El autor de la publicación ¿Por qué hacemos lo que hacemos? es el psicólogo social John Bargh; trabaja actualmente en la Universidad de Yale, donde formó el Laboratorio de automatización en cognición, motivación y evaluación. Miembro electo de la Academia Estadounidense de Artes y Letras, y autor de múltiples trabajos académicos sobre el poder del inconsciente, es además fundador del laboratorio Automatismo en Cognición, Motivación y Evaluación (Acme), de Yale.
Este libro es una compilación de experiencias, observaciones y sus consiguientes explicaciones de la conducta humana por parte de psicólogos científicos que recogen un conjunto de descubrimientos sobre el papel que juega la interacción entre la mente consciente y la mente inconsciente sobre las decisiones, resolución de problemas y en general la conducta del ser humano. Bien cuando estas dos entidades están actuando en equipo o bien cuando juegan de manera independiente. Todas estas revelaciones del “por qué hacemos lo que hacemos”, al parecer, están debidamente cuantificadas y documentadas en papers y demás publicaciones de ortodoxia científica. El doctor Bargh, por medio de una amena descripción las expone para nosotros con un lenguaje digerible y ameno. Mentes profanas como las nuestras, intuyen en algunas de las revelaciones que nos presenta Bargh la impresión de “esto ya lo sabía”, pero es, al mismo tiempo, justamente esta misma sensación lo inquietante de la obra; creer que ya lo sabíamos porque en la práctica lo hemos experimentado, “sin saberlo”, todo el tiempo.
Los numerosos experimentos que demuestran cada una de las afirmaciones planteadas están consignadas en el libro, pero en esta reseña, análisis y comentarios tan solo resaltaré las enseñanzas principales de los experimentos y estudios. Las aplicaciones prácticas de estos estudios sobre el inconsciente son insospechadas; están en todos los campos, destacando el marketing, el ejercicio del poder y la manipulación, y la psicología aplicada a las enfermedades de la conducta humana.
Este magnífico libro lo recomiendo como una lectura útil para la vida cotidiana de cualquier persona que quiera aproximarse al conocimiento de su propia mente y sus sesgos.
Título del libro reseñado: ¿Por qué hacemos lo que hacemos? El poder del inconsciente.
Su título original es: Before You Know It: The Unconscious Reasons We Do What We Do. Ediciones B, S.A.
En 2017 Penguin Random House compró esta editorial al Grupo Zeta. Los otros sellos han sido Bruguera, Vergara, Byblos.
Primera edición: junio 2018
Páginas: 460
Género: literatura científica
La premisa de la obra ¿Por qué hacemos lo que hacemos?
La premisa principal del libro ¿Por qué hacemos lo que hacemos? es que la mente – tal como Einstein sostenía sobre el universo entero – existe simultáneamente en el pasado, el presente y el futuro. Dice que nuestra experiencia consciente es la suma de estas tres partes que interactúan en el cerebro.
El inconsciente está constantemente guiando nuestra conducta. A veces ayuda, a veces pone obstáculos, pero al final su propósito es mantenernos a salvo, y para ello nunca duerme y nunca descansa. No podemos apagar la mente inconsciente.
El objetivo de la publicación
El objetivo del libro es meternos en la cabina de sonido de nuestra mente para que escuchemos mejor lo que está pasando, y podamos empezar a controlar mejor la música que suena en nuestra mente. Así lo expresa el autor John Bargh, como un símil de un DJ en una cabina de sonido de una emisora de radio, desde donde programa y controla la música que se emite desde allí.
Tenemos entonces, un pasado oculto, un presente oculto y un futuro oculto en nuestra mente que influye en nuestro pensamiento consciente en el presente continuo. Este libro trata de descubrir esas corrientes y vientos cruzados provenientes de nuestro pasado y de nuestra expectativa de futuro que interfieren en nuestra mente consciente del presente, y que a la postre deflacta la sobreestimación que el ser humano le ha dado al libre albedrío. Así que, el libre albedrio humano no es tan libre que digamos.
Cuando lleguemos a comprender las razones, tan sencillas como fascinantes de por qué hacemos lo que hacemos, y cómo nuestras mentes del pasado, el presente y el futuro influyen en nosotros sin que nos demos cuenta, la mente oculta ya no lo será tanto.
¿Qué esperar de este ensayo?
El doctor Bargh desea que aprendamos los descubrimientos científicos de su equipo de trabajo y otros investigadores; del porqué de nuestro comportamiento. Veamos algunas aplicaciones a nuestra vida:
- Proporcionar los elementos básicos para descubrir o intuir cómo, en un momento dado, está siendo influida nuestra experiencia consciente del presente continuo, por, quién lo creyera, nuestra antigua historia evolutiva, nuestra olvidada primera infancia y la cultura en la que nos criamos; así como por el pasado que ya no recordamos en absoluto: nuestro pasado inmediato – lo que hicimos ayer –.
- El modo en que influyen las ínfimas fracciones visuales de información en nosotros, principalmente en nuestros juicios instantáneos sobre las personas.
- Saber por qué es casi imposible ser neutral al juzgar a los demás (o al juzgar cualquier cosa)
- Saber cuándo podemos confiar en nuestras intuiciones y cuándo es mejor consultar con la almohada nuestras respuestas inmediatas.
- Comprobar que la visión de un grafiti puede convertir a un buen ciudadano en una persona que tira basura al suelo, y por qué cuanto más tiempo vive uno con su pareja, más se parecerá a ella.
- Advertir que nuestros objetivos y deseos ejercen una poderosa influencia sobre nosotros todo el tiempo; de manera que debemos tener cuidado con lo que deseamos.
- Explorar cómo lograr que nuestra mente trabaje de forma inconsciente para resolver problemas y como utilizar nuestros nuevos conocimientos sobre la mente oculta para alcanzar evasivas metas.
El pasado oculto
Las lecciones duramente aprendidas de supervivencia de nuestra especie constituyen nuestro pasado oculto y nos dotan de unos algoritmos automáticos que persisten hoy en día, aunque no tengamos un recuerdo personal de la larguísima historia ancestral que produjo ese mecanismo.
Primero inconsciente y luego consciente
Uno de los hallazgos del doctor Bargh fue registrar que los procesos inconscientes son primero que los procesos conscientes. Esto es importante por cuanto la Psicología hasta entonces creía que todos los procesos inconscientes se lograban tan solo después que el consciente los registraba; los grababa, digamos, y luego adquirían un automatismo que hacía que la persona ya los realizara de manera inconsciente. Pero resulta que esa premisa no resultó ser cierta. Este descubrimiento resuelve dos puntos de vista extremos que tenían las escuelas conductistas y cognitiva.
Por consiguiente, venimos al mundo con un software de fábrica en nuestro cerebro (mente inconsciente) como resultado del proceso evolutivo del hombre. Aquellos instintos de supervivencia y los mecanismos innatos para evitar el peligro como el frio, el miedo a la oscuridad o los sobresaltos a un fuerte ruido.
El pasado está siempre presente
Tenemos dos pulsiones fundamentales y primitivas que de manera inconsciente afectan a nuestros actos y pensamientos: la necesidad de sobrevivir y la necesidad de aparearnos. Otra pulsión fundamental desarrollada desde el pasado remoto, es la necesidad de cooperar unos con otros que articulan muy bien con la supervivencia y con la reproducción. Si tenemos en cuenta esta realidad subconsciente entenderemos mejor el presente.
Dentro de los instintos que navegan en nuestro inconsciente, tenemos también el evitar los gérmenes y la enfermedad que es una subcategoría de supervivencia. Vemos cómo este mecanismo de defensa subconsciente puede asociarse al discurso político. Por ejemplo, si la inmigración se asocia inconscientemente a los gérmenes y enfermedades, entonces las políticas en contra de la inmigración estarían al servicio de esa poderosa motivación evolutiva.
Nuestro primario y profundo instinto evolutivo de supervivencia y seguridad física está en la base de muchas de nuestras creencias y actitudes. Esta necesidad influye en nosotros de forma inconsciente y sin que lo entendamos. Incluso nuestros juicios morales, así como nuestros razonamientos conscientes y abstractos sobre cuestiones políticas y sociales pueden estar al servicio de ese instinto fundamental, sin que nos demos cuenta.
No tenemos memoria del pasado remoto, pero está siempre presente. Venimos equipados de fábrica con motivaciones básicas para la supervivencia y la seguridad.
Existe siempre una iteración constante entre las operaciones conscientes y las inconscientes de nuestra mente, así como entre lo que sucede en el mundo exterior y lo que sucede en nuestra cabeza.
Nuestras tendencias inconscientes se formaron para adaptarse a un mundo ancestral muchísimo más peligroso que el de ahora, con amenazadores elementos naturales como el frio y el calor, la sequía, el hambre, y hostiles animales salvajes, bacterias o plantas venenosas. El instinto fundamental de la seguridad física es un poderoso legado de nuestro pasado evolutivo y ejerce una influencia constante sobre la mente, respondiendo a la vida moderna de manera sorprendente (por ejemplo, influyendo sobre su voto político).
Lo inconsciente viene primero, tanto en el caso de la evolución humana como en el transcurso de nuestro desarrollo individual desde la infancia a la adultez. Durante el curso de la evolución humana, nuestros sistemas básicos psicológicos y de conducta fueron originariamente inconscientes y existieron antes de la tardía aparición del lenguaje y el uso consciente e intencionado de esos sistemas. Por sistemas en este caso se entienden los mecanismos naturales que guían nuestra conducta, tales como acercarnos a las cosas y personas que nos gustan y evitar lo que nos disgusta; prestar atención y advertir lo que nos disgusta e identificar cosas en el mundo que satisfagan nuestras actuales necesidades (como agua y comida), por no mencionar importantes instintos de supervivencia, como luchar y huir, y otros mecanismos innatos para evitar el peligro. Y en todos nosotros, ya de muy pequeños, existen motivaciones y tendencias básicas evolutivas que operan de forma exclusivamente automática hasta la edad de cuatro años, cuando empezamos a desarrollar un control consciente sobre nuestra mente y cuerpo.
Lo que sabemos ahora gracias a la antropología cultural y cognitiva y la moderna biología y psicología evolutiva, es que el cerebro humano evolucionó poco a poco, primero siendo una mente inconsciente muy básica, sin las facultades conscientes de la razón y el control que poseemos hoy en día. Era la mente de millones de organismos que no poseen ni necesitan nada parecido a nuestra consciencia humana para adaptarse y sobrevivir. Pero los originales mecanismos inconscientes de nuestro cerebro ancestral no desaparecieron cuando la conciencia y el lenguaje emergieron entre el resto de las criaturas, por fin en un periodo bastante tardío de nuestra evolución.
La conciencia no era una mente distinta que apareció milagrosamente de la noche a la mañana. Era un magnifico añadido a la antigua maquinaria inconsciente que ya estaba ahí. Esa maquinaria original todavía existe en todos nosotros, pero el advenimiento de la consciencia nos dio nuevos modos de satisfacer nuestros deseos y necesidades, por la capacidad de utilizar intencionada y deliberadamente esa antigua maquinaria desde adentro.
Ahora bien, el radar para detectar la afinidad social es desarrollado como mecanismo de adaptación; interpretar los signos y expresiones que nos dan seguridad si una persona es amigable o digna de confianza es una habilidad prexistente no viene de fábrica, pero si la montamos en nuestra mente inconsciente durante el desarrollo de nuestra vida.
Todos somos capaces de desarrollar un radar que capte señales significativas de nuestro mundo social, sin necesidad de detener el tiempo y el espacio para asimilar las señales conscientemente. Somos capaces de detectar los aspectos de la personalidad y la conducta que son más importantes para nosotros, incluso cuando nuestra mente está muy ocupada. Ciertamente somos capaces de hacer esto hasta llegar a la adolescencia, pero no antes, puesto que los niños no han tenido suficiente experiencia con el mundo social. Es una capacidad como cualquier otra que se desarrolla con el tiempo, pero con la experiencia se vuelve automática.
De gérmenes y presidentes
Nuestra seguridad física no solo consiste en evitar el daño físico; se refiere también a evitar enfermedades y los gérmenes en general. Por ejemplo, si la inmigración se asocia inconscientemente a los gérmenes y las enfermedades, entonces las políticas en contra de la inmigración estarían al servicio de esa poderosa motivación evolutiva: evitar la enfermedad. Con base en experimentos se ha podido saber, que por extraño que parezca, incluso perturbador, que nuestras preferencias políticas están profundamente influenciadas por nuestro pasado evolutivo.
Hondas y primitivas necesidades subyacen a nuestras creencias, aunque rara vez somos conscientes de las razones por las que mantenemos esas creencias. Más bien, nos convencemos que nuestros pensamientos solo surgen de principios e ideologías racionales, tal vez tendentes hacia el individualismo y el honor, o hacia la ecuanimidad y generosidad hacia los demás. No somos conscientes de los vientos de nuestro pasado evolutivo que soplan a través de nuestras actitudes y conductas, pero eso no significa que sus influencias no existan.
Las sensaciones de asco, además de causarnos repulsión, afectan además que a nuestras actitudes políticas abstractas, muchas cosas más. Se ha demostrado (Simon Schnal) que las sensaciones de asco físicas provocadas, por ejemplo, por estar en una habitación muy sucia influyen sobre nuestros sentimientos de asco moral, es decir sobre nuestra valoración moral de las conductas. Un estudio demostró que si la valoración de un acto, ejemplo, el robo de un medicamente, por parte de un sujeto que no podía pagarlo, para atender a su esposa enferma, se hacía en un espacio sucio las valoraciones de ese acto, por parte de los evaluadores, resultaba más permisiva que si la hacían en un espacio limpio y ordenado.
Nuestro primario y profundo instinto evolutivo de supervivencia y seguridad física está en la base de muchas de nuestras creencias y actitudes. Actúa de forma inconsciente y sin que lo entendamos. Su alcance va mucho más allá de las tareas concretas y sencillas de seguir vivos y evitar el daño físico. (Ver el libro La especie elegida de Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez).
Emociones y cooperación
Darwin entendió lo fundamental acerca de las emociones; i – nuestra especie evolucionó para sentir y expresar con gestos emociones de manera automática e involuntaria porque estas dos conductas nos ayudan a sobrevivir; ii – entendió que las emociones no las elegimos, sino que suceden en nosotros, pero son emociones útiles: nos alertan para que nos enfrentemos a los problemas antes de que sea demasiado tarde; iii – Darwin reconoció también que las personas pueden expresar emociones de manera consciente, incluso fingirlas. iv – Él pensaba que nuestras emociones se expresaban mejor de manera inconsciente (espontánea) que asoman al rostro a pesar de nuestro intento de disimularlas. v – Observó que nuestras expresiones emocionales involuntarias cumplen una función comunicativa hacia los demás: nos informan que hay algún peligro y por consiguiente para que esa información sea válida debe ser automática e involuntaria; las emociones comunicadas con expresiones faciales nos llevan a otro instinto inconsciente: el instinto de cooperación.
Las expresiones faciales de las emociones fue el modo original en que el ser humano comunicó información sobre el mundo. Michel Tomasello (primatólogo) sostiene que hay un “deseo humano intrínseco de comunicar a los demás las emociones, experiencias y actitudes”. Ha concluido tras décadas de investigación que nuestra motivación evolutiva de cooperar y de coordinar nuestras actividades con otros es nada menos que el rasgo principal que nos diferencia de otros primates. Evolutivamente los logros de nuestra especie lo dicen todo. Cooperamos si, y solo si, con las personas en las que confiamos. Aprender a distinguir en quien confiamos o no, es una de las tareas decisivas de nuestra vida.
El gen egoísta
A nuestros genes les importa mucho la supervivencia y la seguridad, pero con una meta subyacente: que vivamos el tiempo suficiente para tener hijos. Una de nuestras motivaciones principales es la reproducción. El atractivo físico no es el único desencadenante del impulso de reproducción. Nuestro inconsciente detecta señales hormonales de fertilidad también.
En los seres humanos, nuestras experiencias tempranas establecen las pautas no solo de las personas en las que confiamos de bebes y de niños, sino de la confianza que sentiremos hacia la gente durante la vida. Nuestro propio pasado de experiencias tempranas imprime sus propias e indelebles influencias inconscientes en nosotros. Y, aun así, tenemos pocos recuerdos de estos primeros años de nuestra vida, de manera que ignoramos el fuerte impacto que tienen sobre nuestros sentimientos y conductas. Nuestra experiencia en estos tiernos años constituye una segunda forma de influencias ocultas del pasado.
Tenemos procesos psicológicos de orden superior, que nos sirven para evaluar motivarnos y realizar conductas, que operan de forma inconsciente; pero quien lo creyera, sin la previa experiencia y uso consciente, lo cual se creía que eran prerrequisitos para que se pudieran ejecutar dichos procesos.
Requiere montaje
Tal vez no recordamos los primeros años de nuestra infancia, pero eso no significa que no sucediera nada importante. Al contrario, sucedieron muchas cosas que dieron forma a nuestros supuestos sobre el mundo; a menudo a nuestros sentimientos sobre los demás y a nuestra confianza en nosotros mismos. Una vida es como una flor, se expande a partir de un apretado capullo siempre hacia afuera, abriéndose más y más al mundo exterior. Desde los brazos de nuestros padres pasamos a movernos solos por la casa y luego por el barrio, la ciudad y la cultura que nos rodea. Pero al ir ampliando nuestro mundo, a medida que avanzamos desde la infancia, seguimos absorbiendo lo que vemos, lo que oímos y lo que nos dicen, ya otros niños, ya los medios de comunicación, de forma totalmente inocente, crédula, confiada. Nuestra cultura representa el tercer canal a través del cual nuestro pasado oculto sigue influyéndonos en el presente. Estas realidades de nuestro entorno social y de nuestra cultura son montadas, desde los primeros años, como experiencias que influyen en nuestro pensamiento, de las cuales no somos muy conscientes.
El primado (priming)
El método de priming (Karl Lashley 1890-1958) es un efecto por el cual un estímulo como un suceso o experiencia, aplicado a una persona, influye en su respuesta respecto a un estímulo posterior. Los efectos del priming son naturales y automáticos. Lo típico es que se presente información importante de forma disfrazada (estímulo/ influencia) o a veces incluso subliminal al individuo o grupo de individuos, de manera que afecte a los individuos primados, para que respondan tal como se predice (respuesta esperada). Por lo general los participantes no son conscientes de esta influencia. La influencia del priming no es consciente.
Utilizando este método los científicos sociales demostraron hechos como los siguientes:
- Los investigadores han sostenido de manera convincente que la ética protestante en USA no es solamente una figura retórica cultural, sino un sistema de valores que la mayoría de los americanos sostienen de manera inconsciente. Los orígenes Puritanos, cuatro siglos después, todavía dan forma a la conducta de norte América en cuanto al sexo, al dinero y al trabajo.
- Los Puritanos les dieron dos valores centrales o “éticos”. i – La principal conocida como “ética protestante” según la cual mediante el trabajo se alcanza la Salvación Eterna. Sí trabajas duro, eres una buena persona y vas al cielo. Y al revés, sino trabajas duro, no eres una buena persona puesto que “la pereza es la madre de todos los vicios”. ii – el otro valor es “el puritanismo”, sostiene que la promiscuidad y el sexo libre son el mal.
- Lo que hace a USA tan excepcional en su religiosidad y sus valores tradicionales, no es tanto estos valores en sí, sino el hecho que los hayan mantenido a través del tiempo y en presencia de tan floreciente prosperidad económica.
- Esta influencia actúa sobre los americanos modernos en sus juicios y sentimientos moralistas de manera inconsciente. Imagínese una influencia de una escala de valores instaurada desde el 1.600 d.C.
- Existen múltiples experiencias cotidianas que pueden estar primando nuestra conducta, sin que nos demos cuenta, desde tener un café caliente en las manos, pasando por nuestras creencias y valores culturales profundamente arraigadas. Ejemplo, los estadounidenses si se encuentran con palabras como “cielo” o “vida eterna” pueden verse motivados a trabajar más duro y esforzarse más en una tarea (influencia protestante). Y, si se interactúa con mujeres con ropa atrevida pueden tornarse más críticos con dicha ropa y de paso con la conducta sexual (influencia de los puritanos).
El entorno cultural (otro agente oculto) que inhalamos con tanta inocencia en nuestros años preescolares, sigue en el fondo de nuestras vidas adultas, operando en nuestra mente constantemente (primada con múltiples estímulos del entorno) tras bambalinas como el titiritero escondido tras su guiñol en un cumpleaños infantil. Es el caso de los chicos James Dresnok y Ted Dresnok, hijos de un soldado americano (James Joseph Dresnok) que después de la guerra de Corea desertó hacia Corea del norte. Se explica con el hecho que sus hijos se levantaron en esa cultura; y esa cultura tuvo el poder de convertirlos en enemigos acérrimos de USA. El libro desarrolla este ejemplo de como estos chicos, hoy adultos, sirven de propaganda anti gringa para la propaganda norcoreana.
La estela de la vida
El pasado reciente (y recientísimo) deja una estela en la mente que perdura mucho después que nosotros estemos ocupados en otra cosa, sin imaginarnos siquiera que nuestro pasado reciente nos está influyendo justo en esos mismos instantes.
Esto se aplica a las emociones como, ira, tristeza y a la excitación, y también a la atracción que sentimos los unos a los otros. Los estados de ánimo también se transfieren y pueden sesgar incluso nuestras importantes decisiones financieras.
Algo muy interesante es la influencia de nuestros encuentros sociales; si nos sentimos incluidos o excluidos por los demás, permanecen en nosotros y nos impulsan a elegir hasta cosas que no parecen relacionadas como sopa caliente en lugar de nuestra habitual merienda con jamón.
Nuestra experiencia reciente puede hacernos creer que el calentamiento global es un problema real, o bien algo que no tiene ningún problema. Y, si la experiencia reciente es bastante intensa puede incluso llevarnos a temas tan delirantes que las personas que nos encontramos por las calles nos parezcan zombis. Todo esto tiene que ver con las interferencias de nuestro pasado inmediato en la clara percepción de la realidad en el presente. Esta influencia nos lleva a sentirnos más atraídos hacia una persona o más enfadados con otras, como las experiencias que tenemos cuando vamos manejando el auto. Puede alterar nuestras decisiones financieras y modificar nuestra opinión sobre importantes cuestiones mundiales. El mundo cambia más de prisa que nuestras mentes y la vida deja un rastro en nuestras experiencias subjetivas, más que en la realidad, haciéndonos más susceptibles de tomar malas decisiones.
Damos por sentado que lo que pensamos y sentimos está provocado por lo que está sucediendo ahora mismo, delante de nosotros, y jamás cuestionamos esa creencia. Pero, muy a menudo lo que influye en nosotros es algo más que el aquí y el ahora; es el pasado: el ancestral pasado de nuestra especie; nuestro único y olvidado pasado infantil y nuestro pasado más reciente que justo ahora retrocede en el espejo retrovisor de nuestro día. Todos estos diferentes pasados importan, porque siguen afectando en el momento más importante en la vida de una persona: el presente.
El presente oculto
El presente tal como existe en nuestra mente, contiene mucho más de lo que conscientemente percibimos; existe un pasado oculto que afecta a casi todo lo que hacemos. Lo que hacemos y pensamos en el presente no está enteramente bajo nuestro control consciente. Dependiendo de las fuerzas ocultas que actúan en nuestro presente mental en cualquier momento, compramos diversos productos, interactuamos con otras personas en forma diferente y logramos un distinto rendimiento.
¿Me voy o me quedo?
Una función inconsciente vital y primitiva de nuestra mente es un mecanismo evaluativo de “bueno o malo”, “me voy o me quedo”. Se realiza de manera oculta a nuestra mente consciente; nos ayuda a decidir qué aceptar o qué rechazar. Este es el código binario definitivo y fundamental de la vida. Representa la condición primaria para el hombre y los animales: Bueno – malo; me quedo o me voy es la reacción animal al mundo. A veces, en el corazón de la complejidad encontramos la sencillez.
Aproximación y alejamiento. Es el efecto básico (automático, innato y evolutivo) de aproximación y alejamiento de las cosas o de las personas (objetos actitudinales) que nos producen inconscientemente agrado o desagrado; confianza o desconfianza y que tienen una respuesta en nuestra conducta. Existen experimentos de psicología que pueden usarse para cambiar la actitud o la conducta hacia cosas o personas (el autor las llama “objetos actitudinales”) que nos produzcan agrado o desagrado. Por ejemplo, cambio de conductas hacia el alcoholismo o para casos de racismo.
La importancia del nombre. “Egoísmo implícito”, que es la tendencia a preferir, sin saber por qué, personas o cosas que son similares a nosotros, aunque sea en aspectos muy superficiales como el parecido con nuestros nombres, fechas de cumpleaños, etc. Por ejemplo, el caso de la similitud con nuestros nombres es muy interesante porque basta que empiecen o terminen por la misma letra, o en el más exótico de los casos que contenga una letra de nuestro nombre para sentir una preferencia inconsciente por esa persona, cosa o lugar. Estos casos tienen mucho que ilustrar al respecto: hay muchísimos más Kents que viven en Kentucky, Loises que viven en Louisiana, Florences que viven en Florida y Georges que viven en Georgia, etc. La cuestión es que existen muchísimas más coincidencias que dan lugar a relacionar por ejemplo el nombre con la profesión, y asi un largo etcétera. El autor presenta muchas más coincidencias que los investigadores han cuantificado y tabulado que dan buena cuenta de esta afirmación.
Lecturas faciales. Nacemos con la capacidad de leer el estado emocional de una persona a partir de su expresión facial. Es innata la confianza ciega en que el rostro de otra persona nos dice la verdad. Llegamos a confiar tanto en esas expresiones faciales porque aprendemos que es difícil fingir las emociones; de hecho, es muy difícil mover voluntariamente los músculos de la cara involucrados en los mohines y gestos que producen las emociones. La evolución nos ha diseñado específicamente para mostrar nuestras emociones en el rostro de manera que los demás puedan verlas. Este aspecto de la conducta humana puede ser tan definitivo como, por ejemplo, las preferencias de los votantes a elecciones políticas guiadas solamente por el rostro de los candidatos. De hecho, para sorpresa de todos, estas preferencias relacionadas con lo que comunican los rostros de los candidatos resultan siendo, en algunos casos, mucho más definitorias que los cuidadosos juicios sobre la personalidad de los mismos.
Otros estudios relacionados han conducido a conclusiones aún más sorprendentes, como aquella que explica cómo nuestros rostros determinan el tratamiento que recibimos de la sociedad. Para el caso veamos como las cualidades del rostro de un acusado en un juicio influyen en los porcentajes de condenas y sentencias en juicios reales: los adultos con cara de niño tienen más probabilidad de ser declarados inocentes o de recibir menos sentencia que otros acusados. Los rostros prototípicos raciales también provocan un trato distinto al acusado. Por ello, no nos sorprende que los acusados negros reciban sentencias que son en promedio, tres años más largas, que los demás acusados habiendo cometido el mismo delito.
Pero tengamos presente que evolucionamos para juzgar a una persona rápidamente, no solo por su rostro, sino basándonos en verla en acción, aunque sea por un breve momento. Cuando miramos la fotografía de un candidato o la de un político en un periódico, malinterpretamos las señales de un estado emocional transitorio (que es lo que estamos programados para hacer) por un rasgo de personalidad permanente a largo plazo (la foto). Y esta evaluación es un error.
Cuándo fiarnos de nuestras intuiciones
Tendemos a confiar en nuestras intuiciones por razones familiares: cuanto más fácilmente aparece en nuestra mente una idea en particular, sin que nos esforcemos por producirla, más confiamos en su validez, y menos dudamos de su veracidad. Estamos programados para confiar en nuestros sentidos sin cuestionarlos.
Es imperativo que cuestionemos nuestras intuiciones (instintos) antes de tomar decisiones. Escucha lo que dicen, tus instintos, tus tripas, tu corazón o cualquier otro órgano interno (incluido el cerebro), tómalo en serio y no lo descartes de antemano, pero comprueba tus resultados. Recuerda que también hemos visto, según los estudios que se presentan en esta obra, que los logros más complejos del pensamiento son posibles sin ayuda de la consciencia. En todo caso si no cuestionamos nunca nuestras intuiciones (instintos) podemos quedar en mala situación y aún en peligro.
Las reglas para saber cuándo hay que confiar en la intuición son:
Regla 1. Hay que completar el impulso intuitivo con al menos un poquito de reflexión consciente, si hay tiempo para ello. A veces no tenemos ese tiempo. El pensamiento consciente y el inconsciente tienen puntos fuertes y débiles; lo mejor es usar ambos si se puede en un momento determinado.
Regla 2. Si no tiene tiempo para pensarlo, no corras grandes riesgos por pequeñas ganancias basándote solo en tus impulso o intuiciones. Hay que saber lo que está en juego. No conviene correr riesgo cuando las recompensas son pequeñas.
Los distintos puntos fuertes y débiles de la toma de decisiones conscientes e inconscientes, se revelaron en una revolucionaria serie de estudios realizados por los investigadores holandeses Ap Dijksterhuis y Loran Nordgren y sus colegas, en los que pusieron a prueba su <Teoría del pensamiento inconsciente>. Estos científicos fueron los primeros de extender el estudio de los procesos mentales inconscientes al dominio de los juicios y la toma de decisiones, uno de los últimos bastiones de la ciencia psicológica en aceptar un papel para el inconsciente. La cuestión es que la ciencia suponía que las valoraciones y las decisiones eran exclusivamente actividades conscientes. Claro que ha habido muchos estudios durante la segunda mitad del siglo XX, siendo los más famosos los de Daniel Kahneman y Amos Tversky, que mostraban los atajos heurísticos o irracionales que utilizamos al tomar decisiones conscientes, pero en esos estudios, la valoración o la toma de decisiones en sí era siempre un proceso consciente y deliberado. Lo nuevo es que los estudios de Dijksterhuis y Nordgren mostraron que los juicios y valoraciones en sí mismos podían realizarse de forma inconsciente, durante un periodo de tiempo en que la mente consciente estaba distraída haciendo algo totalmente distinto.
Nuestra capacidad de resolver problemas complejos sin la ayuda del pensamiento consciente, tiene sentido desde el punto de vista evolutivo, teniendo en cuenta que desarrollamos nuestras capacidades de pensamiento consciente muy tarde en la historia de nuestra especie.
La técnica parece ser que el pensamiento consciente es muy potente pero limitado en cuanto a la complejidad de lo que puede considerar en un momento dado. Aún asi, los procesos conscientes son mejores que los inconscientes si hay una regla que seguir. La inquietud es ¿pueden estos distintos modos de pensamiento trabajar juntos? Los investigadores de la Teoría del pensamiento inconsciente han mostrado que las mejores decisiones se toman mediante una combinación de procesos conscientes e inconscientes, y en ese orden: primero consciente, luego inconsciente. Por ejemplo, primero se debe eliminar de manera consciente las opciones (ejemplo) demasiado caro, demasiado pequeño, demasiado lejos, etc. Después deberíamos procesar de manera inconsciente las opciones que pasan la primera prueba. ¿Cómo se hace eso? Pues haciendo otra cosa mientras tanto y no pensando conscientemente en la decisión durante un periodo de tiempo, y luego viendo lo que sentimos al respecto.
Regla 3. Cuando te enfrentes a deciones complejas en las que intervienen muchos factores, y sobre todo cuando no cuentes con medidas objetivas (datos fiables) de esos factores importantes, tomate en serio tu intuición-
Atentos en esto, i.- Los procesos de decisión inconsciente son mejores para combinar e integrar problemas que están compuestos de una gran complejidad. ii.- Para las decisiones complejas financieras o cualquier decisión que sean relevantes los datos cuantificados, es mejor usar computadores y los datos relevantes en lugar en un periodo de pensamiento inconsciente.
La Teoría de pensamiento inconsciente apoya el punto fundamental de que la evolución dio forma a nuestra mente de manera que los procesos de juicio inconsciente produjeran una guía razonablemente adecuada para nuestra conducta, sobre todo durante millones de años antes de que tuviéramos computadores, algoritmos y bases de datos.
Regla 4. Para saber cuándo confiar en nuestros instintos, ten cuidado con lo que deseas, porque tus actuales metas y necesidades teñirán (contaminarán) lo que deseas, y lo que te gusta en el presente.
Las metas cambian las reacciones instintivas. Los objetivos ejercen una tremenda influencia sobre nuestra valoración espontanea sobre cualquier cosa que sea relevante para su consecución. Mostraremos preferencia hacia lo que nos ayuda a lograr un objetivo y rechazo hacia lo que no nos ayuda (sean personas o cosas, lo que sea). Nuestra meta actual cambia nuestra sensación visceral, y muy a menudo no somos conscientes de las razones de esas fuertes reacciones inmediatas.
Regla 5. Cuando nuestra reacción visceral inicial ante una persona de otra raza sea negativa, deberíamos reprimirla. Nuestras reacciones viscerales negativas hacia personas distintas de nosotros mismos – y esto puede aplicarse a la religión o el idioma, además de la raza y la etnicidad – no son de fiar. Estas reacciones son o bien un vestigio de nuestro pasado ancestral remoto, o un producto de nuestra cultura o de influencias erróneas de los medios de comunicación; sobre todo cuando se trata de personas que son claramente distintas de nosotros mismos, necesitamos darles una oportunidad, mirar más allá de su aspecto superficial y basar nuestras evaluaciones en su conducta, no en su etnia o religión.
Regla 6. No deberíamos confiar en nuestras valoraciones de los demás, basados solo en sus rostros o en fotografías hasta que hayamos tenido alguna interacción con ellos.
El pobre resultado cuando nos basamos en fotografías de rostros, se transforma drásticamente, como una rana en príncipe, cuando nos basamos en la clase de información a la que tenía acceso nuestro sistema de valoración evolutivo: la conducta real de una persona.
Regla 7. Puedes confiar en tus instintos con respecto a otras personas… pero tan solo después de haberlas visto en acción (puede ser una de las reglas más importantes).
Los estudios han demostrado que somos bastante precisos, incluso con fragmentos ínfimos de observación de una persona en acción (“lonchas finas” de observación a la gente en acción), al evaluar capacidades y personalidades. Para esta particularidad de capacidades de evaluación instintiva, los experimentos demostraron que las valoraciones de los sujetos evaluadores (contando únicamente con” lonchas finas”) no eran muy distintas de la de los expertos que habían contado con mucha más información sobre la gente evaluada. Tenemos mucha suerte de contar con esta capacidad de valoración inconsciente.
Regla 8. Está muy bien que el atractivo sea una parte de la ecuación romántica, pero no debería ser el único factor, ni siquiera el más importante.
Siempre hemos creado una fachada para consumo público, poniendo nuestra mejor cara o escondiendo o disimulando nuestros defectos lo mejor posible y hoy es más que nunca más fácil que antes. Cualquiera que haya estado en Facebook o Instagram o cualquier otra red social, sabe que la gente pasa mucho tiempo presentando con mucho esmero versiones mejoradas de sí mismo. Para mostrar a otra persona el “yo real”, quienes de verdad somos por dentro, hace falta mucha confianza, porque es algo que nos hace muy vulnerables, sobre todo si algunos aspectos de ese “yo real” no son aceptables por la sociedad o para quienes nos rodean.
¡Sorpresa!, conocer a alguien online puede ofrecernos a menudo más información importante (valores, actitudes políticas e intereses, por ejemplo) sobre una persona que el tradicional encuentro casual cara a cara. Esto parece un contrasentido, pero según los estudios no lo es.
Está en la naturaleza humana preferir gente atractiva sobre gente no atractiva en las relaciones cercanas. El problema surge cuando usamos ese atractivo para hacer valoraciones imprecisas sobre otras cualidades de esa persona. Tendemos a creer que lo que es bello es bueno, y cuando vemos un rostro atractivo tendemos a dar por sentado otras cualidades, como personalidad agradable, competencia, fiabilidad, etc. Esto es otro error.
Lo que vemos es lo que hacemos
Nuestra conducta i.– surge en realidad de fuentes inconscientes y no intencionadas, incluidas las conductas apropiadas y sugeridas por lo que estamos viendo y experimentando en un momento dado en nuestro mundo. ii.– Nuestros actos conscientes de voluntad son actos de control sobre esos impulsos inconscientes, que permite que algunos se manifiesten y otros no. La mente humana es una especie de espejo: genera conductas potenciales, que reflejan las situaciones y circunstancias del ambiente en el que nos encontramos: un vaso de agua dice “bébeme”; un jardín de flores dice “riégame”, la cama dice “reclínate”, y los museos dicen “admírame”. Estamos todos asi programados para reaccionar a los estímulos externos, sin que nos demos cuenta (sin ser conscientes). Lo que vemos es lo que hacemos.
Nuestros impulsos ocultos moldean en gran forma nuestra conducta en el presente. La conducta y las emociones de los demás son contagiosas para nosotros, no solo cuando las observamos directamente y en persona, sino también cuando leemos sobre ellas a posteriori (es decir, en sus visibles consecuencias). Somos inconscientes de esas influencias y, por lo tanto, creemos que actuamos de forma autónoma.
Efecto camaleón
Lo que vemos y lo que oímos de las personas, aumenta de forma natural las probabilidades de que nosotros hagamos lo mismo, que de manera inconsciente imitemos lo que vemos. También, podemos imitar y copiar de forma consciente intencionada, pero en general lo hacemos sin darnos cuenta. Esta tendencia adaptativa no es exclusiva de los seres humanos, por supuesto.
Esta conexión entre lo que vemos y lo que hacemos se estableció en nuestro pasado y en nuestros genes. Los niños imitan a los adultos y a otros niños. Los adultos también imitan a otros adultos. En tanto se trata de una tendencia innata, entonces lo más probable es que fue benéfica durante nuestro tiempo evolutivo, produciendo ventajas adaptativas que contribuyeron a la supervivencia de la especie.
La imitación y la mimesis es connatural en los niños pequeños porque aprenden a comportarse y a reaccionar en diversas situaciones solo imitando a otros niños y a sus cuidadores adultos; ya que no han desarrollado la capacidad de controlar los impulsos (capacidad que comienza a los cuatro años).
Las señales que recibimos de la retina conducen a dos estructuras neuronales distintas. Una va directamente a una zona de análisis consciente (córtex visual primario), la otra señal va directamente (sin ser analizada) a una región cerebral que dicta “actuar” (no consciente), sencillamente ordena actuar, responder. Entonces, al “ver por caminos alternos”: actuamos y analizamos; en este orden, que es el caso de la imitación.
Somos imitadores innatos. Imitamos sin darnos cuenta. Los mecanismos de imitación son: Efecto camaleón, el síndrome de la dependencia ambiental de Lhermite (por el científico que lo descubrió muy bien descrita en el libro), y el mecanismo de las dos señales “actuar-analizar”.
El ver que nos lleva directamente a actuar, y si es el caso actuar de prisa cuando fuere necesario, nos resulta útil si, por ejemplo, si lo que se ve puede ser una señal de amenaza. La imitación innata sirve en la infancia para ayudar a comportarnos adecuadamente; ayuda para colaborar y cooperar. La imitación consciente promueve los lazos afectivos. Imitar a alguien crea empatía con ese alguien. Es identificarse con el otro.
Conductas contagiosas
No solo los efectos cooperativos pueden imitarse e incrementarse, también mediante estímulos del “entorno exterior”, lamentablemente pueden imitarse e incrementarse la grosería y las conductas antisociales.
Estudios muy serios han demostrado que la grosería en el lugar de trabajo se contagia a los demás y pasa de una persona a otra como si fuera un resfriado común. Los investigadores mostraron que observar al líder de un equipo de trabajo tratar con grosería a un miembro del equipo, tenía como consecuencia <primar> el concepto de grosería en las mentes de los miembros de su equipo.
Los efectos de contagio de la conducta no son obligatorios ni incontrolables porque a diferencia de los pacientes del doctor Lhermite, que actuaban casi como autómatas ante los estímulos del entorno debido a su enfermedad de Ictus; nosotros (personas sin Ictus) podemos decidir si hacemos lo mismo que las otras personas que nos rodean o no – imitar o actuar de acuerdo con los estímulos del entorno – si es que somos conscientes de lo que está sucediendo en ese momento determinado. Y también podemos imitar intencionalmente si lo deseamos.
Todo este conocimiento acumulado tuvo una aplicación práctica en una sociedad concreta mediante una aplicación experimental que se conoce como “Ventanas Rotas”. Rudy Giuliani alcalde de New York en el periodo 1994 -2001 utilizó una política pública según la cual, si se ponía fin a los delitos leves, pero invisibles, como el vandalismo, tirar basuras en la calle o incluso cruzar los semáforos en rojo, entonces también disminuirían los delitos graves. Si la gente veía calles más limpias, edificios y fachadas intactas, y a menos ciudadanos cometer pequeñas desobediencias civiles, como cruzar fuera de los pasos de la cebra, sentirían un mayor respeto mutuo y mayor respeto por las leyes en general. El plan era del todo consistente con la emergente investigación psicológica sobre el impacto que ejercen los estímulos externos ambientales sobre la conducta social. Esta estrategia funcionó. Fue la aplicación de la “teoría de las ventanas rotas”.
En la mitad de la década de los noventas N.Y. vio un drástico descenso de delitos graves; el asalto y el homicidio descendieron en 2/3 partes. Existen teorías que explican esto, pero el caso es, que es muy difícil ignorar el buen comportamiento social del impacto de ver unas calles muy limpias, un entorno diario muy limpio y más cívico.
La teoría de las ventanas rotas es del criminólogo George L. Kelling y el politólogo James Q. Wilson (Fixing Broken Windows) a partir de un experimento que realizó el psicólogo Philip Zimbardo en el año 1969 en la Universidad de Stanford. (no se menciona en el libro).
La imitación inconsciente no requiere proximidad física. Al “seguir a otros” nos exponemos no solo a sus conductas y opiniones, sino también a sus estados de ánimo y emociones. Como resultado, el potencial del “efecto camaleón” es mucho mayor actualmente porque se propagan por las conexiones sociales de internet de manera que solemos estar afectados indirectamente por personas que ni siquiera conocemos.
El futuro oculto
Todos tenemos esperanzas, sueños y objetivos hacia los que orientamos la mente y la vida, así como miedos, ansiedades y preocupaciones sobre el futuro que a veces no podemos erradicar de nuestro pensamiento. Estas ideas que recorren nuestras vías neuronales ejercen una notable e invisible influencia sobre nosotros. Lo que queremos y lo que necesitamos determina en gran medida lo que nos gusta y lo que no. Sí examinamos de qué manera nuestros deseos influyen en nuestras vidas podremos organizar mejor nuestras verdaderas prioridades y valores.
Cuidado Con los deseos
Nuestras metas y objetivos actuales nos cambian; cambian nuestra mente, nuestro corazón, y nuestros valores. Y todo eso sin que seamos conscientes de que se han producido esos cambios. Por eso debemos tener cuidado con lo que deseamos.
Puesto que nuestras metas, objetivos y motivaciones se dirigen a un “estado futuro deseado”, su influencia reside en la tercera zona temporal de la mente oculta. Qué y quiénes queremos ser en el futuro, a corto o largo plazo, da forma a lo que pensamos, sentimos y hacemos en el presente. Lo que deseamos y necesitamos, donde queremos o necesitamos estar y con quien, todo esto ejerce una fuerte influencia sobre lo que nos gusta o disgusta en este momento (en el presente continuo).
Nos convertimos en aquello que perseguimos y empezamos a ver el mundo a través de unas gafas teñidas del color de nuestras metas. Esto es cierto, tanto si somos conscientes del objetivo que perseguimos como si no lo somos.
Un asunto ético: lo que es bueno para nuestras metas, tal vez no sea bueno para nuestra alma. Las metas pueden dominarnos y pueden cambiar drásticamente nuestras preferencias y nuestras conductas. La poderosa meta cambia nuestra mente.
Cuando nuestros deseos son conscientes – metas conscientes – se puede hacer un alto, y evaluar las consecuencias de lograr esas metas o deseos. El problema es que, si son inconscientes, escondidas, influyen en nuestra conducta sin que nos demos cuenta. Esto es lo que quería decir Baruch Spinoza << los hombres suelen ignorar las causas de sus deseos; somos conscientes de nuestros actos y deseos, pero ignoramos las causas por las cuales estamos determinados a desear cualquier cosa>>. Podemos pensar que sabemos por qué hacemos lo que hacemos, pero con frecuencia existe alguna razón subyacente más profunda.
Algunos deseos inconscientes pueden ser: el deseo de apareamiento. El hambre es otra motivación inconsciente muy fuerte como las motivaciones de seguridad y reproducción.
Nuestras metas y necesidades también nos hacen más sensibles a la información relevante para satisfacer esas metas y necesidades. A su vez, la mayor sensibilidad a la información relacionada con la meta o motivación afecta a nuestro grado de vulnerabilidad a las influencias externas. Los anuncios propagandísticos nos influirán más; por ejemplo, en los momentos que sintamos la necesidad o motivación que sugiere el anuncio. De nuevo, debemos tener cuidado con lo que deseamos porque los deseos nos hacen más abiertos a las influencias externas.
Cuanto más fuerte es la necesidad y más importante el deseo, más fuerte puede ser la influencia externa. Los deseos y metas son importantes para nuestras vidas personales, puesto que estar motivado es bueno, pero deberíamos conocer también los efectos secundarios de la motivación. Las metas actuales modifican la información que influye sobre nosotros, y modifican nuestra atención y nuestra memoria (lo que recordamos).
Muy atentos, aquello que miramos y prestamos atención, depende de su relevancia para nuestra meta actual. Reconstruimos los recuerdos de una situación según la meta que teníamos al momento de esa situación. Otro riesgo de centrarnos en un objetivo o meta durante mucho tiempo, es que nuestro inconsciente puede seguir captando y evaluando objetos relacionados con esa meta aun cuando ya no la tengamos. Una ilustración muy interesante es la metáfora de este efecto lo teneos al principio de la película de Modern Times – Tiempos modernos – de Charles Chaplin.
Cuando dedicamos tanto tiempo y atención a un objetivo, ese objetivo empieza a dar forma a nuestros pensamientos, imágenes mentales e incluso a los sueños de manera totalmente involuntaria. Corolario. Debemos desear cosas buenas porque para nuestra mente, una meta es una meta.
Quien tiene un amigo. La meta u objetivo actual no solo afecta a nuestra valoración sobre los amigos que ya tenemos, sino que también influye en las amistades nuevas que hacemos.
Nuestra meta actual puede incluso hacer que nos guste una persona que normalmente no nos gustaría para nada. Por ejemplo, la meta puede modificar nuestra reacción ante una conducta negativa o grosera, y si esa grosería es buena para nuestra meta actual, puede incluso que nos cabe gustando esa persona grosera.
Como nos engañamos. Nuestras metas ejercen una influencia tan poderosa sobre nosotros que pueden anteponerse a nuestros valores y creencias de muchos años. Es una influencia inconsciente tan poderosa que nos puede llevar a hacer trampa y transgredir nuestros más importantes valores sagrados.
Un peligro afrodisiaco. Un factor que tiene un poder tremendo de cambiar nuestras metas y, por lo tanto, transformar nuestros valores y conductas es el Poder en sí: el “poder del poder” es legendario, “el poder absoluto corrompe absolutamente”. A. Lincoln dijo: “cualquiera puede hacer lo correcto si le obligan, si quieres de verdad conocer el carácter de una persona, dale poder” . Los estudios han demostrado la influencia inconsciente que tiene el poder respecto del acoso sexual hacia los subordinados por parte de quienes detectan el poder en un momento dado; jefe-subalterno, por ejemplo.
Los estudios arrojaron que los acosadores sexuales se sienten atraídos hacia las mujeres por el poder que ejercen sobre ellas. H. Kissinger dijo “el poder en sí mismo puede ser afrodisiaco” porque el que ostenta el poder puede creer (conscientemente) que su conducta es inocente y honesta; la otra persona, relativamente indefensa, puede sentirse incomoda y tener miedo de las consecuencias si no corresponden a los requerimientos del jefe.
Los estudios también demostraron que el poder no corrompe a todas las personas. Las personas que tienen metas orientadas hacia el servicio a la comunidad, que les importa lo que la gente piense de ellos, aún en condiciones de poder, tienen cierta inmunidad; son menos proclives al abuso sexual con el personal subalterno.
El inconsciente nunca duerme
Nuestras metas importantes nunca duermen. Operan inconscientemente, en segundo plano, sin que necesitemos guiarlas, sin siquiera ser consciente de ellas. Monitorizan vigilantes nuestro entorno, atentas a cualquier cosa que pueda ayudarnos a satisfacerlas. Se nos puede venir a la cabeza de pronto la solución de un problema.
El inconsciente sabe cuales son nuestras metas importantes según pensemos en ellas en forma consciente, y según el tiempo y el esfuerzo que le dediquemos. Sobre todo, para las metas importantes, nuestros valores y sentimientos quedan sesgados en la dirección que mejor nos ayude a lograr esos objetivos, cambiando literalmente nuestra mente en pro de esa meta.
Los primeros estudios sobre creatividad y capacidad de pensamiento lateral para encontrar soluciones a dilemas y problemas en apariencia insolubles, mostraban también que esas soluciones suelen surgir del inconsciente, que las transmite a la mente consciente una vez formadas.
El proceso inconsciente de resolución de problemas utiliza las mismas regiones cerebrales que se activan cuando se recibe conscientemente el planteamiento del problema y toda la información relevante que concierne. Y cuanto más activas han estado esas áreas, mientras la atención consciente estaba en otra parte, mejor era la resultante solución al problema.
Decía Frederick Myers, psicólogo científico (1843-1901): el genio es la capacidad de utilizar el pensamiento subliminal (inconsciente) más que la mayoría de las personas. Las ideas brillantes se producen al utilizar más los poderes inconscientes de la mente.
Para aprovechar del todo el inconsciente (para que este ayude o aporte) primero tenemos que realizar el trabajo consciente. La mente utiliza de modo productivo el tiempo de reposo. Debemos tener en cuenta que, nuestra mente orientada al futuro no trata de hacernos sentir felices y relajados, sino que cumplamos con nuestras metas y tareas. Y si para ello nos tiene que “incomodar” o “fastidiar” con ansiedad y preocupación, que así sea. Esto último sucede con nuestras metas y objetivos incumplidos o con aquellos que vivimos postergando.
El control de la mente
Después de las creencias de que la tierra era el centro del universo y de que todo existía solo para nuestro beneficio fueran señaladas como un gran error, todavía tenemos a nuestro favor nuestra mente consciente, nuestro superpoder, nuestro libre albedrío. Creíamos que teníamos el control irrestricto sobre lo que hacemos y lo que soñamos.
Después, científicos como Sigmund Freud y Burrhus Frederic Skinner nos hicieron caer en la cuenta que ni siquiera teníamos control sobre nuestra propia mente, nuestros sentimientos, ni nuestros actos. Skinner nos arrebató incluso ese atisbo de dominio. Nada de lo que hay dentro importa, el mundo exterior, el entorno nos interpreta como si fuéramos un violín… y nosotros nos creemos Mozart.
Tres formas efectivas para contrarrestar las influencias no deseadas y los procesos inconscientes de los pasados remoto y reciente para ser un poco más autónomo:
- Estar consciente que las influencias inconscientes ocultas están presentes siempre, este es el primer paso. Hacer como si no existieran e insistir en que tenemos absoluta libertad y control nos hará fallar siempre.
- Reconocer que no tenemos absoluto libre albedrío o completo control consciente, aumenta precisamente nuestro libre albedrío y el control que de verdad podemos ejercer. ¿Cómo puede ser esto? Los que insisten en que los anuncios o la persuasión de otras personas no les afectan, son las más susceptibles de ser controladas por otros. Saber que esas fuerzas ocultas influyen en nosotros y saber como funcionan, permiten que deleguemos los trabajos para lo que son buenas y al hacerlo, nos liberan para hacer el trabajo consciente, así ponemos esas fuerzas a trabajar para nosotros.
- El autocontrol más efectivo no se ejerce a través de la fuerza de voluntad y el esfuerzo; y el esfuerzo para sofocar impulsos y conductas no deseadas. Se logra a base de encauzar de forma más afectiva los poderes inconscientes de la mente para que ejerzan por nosotros ese autocontrol con mucha más facilidad. Resulta que las personas más capaces de autocontrol – aquellas que sacan mejores calificaciones, son más sanas, hacen más ejercicios, tienen menos sobrepeso, no fuman, ganan más dinero, mantienen mejores relaciones personales – no son las que tienen más fuerza de voluntad. Es justo lo contrario; esos individuos que parecen tener una estrella en la frente, y que regulan tan bien sus vidas, son las que hacen lo correcto de modo menos consciente, de forma más automática y habitual.
Transformamos mentalmente los reveses y tragedias de nuestras vidas para que parezcan más suaves, para poder lidiar con ellas emocionalmente. Uno de nuestros trucos favoritos es la << comparación social descendente>>, y todos lo hacemos. Descubrir que hay algunas personas que están “pasándola peor que nosotros” modifica de forma efectiva nuestro nivel de ansiedad.
Transformar mentalmente la situación y convertirla en algo distinta, más fácil de afrontar, es un modo fundamental de controlar tanto nuestras emociones como muchos impulsos. Ejemplo, pensar en esa torta de chocolate que tanto me gusta como si fueran cinco millones de calorías en lugar de pensar en lo rica que estará. Las aplicaciones de todo este conocimiento son útiles para usar los mecanismos inconscientes como ayuda para lograr las metas conscientes.
¿Quieres hacer amigos o intimar con un conocido?, míralo, préstale atención y deja que suceda el efecto natural e inconsciente de mimesis, con la estupenda consecuencia de aumentar el agrado y el vínculo entre ustedes.
¿Tienes por delante una tarea difícil o larga? Empieza a trabajar en ella antes de lo habitual para que los procesos inconscientes de persecución de metas te ayuden de forma natural a resolver el problema, a idear soluciones creativas; a fijarte en la información relevante y útil y a trabajar en el problema durante los periodos de reposo de tu mente.
Tus pensamientos conscientes importan: son causales, causan cosas, son los que tienen el poder de modificar lo que sientes y lo que haces. ¿Cómo juega la libertad y el libre albedrío al comprender la posibilidad de recibir influencias que no perciben?
Abrirnos a la posibilidad de que hay influencias sobre la mente y el pensamiento que afectan nuestras decisiones y estados de ánimo, nos ayudan a tener un mejor control sobre nuestras vidas, o mejor, a comprender que nos pasa en un momento determinado. Mucho más que negarse a creer que estas fuerzas existan y que realmente influyen en nuestro libre albedrío desvalorizándolo un poco. La comparación que usa el autor con un capitán de un barco que lleva el control de la nave es muy pedagógica, – al fin y al cabo, los capitanes de barco reales no tienen el control absoluto sobre el rumbo de su nave. Deben tener en cuenta otras fuerzas, como las corrientes marinas y la dirección del viento. No se limita a poner la proa hacia un lejano puerto y navegar en línea recta, Si lo hicieran así, se estrellarían contra las rocas o acabarían mar adentro a la deriva. No el capitán se adapta y maniobra para operar en concierto con estos poderosos elementos que afectan el rumbo del barco.
El autor llega a la conclusión que el yo autentico no es ni mi yo consciente o mi yo inconsciente, sino ambos constituyen mi yo. Dice que, no podemos conocer de verdad nuestro ser completo sin conocer la parte inconsciente y entender cómo da forma a nuestros sentimientos, creencias, decisiones y actos. El inconsciente está constantemente guiando nuestra consciencia.
¿Existe o no el libre albedrio? ¿es posible que la voluntad humana sea libre o no, o es solo una ilusión?; la respuesta es SI, basada en décadas de investigación psicológica. Otra forma de preguntar lo mismo es ¿lo que pienso y decido modifica lo que hago, y por lo tanto tengo el control sobre mis juicios y decisiones y, por extensión, sobre mi vida? SI, si tengo en control.
El hombre utiliza su razonamiento consciente para justificar el cambio en sus principios: esto se llama “racionalización”. Este razonamiento consciente es causal, es decir, tiene el poder de cambiar nuestra conducta. A la mente consciente se le da muy bien poner bajo una luz positiva cualquier cosa que hagamos, o queramos hacer, o por lo menos justificarla y hacerla más defendible
Existen dos formas de autocontrol inconsciente:
i – táctica a corto plazo. Intenciones de implementación (P. Gollwitzer); ante las intenciones de implementación aconseja << planear “dónde, cuándo y cómo” cumpliremos con el objetico>>, ejemplo, si el objetivo es devolver a la biblioteca un libro que siempre olvidamos, la técnica sería (plan) [cuando entre por la puerta de mi casa esta tarde, iré derecho a la mesa donde se encuentra el libro y meteré el libro en la cartera de trabajo], ¡hecho: “intención implementada”!… funciona. La explicación es que las Intenciones de Implementación cambian el control de la conducta, desde los pensamientos internos autogenerados, hasta un estímulo procedente del entorno exterior; de manera que cuando sucede X, haremos Y, sin tener que acordarnos de ello o pararnos a pensar en el momento en que ello debía de funcionar. La conducta ocurrirá sin que nos demos cuenta.
ii- Las personas con un buen autocontrol gestionan sus vidas con antelación (planean, ambientan sus vidas con antelación), convirtiendo en rutina parte de sus vidas los “buenos hábitos” tales como “comer sano”, “hacer ejercicio” o “estudiar”; hacen de estas actividades un hábito, de forma que no necesitan un esfuerzo para realizarlas o para vencer la tentación de no hacerlas.
El autocontrol esforzado y consciente es demasiado agotador y demasiado poco fiable, y como ya sabemos, es además vulnerable a la racionalización… “un trozo más de ponqué tampoco me va hacer daño”; y las excusas “he tenido un muy mal día y necesito relajarme un poco más esta noche”.
Los individuos de autocontrol modifican y organizan su entorno de manera que no aparezcan los elementos tentadores (aquellos objetos o cosas que los distraen o que desvían de los objetivos) o las oportunidades de caer en esas tentaciones intrusas. Ejemplo. Si no quieren beber o beber menos, no llenen el bar de la casa. El truco es eliminar los instigadores externos o del ambiente en que el individuo se mueve o se realiza.
El truco de la técnica de Intenciones de Implementación es utilizar los instigadores externos para promover la conducta deseada. Ejemplo, “cuando llegue en el carro del trabajo a mi casa, antes de quitarme los zapatos, corro directo a la habitación de mi hija, la saludo y la atiendo…”. La condición para que todo esto funcione es demasiado obvia, es que yo lo desee.