Henri Cartier Bresson es uno de los grandes pioneros de la fotografía contemporánea. Su obra, inconfundible e inolvidable, hace parte del patrimonio cultural y fotográfico de la humanidad. Todos los interesados en la expresión fotográfica deberían reconocer en él a un referente de la fotografía social y documental. Pero no digo nada más sino que su trabajo nos dejó instantes inmortales del siglo XX.
Por ahora, vale empezar recordando cuán antiguas y fieles han sido las imágenes en la historia de la humanidad, para así llegar a descubrir en las fotografías de este gran fotógrafo francés, la sensibilidad de su mirada y el basto legado de su vida y obra. Henri Cartier-Bresson y la fotografía del siglo XX tienen una historia en común que puede entreverse al conocer quién fue este importante fotógrafo.
Ojalá nadie olvide que las representaciones pictóricas han existido desde siempre; sería como desconocer nuestra propia condición, o más aún, sería como ignorar los poderes que los dioses han dado a los seres humanos. En la naturaleza todo tiende a conservarse y a reproducirse, y el ser humano, sabiéndose partícipe de esta ley, no ha escatimado esfuerzos en declarar su esperanza de inmortalidad. Consecuentemente, la creación de imágenes ha sido una manera de plasmar nuestro sentimiento de perennidad, en el que naturaleza y cultura se encuentran.
Los primeros de nuestra especie no necesitaron de nada más sino de lo que hallaron en el medio ambiente, para expresar el sentimiento de la vida y la existencia. Usaron pigmentos básicos y rudimentarios, suficientes para pintar aspectos importantes de sus vidas en las paredes de las cuevas que usaban como hogar y refugio. Cualquier cantidad de animales, manos, árboles, escenas de caza y gran cantidad de figuras y símbolos sirvieron para adornar o consagrar sus cavernas. Tal vez querían expresar con ello sus anhelos, sus experiencias individuales y comunitarias, sus pensamientos, sus creencias, sus obsesiones y sus sueños… o tal vez sólo querían retener el tiempo, recordar y mostrar su memoria de alguna manera, no echar el pasado al olvido. Muchos puntos de vista han sido adoptados acerca de este tema, pero ninguno ha sido aceptado como respuesta final. Y menos mal, porque las imágenes hacen parte del misterio humano. Primero, dejamos imágenes en las cavernas, y miles de años después, llegó la escritura.
Preguntarse acerca de la función y efecto de las imágenes es un ejercicio complicado. Y así también acerca de las vidas de quienes nos han dejado a través de los siglos sus creaciones visuales. Es importante considerar la honda unión entre la vida y la obra de un personaje como Henri Cartier Bresson, para poder responder a las preguntas que se plantean al escribir y al leer una biografía suya. No obstante, hay una sencilla evidencia en sus fotografías (y en todo tipo de imágenes) que nos permite situarnos a todos del mismo lado y compartir un sentimiento profundo y común alrededor del conjunto de su obra: las imágenes son rastro, son huella y son testimonio. Así lo ha sido desde el cavernícola hasta el hombre moderno. Las imágenes persisten después de la muerte de sus autores, para recordarnos su vida, su expresión particular y el mundo que pasó con ella.
¿Qué cualidad hay en la humanidad que nos impulsa a vivir con imágenes constantemente? ¿Cómo entender la necesidad de imágenes para expresar la percepción que tenemos del mundo y sus cambios, de los individuos y la sociedad? ¿Cuál es el deseo de tener imágenes fieles a la realidad o la imaginación? Estas preguntas son fundamentales para recobrar el asombro y para situar a Henry Cartier Bresson en el convulsionado siglo XX, el siglo de la multiplicación de las imágenes, el siglo de la abstracción pictórica, del cine y la fotografía, el siglo de las guerras mundiales y de las revoluciones nacionales. Henry Cartier Bresson murió el 3 de agosto de 2004 a los 95 años. Vivió durante todo el siglo XX y sus fotografías componen uno de los más geniales testimonios visuales de la modernidad, no en vano se ha dicho de él, hasta el día de su muerte, que es el Ojo del siglo.