Reseña: «De cómo las muchachas García perdieron el acento» de Julia Álvarez

Reseña de De cómo las muchachas García perdieron el acento
4.6
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«¡Vuelve al lugar de donde viniste, sucia spic!» (2007: 159), esta frase peyorativa, envuelta en hostilidad e hiriente es plasmada por la escritora neoyorquina-dominicana Julia Álvarez (1950) en la novela De cómo las muchachas García perdieron el acento (2007). Acá la autora pone de relieve diversas historias de la diáspora de la familia dominicana García de la Torre. Historias que va engarzando con los recuerdos que conviven con los personajes; los avatares de sus vidas de inmigrantes en Nueva York y las vivencias de reinvención que muchas veces rompen los vínculos con la lengua materna.

De cómo las muchachas García perdieron el acento es un libro sencillo, de corte juvenil, de fácil lectura, diferente e interesante que podría ser interpretado en diferentes ángulos. The Philadelphia Inquirer dice con respecto a esta novela: «Es la narración lírica de una historia de familia … la búsqueda de identidad del inmigrante, relatada en lenguaje poético y colorido«. A lo largo del relato se muestra la complicada realidad socio cultural del inmigrante, la pérdida de identidad y el desarraigo que trae consigo la transculturación. Nada ajeno y nuevo en este mundo globalizado que ha obligado a muchas personas a salir de sus países; ya sea por conflictos políticos, económicos, guerras, en fin, en el fondo, es un proceso difícil de sobrellevar y requiere de reinventarse en el camino de la adaptación por el exilio.

Para hacer esta reseña he leído:
ÁLVAREZ, Julia. De cómo las muchachas García perdieron el acento
– Primera Edición Vintage Español, octubre 2007. Copyright de la traducción, 2007 por Editorial Santillana, República Dominicana
– 300 páginas, estructurada en tres partes.
– Título original en inglés publicado por primera vez en 1991:
How the García Girls Lost Their Accents

En la novela De cómo las muchachas García perdieron el acento, la familia García de la Torre, mamá, papá y las cuatro hermanas, Carla, Sandra, Yolanda y Sofía, emigraron a Nueva York procedentes de República Dominicana. Dejaron atrás su país, su familia, sus propiedades y el nivel social que poseían para empezar en una nueva cultura. De este modo, todas las hermanas comparten sus recuerdos de infancia, sus tradiciones y, sobre todo, las vivencias de sus vidas antes y después de ser inmigrantes: juegos, alegrías, festejos, discusiones y sinsabores que quedaron grabados en sus memorias. Pero, resulta complejo alejarse de las raíces, pues siempre quedarán ataduras difíciles de soltar que acompañarán: «Carla pensó con nostalgia en la exuberante hierba y los gruesos árboles cargados de enredaderas que habían dejado en el residencial de su país natal.» (2007: 157).

Lo real caracteriza esta novela sin menoscabar la sutileza de la ficción aportada por la escritora para atraer la atención hacia los hechos. En ella se va alternando la trama de la vida de las cuatro hermanas García y otros personajes importantes como mamá, papá, Chucha; esta última fue inmigrante como trabajadora doméstica en la casa de los García en República Dominicana. De esta manera, el relato está estructurado en tres partes sin cronología lineal. Inicia en 1989 hasta 1972, pero luego regresa a 1970 – 1960 para continuar en 1960 – 1956. Se precisa de prestar atención al detalle para no perderse en el relato.

La primera impresión que da la novela es que Yolanda, una de las muchachas García, es la narradora protagonista, por las similitudes en muchos aspectos entre la vida de Yolanda y la autora. Sin embargo, los cambios de voces de primera a tercera persona o a testigo confunden al lector. Es quizás, la intención de la autora de dejar a decisión del lector está interpretación.

Un aspecto importante del relato es el hecho de mostrar a los personajes atravesando una lucha interna para mantener o librarse de lo identitario que gira a nivel del pensamiento y del comportamiento social, cultural y psicológico:

«Por centésima vez maldije mis orígenes de inmigrante. Si yo también hubiera nacido en Connecticut o en Virginia entendería los chistes… yo estaría acostándome con alguien y fumando hierba; también tendría padres bronceados que me llevaría a esquiar a Colorado… soltaría exclamaciones en inglés…» (2007: 97).

Estos sentimientos de desamparo, de extrañeza, ahogaron a las hermanas García en los primeros años de adaptación; ya sea por el acento que demanda la condición y la nueva vida o por el aspecto físico o el comportamiento social. Lo notorio y significativo es que cada uno de estos personajes coinciden en resaltar cómo se pierde la identidad de origen y la transculturación toma lugar en las tradiciones, las costumbres y los apegos culturales. En este entorno, se transita indefectiblemente por construir lazos de pertenencia o afiliación a grupos que satisfagan necesidades psicosociales y generen aceptación y adaptación:

-Aprendimos a falsificar las firmas de Mami e íbamos a todas partes, … Nos besábamos con muchachos y no quedábamos embarazadas. Fumábamos … Empezamos a sentir el gusto por la buena vida de los jóvenes americanos y, al poco tiempo, la isla pasó a ser un recuerdo sin atractivo.» (2007: 113)

El mensaje claro es retratar algunas verdades sobre el inmigrante y sus luchas cotidianas por la adaptación. Igualmente se muestra al migrante cuando regresa a sus orígenes. «Cada año el programa de verano era recibido con resistencia por parte de las cuatro. No nos importaba pasar allá un par de semanas, pero ¿el verano entero? …» (2007: 113). Ya no es lo mismo, ni lo que rodea está acorde a sus expectativas. El desarraigo tiene lugar en su otredad.

Aceptar la convivencia es importante para liberarse de la nostalgia, la soledad y las pérdidas de los referentes: familia, amigos, lugares y del dolor por sentirse diferente. Esto implica construir la vida y las relaciones que aminoren o adapten las pérdidas a lo conocido. En este punto, se alude al poema del español Antonio Machado para meditar en el proceso de adaptación y crecer en él:

«Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.»

Al leer De cómo las muchachas García perdieron el acento, el lector inmigrante puede construir y deconstruir su experiencia, su pasado y su presente en el proceso de adaptación. Julia Álvarez reflejó, quizás en este relato, su experiencia o las experiencias de otros. Atrae la empatía de la autora para mirar y escudriñar en el árbol genealógico de la familia García y señalar las diferencias generacionales. Un libro actual, sencillo y de una bella prosa.

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Autor: Deysi Manzanillo

Profesora en biología, lengua y literatura, con especialización en la enseñanza de la lengua. Nativa y residente de Venezuela. Amante de la lectura.

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