La ciudad y los perros, la primera novela de Mario Vargas Llosa

La ciudad y los perros - reseña y análisis de la novela de Vargas Llosa
5
(24)

La ciudad y los perros (1963) es la primera novela de Mario Vargas Llosa y gracias a ella, según sus propias palabras: “comencé a sentir que se hacía realidad el sueño que alentaba desde el pantalón corto: llegar a ser algún día escritor”. Es verdad lo que dicen sobre esta novela, es una gran obra que revela la vehemencia, la sensibilidad, la gallardía y la brutalidad de la adolescencia, incendiada en el cerco de la vida militar. En el caso de La ciudad y los perros, el cerco es el colegio militar Leoncio Prado, un internado ubicado en la zona de La Perla en Lima, Perú. Muchos de los lectores de esta novela, militares y civiles, han encontrado en sus páginas reflejos de su propia juventud, recuerdos e historias de familia. Porque esta novela traspasa la frontera de lo peruano al dar cuenta de lo humano, de lo ontológico más allá de sociológico. Es una novela con claras intenciones realistas y no hay trazas de nada mágico, nada onírico ni surrealista: ese es su gran logro, penetrar en la realidad del internado militar y de una ciudad atravesada por todo tipo de dichas y desdichas urbanas. Es una verdad cruda. Obra maestra de la literatura latinoamericana, por su técnica narrativa y por el drama narrado, esta novela enseña verdades sobre el ser humano y sus eventos cotidianos. Eventos en los que la noción de Justica brilla por su ausencia o su presencia. Personalmente, tengo que decir que con esta novela he sentido más que con cualquier otra, el poder que tiene la literatura de revelar las verdades que se ocultan en la historia personal de los individuos, en sus mentes y sus corazones. Vargas Llosa también diseña una arquitectura narrativa que mantiene en vilo al lector, las constantes analepsis (flashbacks) rompen la cronología, despertando el deseo de saber más y atar cabos.

Los personajes principales de La ciudad y los perros son adolescentes que están de internos en el Leoncio Prado sobreviviendo a las reglas militares y al yugo que entre ellos se han impuesto. Robando, molestando, humillando, bebiendo licor, fumando, haciendo trampas, solidarizándose, divirtiéndose, en definitiva, configurando una tribu juvenil en la que una voluntad se quiere imponer sobre otra hasta alcanzar trágicos desenlaces. No son una manada de lobos, son una manada de cachorros, pero con los dientes muy afilados.

La ciudad, los perros y el colegio Leoncio Prado en la Lima de los años 50

El eje de la novela es sencillo: las vidas de tres estudiantes del colegio Leoncio Prado: Alberto Fernández, llamado “el poeta”, Ricardo Arana, llamado “el esclavo” y el Jaguar. Los tres entran al colegio en tercer año; a los de tercero se les llama “perros” en el lenguaje “leonciopradino”, perros porque están en el eslabón más bajo de la cadena de mando y porque están a merced de todo tipo de humillación. Debido a diferentes razones llegan al internado: Alberto, porque su padre, adinerado y mujeriego, quiere que sea serio con sus estudios y con los militares no podrá burlar los deberes como lo hacía antes en el colegio salesiano; Ricardito, porque su padre cree que es un niño afeminado, débil y sensiblón que necesita convertirse en hombre, de hecho, es el mismo Ricardo el que pide el internado como única salida para escapar de su padre maltratador; el Jaguar, de quien no sabemos su nombre, también llega como escape de una situación: extorsiona a la esposa de su padrino para que le ayude a que lo inscriban en el colegio militar, de lo contrario él confesaría que ella lo había acaparado sexualmente y que había hablado pestes de su tío. Al Jaguar la ciudad lo ha llevado a ser un malandro, un delincuente, porque era su único camino, y el internado también es un escape de ese rumbo. Pero como se ha dicho, estas razones solo se conocen bien adelante en la novela y no son presentadas en un orden cronológico. Secundariamente, la novela también narra aspectos de la vida del cadete apodado Boa y del teniente Gamboa, el oficial que está a cargo de la sección a la que pertenecen los estudiantes. También un personaje femenino es central, Teresa, una joven adolescente pretendida por Ricardo, Alberto y el Jaguar, pero en momentos diferentes.

La obra se llama “La ciudad y los perros” porque los cadetes también son habitantes de una ciudad, un universo en el que todos sus ciudadanos en algún momento tendrán un punto de contacto con el colegio militar y sus miembros. El colegio militar Leoncio Prado junto a los barrios diferenciados socioeconómicamente, la playa, el cine, los bares, las calles, los burdeles y las casas de las familias dan forma a una ciudad que se convierte en un personaje más. Una ciudad latinoamericana de los años 50 en la cual los principales adelantos tecnológicos eran la radio, el cine y los coches. Por otro lado, cabe mencionar que Leoncio Prado es un militar histórico del Perú decimonónico y el colegio militar fundado en su nombre también es una institución educativa real. El internado es un entorno cerrado, pero en el plantel los estudiantes hacen todo por abrirlo, por escaparse, por superar las reglas. El internado también es ritual, “entran como niños y deben salir como hombres”. Le dice Alberto al cadete Vallano “lo que importa en el Ejército es ser bien macho y tener unos huevos de acero” (2015:32). Por el contrario, la ciudad es un mundo abierto. Pero como señala Carlos Fuentes en su libro “La gran novela latinoamericana”, el cuartel es la sociedad en miniatura y la sociedad es el cuartel gigantesco, es “la prisión social de la que hablaba William Blake”.

Esta novela permite muchas lecturas y en ella se identifican muchos temas y personajes. Por ejemplo, la perra llamada Malpapeada, con la que el cadete Boa establece un vínculo afectivo, la vicuña que corre por el campus o los oficiales al mando en el colegio son expresiones de la necesidad de jerarquización del humano. Claramente, las jerarquías son vertebrales en el contexto militar, pero también en la ciudad, donde los estratos o clases sociales separan, ordenan y determinan el acceso al bienestar de la población.

El círculo de los perros y la justicia

En la novela, el círculo es el grupo de cadetes de tercer año que se une para hacer frente a la hostilidad del internado, para defenderse de sus superiores inmediatos, los cadetes de cuarto año. El círculo nace como respuesta a un bautismo: una gran paliza que reciben los jóvenes de tercero al entrar al Leoncio Prado. El círculo es la sociedad secreta, es el grupo revolucionario, es la banda, la tribu, la pandilla que busca justicia y que ajusticia. Como toda banda, ésta también tiene un líder: el Jaguar. Este personaje ya había sido “bautizado” por la vida en la ciudad, en burdeles, peleas y actos delictivos, por lo cual la violencia del internado ni es nueva ni superior a lo que había vivido.

El círculo debe mantenerse fuerte y despiadado. Su núcleo duro es responsable de la justicia interna, la dominación y la jerarquía del grupo. En ese orden de ideas, Ricardo Arana, es llamado “el esclavo”, porque es el único que no juega el “juego de la supervivencia”, no se quiere imponer, no quiere pelar, ni robar, en realidad, su mente está más afuera del colegio que adentro, está embriagado del sentimiento que tiene por Teresa, su amor platónico. El Esclavo es el personaje más atípico entre todos los cadetes, no quiere pelear con nadie, solo se imagina a sí mismo amando. En un círculo de perros en el todo se mide según la capacidad de ladrar y enseñar los dientes, era inevitable que el Esclavo fuera el objeto de violencia colectiva. Hoy en día sería un caso típico de bullying.

El Esclavo, que anhela salir del colegio para visitar a su amada, un día se decide hacer algo: denuncia al serrano Cava por haber robado el examen de química. Pero delatar a los “suyos”, a sus compañeros, le cuesta la vida: en un ejercicio militar, recibe un tiro por la espalda. Después de unos días, internado en el servicio médico, muere. El robo del examen de química es el inicio de la novela, y la muerte de Ricardo es el acontecimiento que desata el desenlace de la misma. La injusticia de su muerte genera otras fuerzas que persiguen hacer justicia: la de Alberto, su único amigo, porque estaba convencido de que el Jaguar era el asesino, y la de del teniente Gamboa, que conoce que el parte forense ha demostrado que la muerte de Ricardo no ha sido un accidente. Llevado por el abatimiento y cierta culpa, Alberto delata a todo su grupo por traficar cigarros y licor y acusa a el Jaguar de la muerte de Ricardo Arana. Gamboa le cree porque esto conecta con la conclusión forense, anteriormente enterrada por el Mayor, superior de Gamboa, para evitar el escándalo. Pero sin pruebas, Alberto es confrontado por el Coronel director del colegio con una evidencia de peso: se ha comprobado que Alberto es el autor de relatos pornográficos, unas “novelitas” eróticas con las cuales hábilmente se aprovechaba de la ebullición hormonal de sus compañeros. Sin una contra-evidencia Alberto no puede defender su instinto de verdad y es obligado a retirar la acusación contra el Jaguar.

Gamboa, que había vislumbrado la justicia, es castigado por perseguir una verdad que estaba en contra de los intereses y la reputación de la institución. La vida perdida de Ricardo no es un contrapeso del buen nombre que el colegio ha de mantener en la sociedad. Se concluye que para el sistema militar la justicia es secundaria y que evitar toda grieta en la intachabilidad de la autoridad prima sobre los intereses individuales. En realidad, el que triunfa es el coronel al evitar el escándalo. Que la muerte de Ricardo quede impune habla de que todo el sistema social tenga una doble moral: una teórica y otra práctica. Algo constante en el ser humano. La ciudad y los perros es una novela donde están presentes los ingredientes clásicos y básicos del drama de la vida humana: el amor, la muerte, la amistad y la justicia. Que la novela en general se trate de adolescentes, agrega sazón dramática.

Teresa y el enamoramiento

La novela presenta a la aplicada y bella Teresa, primero, en relación a Ricardo Arana, siendo vecinos en el mismo barrio pobre, acompañándose en los estudios. Segundo, en relación a Alberto, quien en lugar de entregarle las cartas de Ricardo la corteja y pretende hacerla su enamorada. Y tercero, en relación al Jaguar, con quien finalmente establece una relación duradera. El discurrir del tiempo en la novela solo permite que al final el lector ate cabos y confirme que los tres personajes se dirigían hacia la misma Teresa.

La novela es hábil en hacer de ella un cruce de caminos entre los tres personajes; las respuestas de ella y las acciones que Ricardo, Alberto y el Jaguar hacen por ella, son fuerzas que revelan sus personalidades, sus psiques e intereses. La novela muestra cómo el hecho de enamorarse por primera vez y declararlo frente a una chica es el gran acontecimiento de la vida de los adolescentes hombres. En medio de tanta hombría, machismo y trifulcas, resalta que el acto de mayor valentía sea confesar el gusto por alguien. También es interesante que al final del relato se entienda que, al ser aceptado por Teresa, el Jaguar tome un rumbo nuevo, una segunda oportunidad en la vida después de haber confesado haber matado a El Esclavo, un camino hacia la adultez trazado esta vez por un amor prometedor entre ella y él.

La técnica narrativa y el estilo

Alejado del realismo mágico de García Márquez y de lo real maravilloso de Alejo Carpentier, Vargas Llosa hace una novela neorrealista. Nada fabuloso, ni extraordinario, ni mágico ni maravilloso hay en el drama de los cadetes del Leoncio Prado. Vargas Llosa ha expresado su agrado y admiración hacia la novela realista francesa del siglo XIX y creo que esto se ve reflejado en La ciudad y los perros. No obstante, Vargas Llosa reconoce que, siguiendo a Flaubert y a la obra Madame Bovary, ha buscado que su novela creara un mundo en sí mismo, no un espejo de la realidad, sino un simulacro de realidad, una ficción, pero con vida y lógica propia.

Por otra parte, el manejo del tiempo, la fragmentación de la cronología mediante el uso reiterado de analepsis tiene un efecto en el lector. Se cuentan las vidas intercaladas de varios personajes pero saltando de recuerdos en recuerdos, los cuales a su vez no tienen necesariamente un orden lineal. El lector debe descubrir de quién se habla y mantener en su mente las distintas líneas narrativas, las cuales se cruzan en la realidad del Leoncio Prado.

Respecto a la introducción de los personajes, el autor también genera un buen ritmo. En un párrafo se habla de un personaje y en el siguiente de otro. Salta de un lugar y tiempo de un personaje a otro momento en la vida de otro personaje, sin dar muchas pistas. Y aunque la descripción es principalmente en tercera persona, a veces inesperadamente se introduce una primera persona, y en otros casos diálogos propiamente dichos. Vargas Llosa también ha afirmado que William Faulkner, sus temas y su estilo (ver el relato El oso), influyó la escritura de La ciudad y los perros.

En “Los cachorros” (relato publicado en 1967) Varga Llosa seguirá explorado el neorrealismo literario, profundizado en la construcción de personajes adolescentes, de la atmósfera de “banda juvenil masculina”, y narrando siguiendo la técnica del discurso indirecto libre.

El uso de la lengua también es interesante; el castellano usado por el autor es propio del Perú, rico en modismos, libre en el uso de un sociolecto que toma préstamos del idioma mochica, acompañado con diversos peruanismos y bolivianismos.

Personajes principales de la novela

Merece la pena comentar que Vargas Llosa estudió en el Leoncio Prado durante los años 50. Él mismo ha confesado que en aquel entonces escribía cartas y otros textos tal y como lo hace Alberto Fernández “el poeta” en la novela. No obstante, Vargas Llosa ha dicho que de alguna forma los cadetes en la novela reflejan distintos lados de su propia personalidad. Su propia experiencia en el internado militar es la materia prima con la que ha creado esta obra. Los personajes principales de la novela son:

Alberto Fernández, el poeta

El poeta es tal vez el personaje más interesante desde mi punto de vista. Es joven pero sus dilemas morales reflejan el mundo emocional de la adultez. Sobrevive en el internado gracias a su habilidad para escribir cartas y novelitas eróticas que vende y cambia entre los demás cadetes. Por ejemplo, una titulada “Los vicios de la carne”. Aprovecha la efervescencia hormonal para tener algo que cambiar, sus literaturas, y así mantener un lugar de cierta forma destacado entre el grupo de jóvenes. Escribía cartas para que El esclavo diera algún día a su enamorada, Teresa. No obstante, debido a un cambio de circunstancias, Alberto conoce a Teresa, y las cartas que debía entregarle de parte de El esclavo, no las entrega nunca. Alberto traiciona a El esclavo y se involucra amorosamente con Teresa. Alberto también se había convertido en el único amigo de Ricardo y lo llegó a defender frente a los abusos. Su solidaridad lo lleva a vivir una profunda pena cuando Ricardo muere y a denunciar a su presunto asesino, el Jaguar. Cuando Alberto comunica a Teresa que Ricardo ha muerto en el colegio, ella apenas se inmuta, revelando que en realidad no tenía ninguna inclinación emocional hacia él. Esta fría reacción también siembra el distanciamiento de Alberto hacia ella.

Ricardo Arona, el Esclavo

Ricardo es hijo de un matrimonio conflictivo: un padre ausente que de pronto aparece, pero percibe a Ricardito muy sensible y suave; en su visión machista y maltratadora es mandatorio hacer de él un hombre rudo. Ricardo descubre que el internado, aunque es una mala opción y su madre se niega, es la única que tiene para escapar de su padre. Ricardo es el más distinto de todos los cadetes, es un personaje más sensible, menos competitivo, sin necesidad de demostrar su hombría ni de enseñar los dientes. Entre todos los perros, Ricardo era más bien un tipo de ave. Estaba volando en sus sentimientos, anhelando amar, soñando con su enamorada, un amor platónico al que nunca llegaría a declarar su interés. Ricardo encarna la “alta traición” dentro de la lógica que El Jaguar defiende con mano dura. Al haber delatado al serrano Cava por el robo del examen de química, Ricardo se condena. Es Alberto quien se da cuenta que el único que podría haberlo delatado es Ricardo, al hacerlo siente rabia, desprecio y deseos de venganza, pero se sosiega.

El jaguar

El Jaguar tiene sobrenombre de depredador y así es. Viene de una familia conflictiva; su hermano había sido un peleón y un ladrón, y su padre un borracho. De bajos recursos, muy pronto solo tiene una opción para ganarse la vida: robar en casas de familia. El flaco Higueras, amigo de su hermano, es quien lo introduce a ese mundo, es quien lo apadrina e introduce en el calor de los burdeles y las peleas. Cuando el robo lo ha llevado a grandes peligros intenta volver a la casa de su madre, pero descubre que esta ya ha muerto y que ni siquiera tiene una casa donde dormir. Así llega a donde su padrino, quien lo recibe, le da trabajo y un techo. De allí salta al internado, casi como si se tratara de un retiro espiritual, un recinto en el que podría responder a sus preguntas internas.

Comenta Vargas Llosa que su primer editor para la traducción en francés le dijo el Jaguar es uno de los personajes más interesantes al atribuirse un crimen que no había cometido. Frente a esto Vargas Llosa le dijo con sorpresa que no, que el Jaguar sí mató a Ricardo Arona, que así se lo había confesado al teniente Gamboa. Frente a lo cual el editor le dice “¡no! Usted no ha entendido, el Jaguar se atribuye ese asesinato para recuperar la jerarquía que tenía en el grupo y que había perdido, quería seguir siendo el líder del círculo”. Esta anécdota, la ha comentado Vargas Llosa para destacar la vida propia del mundo literario, del libro abierto a la interpretación y que desborda a las intenciones del autor.

Teresa

Teresa es un personaje receptor. Ella acepta a sus pretendientes. No les cierra la puerta, no evita caminar con ellos, no se esconde, les habla, los hace entrar a su casa. Vive con su tía porque su madre, en medio de la pobreza, ha preferido abandonarla. Teresa tiene la suerte de ser bella y de ganar la atención de los protagonistas. Parece que al mismo tiempo en que Ricardo la visita en su casa y hacen tareas juntos, el Jaguar la espera a la salida de su colegio y la acompaña caminando. Teresa es un catalizador a través del cual Ricardo, Alberto y el Jaguar cambian o se transforman. Finalmente, la novela nos revela que el Jaguar la cortejaba y él era correspondido. Con ella el Jaguar logrará tomar un nuevo rumbo alejado de sus anteriores problemas.

Boa

El cadete Boa, miembro central en el círculo, forma un vínculo emocional con una perra que merodeaba por el colegio. De cierta forma los dos se adoptan. Aunque le daña una pata debido a los golpes que le da en el contexto de una formación militar, la perra Malpapeada sigue fiel a él, a su lado. Duermen juntos, ella lo sigue a todos lados y él la cuida como puede. Boa también es un perro fiel. Es el segundo bravucón en el círculo después del Jaguar y cuando el grupo se vuelve en contra de él, Boa es el único que sigue siendo fiel a su amigo.

Porfirio “el serrano” Cava

El serrano Cava es de la Sierra, de allí su apodo. Ha robado el examen de química de un salón. Y lo ha filtrado con el círculo para superar la prueba y cobrar los días de salida del internado. Desafortunadamente, al robar el examen, rompe un vidrio y los oficiales se dan cuenta del robo días después. La noche del robo el Esclavo y Alberto hacían el turno de imaginarias y son testigos del robo. Tiempo después, el Esclavo aprovecha esta confidencia para obtener una salida el fin de semana. Cava es expulsado del colegio debido a esta falta, frente a lo cual el Jaguar desespera y se siente herido por perder un combatiente central en su tropa de perros.

El teniente Gamboa

El teniente Gamboa encarna el dilema ético moral de la institución militar; vive las contradicciones del sistema y la fricción entre las reglas escritas y las órdenes que recibe de sus superiores. Junto con los demás oficiales, el teniente Pitaluga y el coronel Huarina, hace parte de los guardianes del orden. Pero, aunque su figura inspira respeto entre los cadetes, ellos mismos hacen todo para romper las reglas a sus espaldas.

El Flaco Higueras

Es el antiguo amigo del hermano del Jaguar. En su ausencia, el Flaco Higueras sigue siendo amigo del Jaguar. Siempre se muestra muy gentil y le da dinero cuando éste se lo pide, hasta que un día le propone ganar una buena suma de dinero ¿cómo? Robando en una casa de familia. El Flaco Higueras no tiene malas intenciones, simplemente es un típico personaje del bajo mundo, y como tal, lleva al Jaguar a su ecosistema cotidiano: bares, calles, burdeles, robos en casas de familias. Un día es capturado mientras robaban una casa, delatado por otra banda más grande; en esa ocasión, el Jaguar logra escapar y después de ello es que busca refugio en casa de su padrino.

Otros personajes menores son Paulino el injerto (que vende licor y cigarrillos a los jóvenes) y los cadetes: el Rulos, el negro Vallano, el brigadier Arróspide y el cholo Urioste.

Para este análisis literario he leído la siguiente edición:
VARGAS LLOSA, Mario (1963) La ciudad y los perros. De Bolsillo. Barcelona. 2015

¿Cómo te ha parecido este contenido?

¡Haz clic en las estrellas para puntuar!

Promedio de puntuación 5 / 5. Recuento de votos: 24

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

Autor: Julián Bueno

Escribir reseñas y análisis de libros es una manera de volver a ellos a través de nuestros apuntes. En Lectura-abierta.com todo el mundo está invitado a publicar sus experiencias de lectura. Soy antropólogo y consultor digital, me interesan los contenidos en internet, la literatura, la filosofía y el arte.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Salir de la versión móvil