Hipias mayor es el segundo diálogo de Sócrates con Hipias de Élide. Se podría decir que al igual que el anterior diálogo, Hipias menor, el problema planteado aquí queda sin resolver (diálogos aporéticos). La autoría de Platón ha sido puesta en duda respecto a este diálogo, no obstante, es innegable que hace parte del corpus platónico estudiado históricamente. Hipias mayor es uno de los diálogos que abordan directamente el tema de lo bello y la esencia de lo bello. Lo bello en sí mismo y la esencia que debe subyacer a todas las cosas para que sean bellas. Por otra parte, en este diálogo la relación entre Sócrates e Hipias tiene más fricción; el primero se muestra mucho más irónico, y el segundo más irritable.
Lo bello como una propiedad de los fenómenos, de las cosas, de las personas, etc, está en el centro de la cuestión. La belleza como una cualidad propia de los objetos es una perspectiva que duró siglos en Occidente. Solo hasta Kant, se afirmaría que lo bello no es “algo” que subyace a los objetos, sino una satisfacción, un estado o sentimiento propio del sujeto, pero esto ya es otro tema. De momento, hay que subrayar que el Hipias mayor y el Banquete son dos diálogos donde se aborda la naturaleza de lo bello. De ahí que estos dos diálogos sean una base para empezar a estudiar el problema de lo que hoy llamamos “estética”.
Esta reseña y breve análisis ha tomado como base la edición de la Editorial Gredos. La traducción de este diálogo es del lingüista, traductor y profesor Julio Calonge Ruiz, cofundador de la Editorial Gredos en 1945.
La primera pregunta que Sócrates lanza a Hipias ya tiene un pequeño aguijón: “¿Por qué crees que los sabios se mantenían alejados de los temas públicos?”. Se lo pregunta porque Hipias se jacta de ser embajador de Élide. Pero lejos de adoptar una actitud reflexiva, Hipias afirma que antes los sabios simplemente no eran capaces de entrar en ese campo como lo hacía él mismo. En buena parte de la introducción del diálogo se ve que Sócrates alaga el éxito económico de Hipias, su gran aceptación en las ciudades y su sabiduría en general. Es decir, alimenta su ego, y desde ahí lo lleva a la reflexión sobre lo bello. Los recursos narrativos de este diálogo también son muy interesantes (como en todos los diálogos). Tal vez lo más interesante: si en el Critón Sócrates propone suponer “qué dirían las leyes frente a la posibilidad de fugarse”, en Hipias mayor Sócrates también pide a Hipias que suponga lo que un amigo cercano de Sócrates le preguntará a este sobre la esencia de lo bello. Un recurso que hace compartir la reflexión con un personaje hipotético, una voz externa y deslocalizada, que le quita “leña” a la confrontación directa y descarga de emociones el ejercicio del pensar. Comúnmente, se afirma que este tercer personaje es simplemente el alter ego de Sócrates, su versión más severa e infatigable, la cual no puede mostrar directamente a Hipias para no sacarlo de quicio.
Siguiente parte: Hipias se jacta de su éxito económico, excepto en Esparta, Lacedemonia (Laconia), porque la ley de esta ciudad no permite pagar por servicios educativos dados por extranjeros. Frente a esto Sócrates “hace” que Hipias acepte, entonces, que la ley de Lacedemonia “infringe la ley” por no confiar la educación a alguien como Hipias que tanto sabe y de quien en Lacedemonia misma han aceptado de buen agrado sus discursos (pero sin pagarle).
¿Entonces por qué les gusta escucharte? Pregunta Sócrates. Aquí Hipias introduce el hilo sobre lo bello: responde que le escuchan con gusto todo lo referente a los héroes pasados y la antigüedad en general; por ejemplo, recientemente “al tratar de las bellas actividades que debe un joven ejercitar, hace poco fui muy alabado allí” (286a). Afirma que su discurso se basaba en el momento en que “Neoptólemo preguntó a Néstor cuáles eran las actividades buenas que, al ejercitarlas en juventud, harían que un hombre alcanzara la mayor estimación. A continuación, habla Néstor y le propone numerosas actividades bellas y de acuerdo con las costumbres” (286b). En boca de Hipias ya se deja ver lo que más adelante Sócrates llevaría a concluir preliminarmente: la estrecha cercanía entre lo bello y lo bueno.
La esencia de lo bello
Sócrates incluye en el diálogo al supuesto amigo que antes le habría interrogado sobre cómo es que Sócrates sabe qué cosas son buenas y qué cosas son feas. Le pide entonces a Hipias “Explícame qué es lo bello en sí mismo”, para así poder responder a su supuesto e insistente amigo.
Tres intentos de Hipias:
Hipias tilda a la pregunta como algo fácil, insignificante, sin importancia. Sócrates le insiste que no pregunta “Qué es bello” sino “Qué es lo bello”, pero Hipias no ve la diferencia y responde que lo bello es “una doncella bella” … Sócrates, consecuente, lo lleva a afirmar que entonces una yegua bella, una lira bella y una olla bella también serían respuestas válidas a la pregunta. Frente a lo cual Hipias no puede sino aceptar, aunque la olla bella le parece demasiado. Frente a la obvia relatividad de la belleza Sócrates le ofrece considerar que, si la raza humana comparada con los dioses es fea, entonces, qué sería lo bello en sí mismo. El Hipias retratado por Platón se queda en la superficie de la cuestión y responde que sería el oro, ya que el oro siempre embellece todo (Sócrates le hace ver que una cuchara de madera de higuera podría ser igualmente o más bella que una cuchara de oro).
Después, Hipias encuentra que lo más bello en toda circunstancia sería “ser rico, tener buena salud, ser honrado por todos los griegos, llegar a la vejez, dar buena sepultura a los padres fallecidos y ser enterrado bella y magníficamente por los hijos” (291e-d).
Tres intentos de Sócrates (¿en realidad cuatro?):
Sócrates insiste que su supuesto amigo no se vería satisfecho con esa respuesta… Le subraya que la pregunta es acerca de lo bello en sí mismo, eso que, al agregarlo a cualquier cosa, piedra, madera, hombre, dios, acción o conocimiento, lo haría bello. Los ejemplos dados en la conversación llevan a que Sócrates pregunte si tal vez “lo adecuado” sería ese común denominador de lo bello. Hipias está de acuerdo, como en el caso de vestir adecuadamente, haciendo que un hombre, aunque sea ridículo parezca bello si viste adecuadamente. Pero esto solo hace “parecer”, no “ser”. Descartado.
La comparación entre la cuchara de palo y la cuchara de oro ya había dado una clave importante para el segundo intento de Sócrates: Lo útil. Siendo los ojos, el cuerpo humano, los animales, los instrumentos musicales, útiles, entonces sería ese valor lo que subyacería a su innegable belleza. La utilidad es la capacidad para cumplir aquello que es su función, y eso es lo que haría bello a cualquier cosa o fenómeno. Si algo es entonces capaz y útil, es poderoso también, luego el poder también es algo bello.
Pero, dice Sócrates “los que pueden son potentes por el poder, no por la falta de poder… Todos los hombres hacen más males que bienes, empezando desde niños y cometen errores involuntariamente… Este poder y estas cosas útiles para hacer el mal ¿también son bellas?”. Hipias responde a los esperado: No. Luego lo potente y útil no son suficientes, entonces Sócrates razona “¿es acaso esto lo que nuestra mente quería decir, a saber, que lo útil y lo potente para hacer el bien es lo bello?” (296d). Aquello que es útil y potente, y además bueno, sería lo provechoso. Por lo cual todas las cosas bellas, los cuerpos bellos, la sabiduría bella son bellas por ser provechosas.
Pero aquí encuentran un escollo lógico: esa aparente equivalencia entre lo provechoso y el bien, entre lo bello y el bien, no permitiría afirmar que lo bello es al mismo tiempo lo bueno. Una cosa es una, y otra es otra. Lo bueno como causa de lo bello, no puede ser al mismo tiempo efecto de lo bello. Lo “bueno”, el “bien”, es motivo de reflexión en otros diálogos y ocupa un lugar central en las virtudes y el universo ético griego expuesto en los diálogos de Platón.
Lo bueno casi ha logrado responder a la búsqueda de la esencia de lo bello. Si no es lo adecuado, ni lo útil, ni lo bueno, aquello que permite ser bello, entonces Sócrates propone indagar si lo bello sería aquello que causa placer a los sentidos de la vista y el oído (a estos sentidos y no los demás, por ser estos los más destacados). La reflexión no niega que lo bello tenga que ver con el placer, pero encuentra que, si lo bello produce el provechoso placer de la vista y el oído, otra vez se observa que lo que produce no puede ser igual a lo producido (303e). Frente a este callejón sin salida, Hipias vuelve a ser caracterizado por Platón como un sofista más preocupado en el convencer y en “quedar bien”, por sobresalir haciendo uso de la retórica en esas experiencias orales y discursivas que caracterizaban la participación ciudadana y pública en aquella Atenas. Afirma: “lo bello y digno de estimación es ser capaz de ofrecer un discurso adecuado y bello ante un tribunal… convencer y retirarse llevando no estas nimiedades, sino el mejor premio, la salvación de uno mismo, la de sus propios bienes y la de los amigos. A esto hay que consagrarse, mandando a paseo todas esas insignificancias, a fin de no parecer muy necio, al estar metido como ahora, en tonterías y vaciedades” (304 a-b).
Claramente, lo anterior deja ver los dos perfiles tan diferentes que retrata Platón, Hipias es práctico, su inteligencia lo lleva a ganar, a aprovechar las circunstancias, mientras que Sócrates es un hombre descalzo, que se preocupa de aparentes nimiedades que en el fondo no son sino la búsqueda de la verdad. El diálogo termina con una frase que ha merecido innumerables interpretaciones como otros temas que trata Platón en los Diálogos: Creo que entiendo el sentido del proverbio que dice ‘Lo bello es difícil’.
Estructura del diálogo Hipias mayor:
La siguiente es la estructura general de lo que acontece en el diálogo. Principalmente, primero hay una caracterización del personaje Hipias, luego sus respuestas y posteriormente los razonamientos inducidos por Sócrates.
I. Caracterización de Hipias (281a-286b)
A. Hipias y predecesores (281a-282a, 283a)
B. Hipias y sus contemporáneos (282b-e)
C. Hipias y Lacademonia (283b-286b)
II. Tres intentos de Hipias para definir lo bello (286c-293c)
A. Una bella doncella (286c-289c)
B. El oro (289d-291c)
C. Riqueza, salud, honor, vejez y entierros dignos (291d-293c)
III. Tres propuestas de Sócrates para encontrar la esencia de lo bello (293d-304e)
A. Lo apropiado (293d-294e)
B. Lo útil y lo benéfico (295a-297d)
C. Los placeres a través de la vista y el oído (297e-304e)