza inagotable; sólo ella forma a los grandes artistas”.
En la carta del 15 de junio, Werther se extasía frente a la belleza del lugar que le rodea: “Cuando yo vine aquí y contemplé desde la colina este hermoso valle, me atrajo hacia él un encanto inconcebible… Allá abajo, el bosquecillo… ¡Ah, si tú pudieras descansar a su sombra! Allá arriba, la cumbre de la montaña. ¡Ah, si tú pudieras descansar a su sombra! Allá arriba, la cumbre de la montaña. ¡Ah, si tú pudieras contemplar desde ella el soberbio paisaje!”. A continuación, en la carta del 15 de septiembre, Werther se lamenta de que hayan cortados unos nogales muy antiguos y llama al respeto de la naturaleza: “[] cuando me sentaba debajo de estos nogales, en este recuerdo había algo querido y algo sagrado para mí. Ayer deplorábamos que los hayan cortado; el maestro de la escuela lloraba. ¡Cortados! Tengo tal indignación, que sería capaz de matar al miserable que les dio el primer hachazo. Si yo fuera dueño de dos árboles semejantes, me bastaría ver a uno secarse para desesperarme. Juzga por esto lo que me afecta el sacrilegio cometido.”
En la carta del 12 de diciembre, Werther ya está muy afectado por su pasión imposible, y sale en la mitad de una tormenta; siente entonces una grande atracción por unirse a las fuerzas devastadoras de la naturaleza: “Sobrevino súbitamente el deshielo y supe que el río había salido de madre, que todos los arroyos de Walheim corrían desbordados y que la inundación era completa en mi querido valle. Me dirigí a él cuando rayaba la medianoche, y presencié un espectáculo aterrador. Desde la cumbre de una roca vi, a la claridad de la luna, revolverse los torrentes por los campos, por las praderas y entre los vallados, devorándolo y sumergiéndolo todo; vi desaparecer el valle; vi, en su lugar, un mar rugiente y espumoso, azotado por el soplo de los huracanes. Después, profundas tinieblas; después la luna, que aparecía de nuevo para arrojar una siniestra claridad sobre aquel soberbio e imponente cuadro. Las olas rodaban con estrépito…, venían a estrellarse a mis pies violentamente… Un extraño temblor y una tentación inexplicable se apoderaron de mí. Me encontraba allí con los brazos extendidos hacia el abismo, acariciando la idea de arrojarme en él.”
La decepción frente a la sociedad
Werther habla y critica mucho a las aspiraciones de los hombres y demuestra sus límites, su pequeñez frente al universo que él respeta tanto, cómo lo ilustra la carta del 18 de agosto: “Y los hombres se juzgan reyes de este vasto universo, agazapándose juntos en el nido de sus reducidas moradas. ¡Pobre loco, a quien todo parece mezquino, porque eres harto pequeño!”
En la carta del 21 junio, Werther explica que no entiende por qué los hombres limitan muy rápidamente su camino: “He hecho, mi querido Guillermo, mil reflexiones sobre el afán con que el hombre trata de extenderse fuera de sí mismo, de hacer nuevos descubrimientos y de correr sin objeto; después, he meditado sobre la oculta inclinación que le hace ponerse límites y seguir el camino trillado, sin cuidarse de lo que hay a derecha o izquierda.”
Con estas limitaciones y pequeñez, los hombres tienen según Werther unas aspiraciones equivocadas, tal cómo explica en múltiples ocasiones, especialmente en su intento en alejarse de su amada y integrar un oficio que le han propuesto. En la carta del 8 de enero uno puede leer: “¡Qué pobres hombres son los que dedican toda su alma a los cumplimientos, y cuya única ambición es ocupar la silla más visible de la mesa!”. Y en la carta del 20 de enero: “No hay nada que los hombres no se quiten sin escrúpulos: salud, reputación, alegría, reposo. Por supuesto, casi siempre por necedad, estrechez y mezquindad, y según ellos dicen, con las mejores intenciones. Algunas veces quisiera suplicarles que no se desgarrasen tan despiadadamente las entrañas.”
Aspiración a una vida simple
En este contexto, el joven Werther hace en sus cartas un elogio a la vida sencilla, la a la que él aspira. En la carta del 22 de mayo Werther alaba a los que viven en el presente: “Te concedo, desde luego, que los más felices son los que, como los niños, viven el presente; []”
Cuando Werther decide irse para instalarse en un nuevo lugar campestre, dice lo siguiente (en la carta del 10 de mayo): «Reina en mi espíritu una alegría admirable, muy parecida a las dulces alboradas de primavera, de que gozo aquí con delicia. Estoy solo, y me felicito de vivir en esta comarca, la más a propósito para almas como la mía; soy tan dichoso, mi querido amigo, estoy tan sumergido en el sentimiento de una vida tranquila, que no me ocupo de mi arte.«
La carta del 21 de junio también consagra la felicidad dada por la simplicidad: “¡Cuán feliz me considero con que mi corazón sea capaz de sentir el inocente y sencillo regocijo del hombre que sirve en su mesa la col por él mismo cultivada, y que, además del placer de comerla, tiene otro mayor recodando en aquel instante los hermosos días que ha pasado cultivándola, la alegre mañana en que la plantó, las serenas tardes en que la regó, y el gozo con que la vio medrar de día en día!”
¿A contracorriente?
Werther opina a contracorriente. Me recuerda una reflexión que me hicieron hace poco: Werther no quiere usar el tiempo para producir, quiere explorar y disfrutar del momento, esperar a que la inspiración le llene y se transforme en obra, pero sin prisa, sin obligación. Un uso del tiempo anticapitalista. Sin embargo, Werther no consigue sacar provecho de sus aspiraciones porque esta pasión imposible obstruye su camino hacia una vida simple, de artista, y le destruye. Será que el manifiesto que veo en esta obra está bastante apartado por la historia de amor? O bien, ¿será que esta destrucción sea una metáfora de la dificultad para un ser de vivir a contracorriente?
Profundiza en este tema consultado el siguiente análisis literario de Las penas del joven Werther, una novela de Goethe.