La obra fotográfica de Henri Cartier-Bresson me ha impactado especialmente porque sus instantáneas revelan a un gran observador, a un cazador de momentos únicos y a un retratista que supo capturar el rostro de su interlocutor, exento de la presión de ser fotografiado. Sí, su obra me ha impactado primero por lo que sugiere de su autor, y luego, por el resultado, sus fotografías.
Henri Cartier-Bresson fue un fotógrafo entregado a la observación, sin mucha preocupación por las posteriores ediciones técnicas. Su arte estaba en la obturación y el encuadre, no en la modificación del negativo.
Su disparo fotográfico era el resultado de una reacción instintiva en el instante decisivo, y no estaba pensado para el proceso posterior del revelado o la edición. En parte, se lo debe a la influencia de André Breton, de quién comprendió el papel de la expresión espontánea, de la intuición y la actitud de rebelarse. Cartier-Bresson siempre dejó de lado el uso del flash y no puso sus manos en el revelado.
En su tiempo, definió su oficio de fotógrafo así: «soprender a la vida en flagrante delito». Escribí una biografía sobre este fotógrafo porque quería saber más sobre la vida y experiencias detrás de esas grandiosas fotografías que han ayudado a construir la historia del siglo XX. {Bueno, Julián (2006) Henri Cartier-Bresson. El azar y el instante. Panamericana editorial. Bogotá}.
«Apunte, dispare y desaparezca» es una máxima militar reinterpretada por Henri Cartier-Bresson como principio práctico de la fotografía. Afirmó que no hay nada accidental en sus fotos, sin embargo, creyó que la composición se basaba en el azar. Un poco por el surrealismo, un poco por influencia del budismo zen, el azar era para Henry Cartier-Bresson un concepto muy especial, un poder fuera de la conciencia y el control que se alimentaba del ser profundo. La acción de obturar con la cámara fotográfica era para él como el disparo de una flecha por un samurai: un acto que nace del interior y que fluye naturalmente para dar en el blanco. Una inspiración.
Henri Cartier-Bresson y el instante decisivo:
El instante decisivo es su concepto principal, y tal vez el único que tenga. Cuando le preguntaron por su técnica respondió explicando que el instante decisivo es un momento en el cual dispara para capturar una esencia durante el transcurrir continuo de la acción. No hay nada en este mundo que no tenga un momento decisivo, había dicho.
Henri Cartier-Bresson es uno de los cronistas fotográficos más importantes del siglo XX. Su inconfundible obra ya hace parte del patrimonio cultural de la humanidad. Comúnmente llamado «padre del fotoperiodismo», plasmó en sus fotografías personajes y momentos importantes del siglo XX. Junto a Robert Capa y David Seymour, entre otros, fundó la agencia Magnum Fotos. Hoy en día, esta agencia da continuidad a la acción de aquellos pioneros.
El hecho de ser observado modifica el modo de mirar a los otros. Henri Catier-Bresson
Había comenzado de joven con la pintura (y en la vejez volvió a ella – ver aquí la cronología), pero los acontecimientos de su época lo empujaron a optar por un instrumento más reactivo. Afirmaba que «…el aventurero en mi se sintió obligado a testificar, con un instrumento más rápido que el pincel, las cicatrices del mundo«. Cicatrices, si. Su participación en la Segunda Guerra Mundial y su tiempo como prisionero en un campo de trabajos forzados en Alemania templaron su espíritu e influyeron en su posterior carrera.
Muchas de sus fotografías son de momentos difíciles como la guerra civil española, la muerte de Gandhi o la China de Mao. Y sus retratos nos han dejado imágenes únicas de personas como Picasso, Matisse, Fidel Castro, el Ché Guevara, Camus, Giacometti, Colette, Ezra Pound, Martin Luther King, Truman Capote, entre muchos otros.
La invisibilidad
Sería interesante para cualquier lector que quiera saber sobre la vida de Cartier-Bresson acercarse a su obra. Entonces me pregunto qué significa esto ¿Cómo una obra se vuelve relevante ante los ojos de un espectador? No hay una única respuesta a esto, sin embargo, no quiere decir que uno no pueda elegir una. Creo que su biografía tiene que ser una respuesta, una respuesta sobre la obra y la vida del autor, una respuesta que yace en la interpretación.
¿La vida de un hombre es su obra?
¿La vida de un hombre es su obra?, o ¿la obra de un hombre es su vida? Pareciera que las dos preguntas fueran lo mismo, pero en la interpretación y en la manera como la respuesta es construida, tal vez, son cosas diferentes, pues no es lo mismo contar la vida de alguien a través de su obra que contar una obra a través de una vida, puede que en el fondo sean lo mismo, pero en la forma son cosas diferentes.
Además porque, se me ocurre, una obra puede tener vida propia, tan propia que se distancia de la vida de un autor. De hecho, en términos temporales, una obra puede durar más que la vida de su autor. O que tal si cada autor vive tantas vidas cómo cada una de sus obras. Estas divagaciones me llevan a pensar en el soporte técnico de la obra fotográfica.
El sustrato que soporta a la obra fotográfica tiene unas propiedades particulares que facilitan y circunscriben a su vez los tipos de producciones simbólicas y posibles intercambios que se pueden generar culturalmente.
A diferencia de otros soportes técnicos, la fotografía se caracteriza, en la mayoría de veces, en ser tendenciosamente realista. Entonces llego a esta conclusión ¿qué realidad de la vida de un fotógrafo exponen sus fotografías? ¿Qué realidad intentaba comunicar HCB con cada una de sus fotografías? Este juego de espejos me llama mucho la atención. Una cita de Borges viene al caso: “… los espejos tienen algo monstruoso. Entonces Bioy Casares recordó que uno de los heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”.