El libro de la enfermedad es un poemario de Daniel Miranda Terrés, publicado por la Editorial Cuadrivio en 2017 (109 páginas). El libro está disponible tanto en forma física y digital. Inicia con el epígrafe de Nuvalis: «La vida es una enfermedad del espíritu», posteriormente, tiene una estrofa de «Veladora» del poeta mexicano Chritian Peña; con estas dos entradas espectaculares, abre el canal receptivo del lector, al inmiscuirse en una temática profunda, temida, a la cual la gran mayoría rehuímos incluso el nombrarla, pero otros, quienes están siendo presas de enfermedades físicos y dolencias en el alma, llegan a convertirla en parte de su personalidad, en la temática que circunda las conversaciones y en una compañera de vida.
Poemario escrito con voz fresca, fuerte y joven de Daniel Miranda Terrés, poeta de quien poca información personal y profesional encontré en la red, salvo la que el mismo texto presenta al final. Mexicano, nacido en 1988. Estudió Creación Literaria en el Instituto de Bellas Artes y su obra ha sido galardoneada: «Pan: el dios del miedo» (Premio Nacional de poesía Clemencia Isaura 2015), «Anatomía del fracaso» (premio Nacional de poesía Bartolomé Delgado de León 2015) y «El libro de la enfermedad» (Premio Ibternacional de poesía Ramón Iván Suárez Camamal 2016).
Su libro llegó a mis manos vía recomendación de un taller de poesía que estoy cursando en línea, atrajo mi atención su título, porque las enfermedades son algo de lo que todos los seres humanos tenemos conocimiento y conciencia; si éstas no han llegado para quedarse, aparecen esporádicamente en nuestro cuerpo, en el de personas cercanas o conocidas y son la mayoría de las veces, antesala de la desesperanza y el camino a la muerte.
Dentro del arte nuevo de hacer libros, que explica Carrión 2016, en el texto que lleva ese mismo nombre, hay distinciones muy propias como: los espacios en blanco, la espacialidad, los capitulos, epigrafes; marcos contextuales que dan vida y sentido en conjunto al texto. También dice que no es necesaria una lectura lineal, puede empezarse en cualquier capítulo y el texto va dando significado por sí mismo; hay una continuidad implícita, la cual demuestra el dominio y madurez del escritor al abordar un tema determinado.
Inicia con el capítulo «Apuntes para mi viuda», mismpo que hace gala de un lenguaje poético, metafórico, haciendo referencia a su llegada al mundo, al signo astrológico que lo caracteriza, los tiempos difíciles en que nació y la enfermedad que trabaja silenciosamente por su cuerpo. Reconoce a su esposa, el esfuerzo de cuidarle, alimentarle y hacerle compañía; tratando de evadir el avance sigiloso que carcome sus huesos y roba su aliento.
El segundo capítulo se denomina Constelación familiar. Da entrada recordando a su madre, al pueblo, a la plaza, incluso a la anciana que la barría y en el último verso, nombra al padre, quien es uno de los protagonistas mas aludidos en su texto.
Una de las características de un buen poema, es que tiene la facilidad de hacerse a la medida del lector, puede una ponerse el traje y empieza a poetizar su propia historia. Al llegar a este capítulo, sentí que estaba escrito para mi. Es un retrato tan vívido de mi constelación familiar. Mis hermanos mayores no vivieron su niñez, porque tuvieron que asumir otros roles que no les correspondía. Dejaron pendiente el subirse y mecerse a las ramas de un árbol, se limpiaron sus lágrimas y treparon al tren de los adultos, con las responsabilidades y obligaciones para las cuales aún no habían madurado, pero debían enfrentar.
Mi padre, también fue alcohólico y sus pulmones estaban incendiados por el humo del cigarro marca «Delicados» que consumía uno tras otros. El poema deja entrever la nostalgia y añoranza por un padre que no fue protector, que no jugó con sus hijos y que un día se fue y los abandonó. Retrata otra clase de muerte, la de las ilusiones; la que maltrecha y lastima el corazón y deja cicatrices en el alma; la prohibición de su madre de evocar el nombre y rostro de su padre, como si los recuerdos pudiesen desaparecer por el solo hecho de dejar de nombrarlos.
De igual forma, incursiona con la magia de las palabras hechas verso, a como el tiempo destruye no solo a las personas, sino a todos los objetos familiares con los que crecemos y que de alguna manera, son el respaldo de las memorias donde se tejieron sueños. Se enfermó el refrigerador, la televisión y al paso de las secuelas que dejaron cicatrices y dolencias; sus momorias y utilidad fueron borrándose del plano físico, sin tener ya más historias para contar. Nosotros, somos la herencia de nuestras generaciones; recordamos su vida, pero también sus enfermedades y la causa de su muerte. Somos espejos tridimencionales que reflejan pasados y futuros.
Infancia, es el nombre asignado al tercer capítulo. «Las ramas en vez de frutos, proveían pájaros», esa capacidad de la niñez de transformar, crear, inventar, soñar, puede leerse en cada uno de sus versos. «armábamos barcos de papel cuando llovía…sin saber que la infancia también es un barco/ que un buen día se aleja». Como en cada verso, me remontó a mi niñez, cuando pasaban las horas sin más prisa que seguir construyendo universos de fantasía. Una toalla de baño sostenida en nuestra cabeza, era el cabello largo que mecíamos al caminar y el cual postrábamos orgullosas, como portento de feminidad y hermosura.
Tuvimos tantos nombres, tanta historia, profesiones y ocupaciones. Tan pronto eramos artistas de cine, como madres de familia.
Vuelve al meollo y génesis de su trabajo al titular el siguiente capítulo «Hombre muerto», como un reflejo de ese dolor infringido por el abandono de su padre. «…por eso decimos que mi padre estaba muerto/ porque un buen día se largó y jamás volvió como lo hacen/los muertos….porque sus manos fueron incapaces de un abrazo/…mi padre es una caricia que jamás hemos sentido/…la muerte no es agua dulce/es mar profundo que nos ahoga el pecho/…mi padre es un día muerto/una fecha muerta/ y termina con este verso: Porque más negro que la muerte son los días.
Vivimos en una sociedad donde predominan las madres solteras, hijos que jamás conocieron a su progenitor biológico, abuelos que hacen las veces de padres; madres que contraen nupcias con otro hombre, otorgándole el título de padre de sus hijos, o madres, como la descrita en este poemario; que prefieren enterrar su recuerdo en vida.
Referencias:
Carrión, Ulises. El arte nuevo de hacer libros: Archivo Carrión I. Tumbona, 2016.
Neubauer, John. Bifocal vision: Novalis’ philosophy of nature and disease. No. 68. University of North Carolina Press, 1971.
Peña, Christian. Veladora. Cuadrivio 2017.