Esta es una de las frases centrales de la novela Rebelión en la Granja de George Orwell: «Todos los animales son iguales pero algunos animales son más iguales que otros». No en la cubierta sino adentro, leí el subtítulo «una historia justa». Como las fábulas de Jean de la Fontaine, este cuento también es sobre animales, criaturas que se comunican entre ellas y reflexionan acerca de su comunidad, como si fueran un espejo nuestro. Qué profundidad de personajes expone George Orwell aquí, seres con una historia personal, sentimientos profundos, y entusiasmados en cambiar un mundo injusto controlado por la mano de un tirano, el insensible ser humano representado por Mr. Jones, el granjero.
¿Qué tal si un día los animales domésticos dejan de ser sumisos y empiezan una rebelión donde los seres humanos no fueran aceptados?
Si ese fuera el caso, algunos acuerdos entre ellos tendrían que hacerse para construir su nuevo mundo ¿correcto? Orwell profundiza en este punto y le muestra al lector el romanticismo de las «hermosas ideas rebeldes» junto con la crueldad de la irónica realidad.
También le enseña a los camaradas que luchan juntos y el sentido corruptor del poder. Nada de esto es explicado literalmente, cada quien puede hacer sus propias conclusiones. Lo que para algunos es justicia, para otros es el infierno.
Muchas perspectivas y conceptos están envueltos en las páginas de Rebelión en la Granja: trabajo duro, sueños, dominación, opresión, miedo, mentiras y sumisión. Todas ellas son parte de este cuento político que muestra que la democracia no puede ser alcanzada solo con buenas intenciones aunque nace pura y cargada de plena fuerza. ¿Quién puede llevarnos a vivir en armonía y alcanzar la soñada igualdad social? ¿Quién?…