¿Qué es Dadá? según Theo van Doesburg y Tristan Tzara

Libro Qué es Dadá - Theo van Doesburg
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Después de leer el texto ¿Qué es Dadá? de Theo Van Doesburg (1883 – 1931), he podido acercarme un poco más a eso que él y otros artistas como Hans Arp o Tristan Tzara llamaron El espíritu Dadá. Éste se suele vincular solo a las artes plásticas, pero el Dadaísmo era más una actitud, una postura desde la cual expresar y pensar en contravía del canón establecido. En la publicación ¿Qué es Dadá?, la editorial Casimiro libros (Madrid, 2018) ha reunido los textos ¿Qué es Dadá? de Theo Van Doesburg, las Cartas a Tristan Tzara enviadas por Theo Van Doesburg, el Manifiesto Dadá escrito por Tristan Tzara, Dadaísmo en Holanda escrito por Kurt Schwitters, Homenaje a Theo Van Doesburg escrito por Kurt Schwitters, y La actitud Dadá por Tristian Tzara. Esta reseña y comentarios sobre el Dadaísmo está basada en esa publicación.

Composition IX, Opus 18: Abstract Version of Card Players, de Theo van Doesburg.
Composition IX, Opus 18: Abstract Version of Card Players, de Theo van Doesburg. Imagen tomada de la Enciclopedia Britannica.

¿Tiene algo que ver el Dadaísmo con el mundo del siglo 21? En el mundo neo-viral instaurado en el año 2020, se me antoja que el Dadaísmo es una voz que tiene mucho sentido. Ahora, ir en contravía tiene mucho sentido. El Dadaísmo nació después de la fatídica Primera Guerra Mundial, aunque los dadaístas dijeron que Dadá no tenía origen. Surge, según los documentos, en 1916 en Zurich, como un brote de la actividad de Hugo Ball, Hans Arp, Emma Hennings, Tristan Tzara, entre otros. Tal vez estaban en lo cierto y llegaron a Dadá por un camino propio: Dadá es un destino al que muchos seres humanos ya habían llegado antes, y llegarían después. Las condiciones de la posguerra eran propicias para que la respuesta del Dadaísmo se diera a conocer. Esas condiciones eran sociales, culturales y económicas, en el fondo espirituales, éticas, morales. A saber, condiciones de desesperanza, fracaso social y herida moral. El Dadaísmo reaccionó a ese sinsabor que dejó la guerra y a la creencia ciega en el positivismo.

La voz Dadá, su sentido contradictorio, se entiende muy bien 100 años después, en el contexto del siglo XXI, porque vivimos en un contexto similar. Es evidente que el mundo neo-viral del siglo 21 también vive de desilusión en desilusión, de crisis en crisis. Un ritmo al que nos ha acostumbrado un modelo de sociedad capitalista. Al leer cómo Theo van Doesburg y Tristan Tzara describen el espíritu Dadá, observo que Dadá encaja muy bien en las sensibilidades del mundo de hoy: “Dadá no tiene patria ni nacionalidad. Surgió… en respuesta a una necesidad general de autopurificación espiritual… Nació de una protesta general contra la totalidad de nuestra manera de pensar… los dadaístas, en casi todos sus manifiestos, declaran abiertamente no querer nada, no saber nada y no ser nada” (2008: 21).

Escribió Francis Picabia: “Dadá es como vuestras esperanzas: nada. Como vuestros ídolos: nada. Como vuestros paraísos: nada. Como vuestros políticos: nada. Como vuestros héroes: nada. Como vuestros artistas: nada”. Unas palabras que décadas después harían eco en Gonzalo Arango y el Nadaísmo.

Personajes como Tristan Tzara representaban “una poesía que fuera capaz de plasmar con la palabra el nuevo contenido del mundo”, comenta en su texto Theo van Doesburg. Éste último fue, a su vez, un pintor autodidacta muy interesante que pasó del modernismo, al abstraccionismo, al cubismo y al Dadaísmo. Compartía esa necesidad de responder de forma propia a ese mundo nuevo y junto con Vilmos Huszár y Piet Mondrian fundaron la revista “De Stjl” (el estilo) en Holanda en 1917. Theo Van Doesburg además influye en la Bauhaus, alejándola del expresionismo y acercándola más al constructivismo.

Piet Mondrian tiene algo que ver en esto también, ya que bien representa al neoplasticismo, y su obra es un desarrollo que rompe las cadenas de la pintura tradicional y la figuración, muy cercana al constructivismo ruso. De hecho, neoplasticismo, dadaísmo y constructivismo, dice van Doesburg, comparten el rechazo a las formas del impresionismo y el expresionismo. Muchos, sino todos los dadaístas habían trabajado en otros estilos y llegaron al espíritu Dadá. Y después, una vez agotada esta postura, por decirlo de alguna forma, llegaron al surrealismo.

Para el Dadaísmo la cultura occidental es una “carcomida nave que zozobra”

Raoul Hausmann

Para el Dadaísmo la cultura occidental es una “carcomida nave que zozobra”, según Raoul Hausmann; “Dadá es la vesícula en la que germina un nuevo tipo de hombre: más allá del peso muerto del pecado moral cristiano medieval” (2008: 19).

Dadá no quiere decir nada, y con eso afirma su gran principio: no tener principios. Dadá supera la dualidad comúnmente admitida ente materia y espíritu, Dadá es, y al leer esto hace abrir los ojos, un sí – no. De cada “si”, dice Van Doesburg, Dadá ve el “no” correlativo. “Dadá considera la actual visión del mundo fruto de todas las contradicciones e incongruencias inimaginables, como la bancarrota de los intentos de explicar la vida en función de la moral”, afirma.

Claramente, Dadá es una reacción, una alergia endémica a la visión eurocéntrica del mundo, de la cultura y la sociedad. Dadá no es tanto una enfermedad externa, sino una respuesta desde adentro del sistema. Dadá es una profunda levedad. Hoy tiene sentido descubrir el Dadá que hay en cada uno, si acaso lo hay.

Cartas a Tristan Tzara y el manifiesto Dadaísta

La publicación reseñada trae unas cuantas cartas que Van Doesburg escribió a su amigo Tristan Tzara. En ellas habla sobre su actividad editorial con las revistas De Stjl y la revista Dadaísta Mecano. En el primer número de Mecano participaron Francis Picabia, Crotti, Tristan Tzara, Paul Éluard, Ezra Pound, Theo van Doesburg, Mondrian, Marinerri, Boccioni y Man Ray.

Portada de la revista Mecano, número Azul. 1922
Portada de la revista Mecano, número Azul. 1922

Estas cartas invitan a pensar en esa manera, ya antigua, de comunicarse, con tiempos de espera, con tiempos para pensar más que para reaccionar. También hacen ver lo que eran las revistas para el periodo de entreguerras, un medio muy innovador para la época que jugaba plásticamente con las tipografías y las imágenes, un medio que, por otro camino, parió la abundante e intensa representación visual que se ha desarrollado bajo el yugo y patrocinio de la publicidad. No encuentro revistas digitales hoy comparables a esas revistas, a De Stjl, Mecano, Voltaire Cabaret o la revista surrealista Minotauro.

Ver la lista completa de autores y/o artistas dadaístas: https://dada.lib.uiowa.edu/#DADAISTS

Ciertamente, Triztan Tzara tiene un lugar central en el dadaísmo con la publicación del Manifiesto Dadaísta. Un retrato de ese rostro intraducible de lo que era el espíritu Dadá. Dadá no importa a Dadá, escribo un manifiesto y no quiero decir nada, estoy a favor de la contradicción, escribe Tzara en este manifiesto, repleto de figuras y con una evidente prosa poética.

Tzara vira hacia una opinión sobre la relatividad de las verdades. “Así nació Dadá, de una necesidad de independencia, de desconfianza para con la comunidad”. De alguna forma el manifiesto, es el manifiesto de Tristan Tzara. “Uno cree poder explicar racionalmente, mediante el pensamiento, lo que uno escribe. Pero es muy relativo. El pensamiento es algo muy bonito para la filosofía, pero es relativo. El psicoanálisis es una enfermedad peligrosa, adormece las propensiones antirreales del hombre y sistematiza la burguesía. No hay una Verdad última» (2008:63).

El Dadaísmo está en contra de la racionalidad propia del positivismo. No exhalta lo racional y desdeña todo sistema. Defiende la espontaneidad, la vía libre del inconsciente, por eso el Dadaísmo derivará en el Surrealismo. Está hasta la coronilla de los críticos de arte y en algún momento se vuelve en contra del mismo arte. “El arte es algo privado, el artista lo hace para sí mismo; la obra comprensible es producto de periodista”.

Para Tristan Tzara la actitud Dadá se basa en la riqueza de la contradicción. Dadá es antiartístico, antiliterario, antipoético. Su acción, siempre antimoderna, lleva a resituar al arte y a confundir o mezclar los géneros. Esta hibridación llegó para quedarse, junto a un espíritu antiburgués y antiacadémico. Defiende «la aspiración Dadá por una verdad indiscutible que era la del hombre expresándose fuera de las fórmulas aprendidas» (2008: 83).

Hay un parentesco evidente entre el Dadaísmo y todos los movimientos sociales, artísticos, culturales, políticos, nacidos desde el siglo XX, que contestan al establecimiento porque es, de alguna forma, un deber inevitable. Frente al proyecto moderno, positivista, capitalista, masculino, blanco, europeo, el espíritu Dadá se revela. Pero si bien abraza las contradicciones, no quiere decir que no tenga un norte, porque su dirección contraria al proyecto moderno es una dirección absolutamente política. En este sentido, Dadá resuena en el presente del siglo XXI, porque es necesario superar el proyecto moderno.

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Autor: El come libros

De la familia Liber Devoratoribus, un come libros promedio que necesita ingerir diariamente una cuota de letras para subsistir. Ese alimento lo digiere, transforma y entrega en forma de reseñas y análisis de libros.

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