Reseña de «Los secretos de una druidesa. Sabiduría para nuestra vida cotidiana» Parte I

Reseña del libro Secretos de una druidesa
4.7
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Escribir sobre este libro ha representado un verdadero reto para mí porque, además de conocer a Mona Braz y de considerarla como una fuente de inspiración, la plétora de temas abordados y la extraordinaria profusión de conocimientos compartidos en el libro hacen que sea difícil sintetizarlos. Ante los desafíos actuales, Mona nos propone de manera armoniosa y equilibrada una visión y una aplicación muy personalizadas del druidismo, consejos pragmáticos y herramientas sencillas así como abundantes referencias a cuentos, mitos y leyendas celtas para ilustrar los principios del druidismo. Esta reseña abarca las temáticas que más hacen eco de mis valores y los principios —con un valor universal innegable— que más pueden ser útiles a la hora de emprender un camino de vuelta a sí mismo. En primer lugar, os presentaré a la autora, el propósito del libro y haré una breve presentación del druidismo (funcionamiento, figura del druida, semejanzas y diferencias con otras culturas, principios y enseñanzas fundamentales) recalcando la primacía de su conexión con la naturaleza. La segunda parte será dedicada a unas temáticas que ofrecen pistas de reflexión que nos pueden acompañar y guiar en nuestra vida diaria.

BRAZ, Mona. «Les secrets d’une druidesse. Une sagesse pour notre quotidien à tous». Éditions Robert Laffont, S.A.S., Paris 2023. EAN 978-2-221-26798-1

¿Quién es Mona?

Nacida en Bretaña en 1956, la autora, Mona Braz, no solo es una mujer polifacética, sino también una mujer de convicción y de compromiso que transmite y comparte sus conocimientos y experiencias con pasión, generosidad, humor y de manera didáctica. Mujer política, madre de familia numerosa, druidesa pero también profesional en los ámbitos de la psicogenealogía, la astrología, el coaching, Mona se realiza llevando una vida a la vez familiar, relacional, política, espiritual, profesional sin que ninguna de estas facetas se oponga a las otras. Podemos destacar su interés por las cuestiones religiosas y espirituales —aunque la Iglesia dejó de responder a sus preguntas existenciales y se interesó entonces por el Gorsedd de los druidas, bardos y ovales de Bretaña—, sus ansias de una espiritualidad abierta como contrapunto a una religión patriarcal, su inquietud por el sentido y su búsqueda de lo sagrado en lo cotidiano.

¿Por qué este libro?

«Una espiritualidad o una filosofía que no se manifiesta en la vida diaria a través del poder de la simplicidad y de la modestia es inútil y estéril, ya que permanece bloqueada a nivel de las especulaciones intelectuales.»

Como lo resume al principio, esta obra representa «el continuum lógico de sus treinta-y-siete años vividos como druidesa, de sus veintiséis años como mujer política y tantos años de militantismo sindical y asociativo.» Hace hincapié en el hecho de que no se trata de una presentación histórica y teórica de los Celtas o del druidismo sino de un «libro que aspira a aclarar sus cuestiones existenciales a la luz de la filosofía druídica y de sus enseñanzas».

Este libro apela a todos nuestros niveles de conciencia y radica en un discurso profundamente humanista —sin ser laxista—, terrenalmente espiritual y ecológico pero lejos de la hipocresía ambiental actual. Ante la actual transformación del mundo, sea desde un punto de vista medioambiental, social, económico, científico, tecnológico y espiritual, la filosofía druida y céltica podría acompañarnos en este cambio para volver a crear sentido, siendo «una brújula interior que nos ayuda a entender mejor el ciclo en el que estamos y en el cual se inscriben nuestras existencias, con sus alegrías e imprevistos.» Podría ayudarnos también a volver a dar una dimensión sagrada a las acciones más ordinarias, banales y pragmáticas de nuestra vida cotidiana. Pero, al fin y al cabo, todo atañe a la responsabilidad y al compromiso individuales antes de tender hacia la construcción colectiva de sociedades y economías más sostenibles, inclusivas y equitativas.

¿Qué es el druidismo?

«Todo el mundo ha oído hablar de los Celtas, de los Galos, de los druidas, de las druidesas, de Panorámix y de su poción mágica, de Asurancetúrix y de su lira.»

Como lo señala la autora bretona, la imagen del druida —rodeado por un aura de misterio que despierta curiosidad— se asocia a menudo y, por desgracia, con la de un mago chamánico, al igual que la figura de un Merlín distorsionado. Una folclorización que sin duda promueve la identidad cultural y lingüística de los pueblos concernidos pero que, por otro lado, conduce a una vulgarización simplista. Entonces, ¿qué es? ¿Una filosofía de vida? ¿Un fenómeno cultural? ¿Un sistema vivo? ¿Una espiritualidad ecológica? ¿Una conexión entre todos los seres vivos? Cualquiera sea su definición, el druidismo nos recuerda que, poco a poco, nos hemos ido separando de lo sagrado y, por lo tanto, de una parte de nosotros mismos y que es urgente fomentar un proceso holístico para la resiliencia de la naturaleza y de la humanidad.

Debido a la transmisión oral de la tradición, sabemos poco acerca del druidismo que está desprovisto de textos sagrados (como los Vedas o los Upanishads (1) , de origen indoeuropeo) así como de escritos dogmáticos fijos. Esta civilización tomó la decisión, por razones metafísicas, de no otorgar a la escritura un carácter sagrado. No se trataba de fijar una doctrina viva con la escritura, porque se hubiera convertido en dogma, sino de transmitir oralmente una tradición. Sin embargo, gracias a los que nos han llegado (Tríadas, Mabinogion, etc.), el druidismo histórico evita el escollo de una ruptura total con el druidismo contemporáneo. Conserva, por esta misma razón, una conexión con el mundo del misterio.

Las sociedades druídicas actuales se dividen en grupos que afirman pertenecer a la tradición celta desde la reestructuración del druidismo por John Toland en 1717, en Londres; grupos que pueden describirse como esotéricos, grupos paganos y, finalmente, grupos de neo-cristianismo celta. Hoy en día, además del núcleo histórico de los tres «Gorsedds» de Gales, de Bretaña y Cornualles, existen más de 400 fraternidades o «bosques druídicos» repartidos por el mundo (en Francia, el número de druidas se eleva a unas mil personas).

Funcionamiento del Gorsedd y ritualidad

«¿El Gorsedd? Esta palabra galesa significa trono, […], asamblea. Es una fraternidad […] cuyos miembros desean trabajar y vivir según valores en común: adelfidad […], tolerancia, amistad, serenidad, apoyo mutuo, valor, compromiso, dignidad …».

La vida ritual de los miembros del «Gorsedd» de los Druidas se organiza en torno a las ocho ceremonias druídicas, es decir las cuatro fiestas estacionales y los cuatro grandes festivales celtas, celebrados en la naturaleza: «Samain» el 1 de noviembre, «Imbolc» el 1 de febrero, «Beltan» el 1 de mayo y «Lugnasad» el 1 de agosto. También participan delegaciones de druidas y bardos de Cornualles y Gales para celebrar el momento simbólico de la reunión de las dos partes de la espada dividida en dos. Esta unión representa a la vez la unión de los pueblos celtas continentales e insulares, y la del hombre reunificado, del hombre unificado consigo mismo y con el Universo.

La autora alude a las diferentes etapas de los ritos de iniciación. La ceremonia de iniciación implica una «muerte simbólica que acarrea un cambio de conciencia». Conlleva el hecho de renunciar a un modo de vida que ya no nos corresponde y nos aleja de la armonía, tanto con nosotros mismos como con el mundo; se trata de una elección consciente en las antípodas de un proceso mágico de transferencia de conocimientos. Los cambios se hacen y se experimentan en la sencillez y la humildad de la vida cotidiana. Define el proceso iniciático como «un compromiso cuyo propósito es abrir las puertas del despertar con el fin de permitir el renacimiento de la tierra estéril […] o pasar del estado de aprendizaje del niño al de aprendizaje de la soberanía.»

La figura del druida

El druida histórico puede compararse con el brahmán de la antigua India. La palabra «druida» proviene del sánscrito «dru-wid-es», cuya raíz es «veda» que significa: visión, verdad y conocimiento denso y verdadero. El druida y su compañera, la mujer druida o druidesa, forman la clase sacerdotal de los «nemetes», los que son «sagrados».

druidesa

El término druida es también un término general. Entonces el druida, como sacerdote y mago, es el intermediario entre dioses y hombres y hace sacrificios a los dioses: sacrificios simbólicos como plantas (el ritual de recolectar muérdago es el ejemplo más conocido) y libaciones (2) (soma: hidromiel y cerveza) preparadas en calderos especiales o sacrificios sangrientos. Aconseja al rey, a los guerreros y está especializado (mago, poeta, profeta, científico, geómetra, adivino, astrónomo y astrólogo, investigador, diplomático, docente, mediador, meditador, médico). Hay tres niveles en la medicina druídica: encantamiento, natural (plantas, agua, cabañas de sudor) y quirúrgico. El druida es el protector de la comunidad contra las fuerzas invisibles u ocultas mientras que el guerrero o señor es el protector contra las fuerzas visibles o tangibles.

Druidismo, helenismo, budismo, neo-druidismo y neo-chamanismo

«Monjes budistas, filósofos helenistas y druidas célticos compartían un enfoque del mundo que enriquecían con sus diferencias en un diálogo regular y cuidado…».

Al lo largo del libro, Mona pone de relieve las correspondencias existentes entre helenismo, hinduismo, budismo y druidismo, tanto al nivel etimológico como a nivel de contenido. Los druidas se acercan más a los brahmanes de la antigua India y a los pitagóricos, hermetistas (3) y gnósticos que a los chamanes. Las convergencias son indiscutibles en las dimensiones de la medicina mágica (donde es necesario invocar a dioses, espíritus y genios) y natural (plantas, agua y cabaña de sudar) así como en el conocimiento de que todo está en el Todo y en lo que permite actuar a nivel psíquico y energético y comunicarse con los genios del lugar, o con los dioses y diosas después de haberlo pedido.

Las fraternidades druídicas actuales son tanto movimientos culturales y filosóficos como movimientos de culto… Esta gran diversidad va desde los movimientos más sólidos y arraigados en la historia y la tradición hasta los más disparatados. Nos alienta a ser vigilantes porque tanto en el neo-druidismo como en el neo-chamanismo, observa y denuncia la explotación comercial de lo que se convierte para algunos en una oportunidad económica que responde a las expectativas de un público en busca de sentido y procesos internos salvadores. Añade también que el druidismo no es una forma de chamanismo contemporáneo. En realidad, existe mucha confusión entre el animismo preexistente al druidismo y el chamanismo: «el término chamán proviene de las tierras de Siberia, en la actual Rusia.»

El monismo

«La Monada no es una divinidad personal o individual sino que responde a lo esencial.»

Detrás de la imagen engañosa del politeísmo, proporcionado por el rico panteón celta poblado por innumerables dioses y diosas, no se esconde el monoteísmo sino el monismo. Concepto poco definido, la Mónada es la Unidad primordial que es al mismo tiempo el principio, la fuente y la manifestación en toda su diversidad. Esto explica por qué para los celtas la naturaleza era sagrada. Es la Unidad perfecta que es el principio absoluto de todas las cosas creadas. Esto implica que no hay un «Dios» exterior al mundo manifestado, sino que el principio divino está presente en toda la creación, en toda manifestación: el Todo está en todo y todo está en el Todo sin ruptura. El hombre, por tanto, no está fuera y por encima de la naturaleza, es un elemento de la Naturaleza en la naturaleza: el druidismo aspira a poner a los seres humanos en el lugar que les corresponde recordándoles que solo son un ser vivo entre otros.

Enseñanzas del druidismo a través de las tríadas

«Compuesta de tres segmentos, que sean seres, hechos o conceptos, vincula a los hombres con el universo, sin jamás caer en la dualidad, la separación o la oposición.»

Siendo la tradición druídica una tradición de la oralidad, la tríada constituía una valiosa regla mnemotécnica para la enseñanza de los druidas. Pero, sobre todo, se usaron las tríadas porque estaban basadas en el número tres, número sagrado para los Celtas. El tres fomenta, en efecto, la vuelta a la unidad y esta visión no dualista se aleja mucho de nuestra concepción cultural actual.

La tríada básica de los druidas es: «Honra a los dioses, no hagas mal y sé valiente» y otra dice «Amor, poder y sabiduría». La doctrina de los druidas carece de dogmas e incita a no hacer el mal pero sin por ello proponer hacer el bien puesto que para los Celtas, «no hay separación hermética entre el bien y el mal». La autora nos indica además que los druidas coinciden con Platón cuando dicen que hay relativamente pocos modos de hacer el bien, pero que hay innumerables modos de hacer el mal. Conciben la acción de no hacer el mal como «una verdadera elección espiritual, hecha en conciencia». El cambio perpetuo que es la ley del universo requiere una confianza en la vida así como una gran responsabilidad de nuestras intenciones y acciones.

Otra tríada compuesta de tres conceptos fundamentales —«existencia (el hecho de existir), esencia (lo que un ser es), hipóstasis (el principio divino)»— nos recuerda que nada es separado. Cabe mencionar el concepto del «imbas forosnaï»: se trata de «la grande ciencia que ilumina, la sabiduría y el gran saber». Siendo un fin común a varias espiritualidades orientales y al druidismo, el druidismo define el despertar como «lo contrario de la ignorancia y el cambio de conciencia de una persona cuando entiende que nada es fragmentado, separado y que todo está vinculado por un principio dinámico (la rueda, el círculo, los calderos, nosotros y el universo)».

Las enseñanzas del druidismo no están exentas de cierto sentido de humor y ligereza como lo demuestra la tríada irlandesa que afirma que solo hay tres cosas que prescinden de enseñanza: «¡Dormir, reír, amar!». Mero recordatorio de que la existencia puede vivirse de manera responsable y alegre.

Sobre la concienciación de la ecología espiritual, Uno es Todo

«Cada desequilibrio en el ecosistema es, por consiguiente, en realidad un desequilibrio que nos infligimos a nosotros mismos.»

Para Mona, cuanto antes entremos en una «cultura de la penuria, que no tiene nada que ver con una cultura punitiva, cuanto antes podremos volver a conferir un aspecto sagrado a la naturaleza». Con sentido de humor, alude a los que quieren abandonar este planeta con la intención de colonizar otro. Según ella, no es más que otra ilusión, nacida de la herencia dualista, y que les hace creer que están separados de su entorno. «Lo que le hemos hecho a la Tierra, lo repetiremos en otros lugares, porque hemos profanado la materia, privilegiado la superioridad del espíritu sobre el cuerpo, perdido el origen de nuestra fuente común con todas las cosas y hemos creado esta catástrofe que es el transhumanismo.»

Si somos Uno con el Todo, nuestra vida cotidiana y nuestro destino están íntimamente ligados a los de la Tierra: la ecología espiritual de los druidas es también, y sobre todo, un pensamiento del ecosistema. Como lo subraya la escritora bretona, no se trata de caer en la trampa de la culpa climática; se trata más bien «de situarnos, los humanos o la humanidad, en una visión global del mundo donde la calidad de nuestra vida depende directamente del estado del planeta.» De ahí el concepto de «economía espiritual», es decir, la reintroducción de la sabiduría en la gestión de la Tierra y de sus recursos que también son de carácter sagrado.

Inspirarnos de la inteligencia de los seres vivos

«El árbol es un símbolo universal y para los druidas, cualquier árbol majestuoso es el símbolo microcósmico potencial del Árbol del mundo, el símbolo del cosmos en regeneración permanente.»

Los descubrimientos sobre la organización de las sociedades animales y sobre las sociedades forestales nos proporcionan información y ofrecen respuestas inspiradoras, inteligentes, a menudo benevolentes y resilientes que se pueden adaptar a nuestras sociedades humanas. Éstas son, por ejemplo, las observaciones de Peter Wohllebelen (4) compartidas en La vida secreta de los árboles. El biomimetismo consiste en inspirarse en los seres vivos para innovar de forma sostenible. Este término proviene de bio que significa «vida» y mimesis que significa «imitar».

Los Celtas veneran los árboles puesto que simbolizan el mediador privilegiado y unificador entre los tres mundos fundadores de la tradición druida: inferior, mediano, superior. Esta tríada colorea toda la filosofía druida indicándonos de manera simbólica que somos completos, unificados al integrar las tres dimensiones que son el cuerpo, el alma y el espíritu.

El agua, símbolo de metamorfosis y de creación

«La lección del agua, entre los druidas, es esta: el agua en nosotros y a nuestro alrededor nos pide que seamos verdaderos, que vivamos en la verdad en cualquier forma que transmutemos.»

Al igual que el agua –un elemento espiritual y simbólico–, el druidismo ha continuado explorando la naturaleza sagrada de los seres vivos, las relaciones entre humanos y seres vivos, entre humanos y dioses y diosas, entre humanos y el tiempo. «Como el agua, somos capaces de metamorfosis y cambios, de pasar del estado líquido al estado de iceberg o capa de hielo, niebla o nube…».

Mona nos explica que el agua es el elemento más yin, que simboliza las emociones, lo femenino y que nuestras emociones se expresan físicamente por el agua (lágrimas, sudor, orina…). Nos recuerda también que «el feto humano contiene casi un 80% de agua, el bebé un 75% y el adulto un 65% […]. El agua es el constituyente fundamental de la materia orgánica […].[…]: si el agua cubre más del 70% de su superficie (510 millones de km2), el agua es más rara de lo que parece ya que sólo representa el 0,023% de su masa.» El agua es entonces una de las expresiones de la naturaleza sagrada, en nosotros y alrededor nuestro.

Este discurso me remitió con mucha emoción a un viaje que hice hace unos años a Argentina y que me hizo tomar conciencia de la cultura del agua en América latina: un elemento esencial para las personas, la biodiversidad y las economías, lejos de una visión puramente mercantilista. Todas las comunidades indígenas que llegué a conocer transmitían al unísono, el mismo mensaje: «el agua representa la vida y no puede ser reducida a un mero recurso natural porque posee un carácter simbólico y sagrado. Es considerada como una entidad viva que alimenta la Madre Tierra: es ella que sostiene la vida natural y humana y nos incumbe respectar sus ciclos naturales.»

Citas a pié de página

(1) Los vedas significa «conocimiento» en sánscrito y es una colección de literatura de conocimiento escrita en sánscrito védico. Los textos son del continente indio. Estos textos se consideran la literatura más antigua del sánscrito y el hinduismo. Los Upanishads son una subcategoría de Vedas, que van del 800 al 500 a. C. Los Upanishads interpretan la filosofía de los Vedas en un lenguaje claro y comprensible, preservando un cierto tono poético.

(2) Las libaciones en la Antigua Grecia acompañaban a los ritos de la vida cotidiana. La libación consiste en derramar parte del líquido sobre el altar, o en el suelo, mientras se pronunciaba una oración. (Wikipedia)

(3) Seguidores del hermetismo, una doctrina religiosa y filosófica que se basa en una serie de textos que se le atribuyen al griego Hermes Trismegisto.

(4) Peter Wohlleben es ingeniero forestal, experto en bosques y árboles y autor del libro La vida secreta de los árboles.

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Autor: Audrey Damas

Redactora, escritora, traductora.

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