Breve análisis del Banquete: un diálogo sobre Eros, la belleza y el bien

Diálogo el Banquete de Platón
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Banquete o Simposio es uno de los diálogos más importantes de Platón, en el cual profundiza acerca del amor, la belleza, el bien y la inmortalidad. En el Banquete vemos que estas cuestiones, enormes para el ser humano, finalmente reposan sobre una base ética: la búsqueda del bien y la verdad. La exposición que nos ofrece Platón en esta obra explica el vínculo entre belleza y bien y por qué reposa, inevitablemente, bajo un orden lógico y divino. El Banquete es uno de los diálogos de Platón en los que presenta su propio pensamiento y no solo da cuenta del pensamiento de su maestro Sócrates. El diálogo es reconocido por tener una de las más hermosas páginas filosóficas de todos los tiempos, en la cual se explica uno de los conceptos centrales de la filosofía platónica: qué es La Belleza en un sentido absoluto, es decir, el universal de belleza, o como también se conoce, la “idea” inmutable de belleza y por qué su relación con el bien, el amor, la inmortalidad y la procreación.

Por una parte, el Banquete o Simposio es una lectura obligada en los estudios filosóficos sobre estética, por otra, es uno de los diálogos que exponen con más claridad en qué consiste el concepto de “idea o forma platónica”: un verdadero universal, una “entidad” (¿?) que no está en el mundo material, sino en otro medio donde existe cada “verdadero universal”. En este caso, “la belleza en sí”, la belleza absoluta.

Aunque en el diálogo Hipias mayor (uno de sus diálogos de juventud) también se pregunta sobre “lo bello en sí” y se sugiere su relación con el bien, no se llega a ninguna conclusión concreta. Pero en el Banquete esto si es desarrollado por completo y Platón logra exponer que la búsqueda de lo bello es también la búsqueda de lo bueno. Como es de suponer, es una obra que exige relectura, debido a su riqueza literaria, histórica y conceptual.

Pero en el Banquete se llega a estos desarrollos después de un largo recorrido narrativo y literario. Todo lo sucedido en el banquete es narrado por Apolodoro, quien no estuvo presente allí, pero que ha escuchado todo lo acontecido gracias a Aristodemo de Cidateneon, amigo de Sócrates. Apolodoro, a su vez, narra aquel episodio a un amigo suyo, Glaucón, quien previamente ha tenido alguna noticia sobre este banquete y por eso solicita que le compartan qué fue lo que allí se dijo: “Apolodoro […] quiero informarme con detalle de la reunión mantenida por Agatón, Sócrates y Alcibiades y los otros que estuvieron presentes en el banquete y oír cuáles fueron sus discursos sobre el amor” (172 b). Platón deja saber con este detalle que lo acontecido y comentado en el banquete era algo importante, digno de ser viralizado, por usar una palabra actual. De hecho, no solo existe el Banquete de Platón, también es bien conocido el Banquete de Jenofonte, también un discípulo importante de Sócrates.

Esta reseña y breve análisis del Banquete han tomado como base la traducción de la Editorial Gredos que, en castellano, ha traducido este diálogo como “Banquete”, aunque los acontecimientos narrados tienen lugar después de la comida, precisamente en el momento de beber, que en Atenas se conocía como “simposio”; por esta razón, en inglés este diálogo solo se conoce como Symposium y en alemán como Symposion. El traductor y autor de la introducción y notas, Marcos Martínez Fernández, quien ha hecho un fantástico trabajo, deja en claro que este diálogo “ha sido calificado por la inmensa mayoría de sus estudiosos como la obra maestra de Platón y la perfección suma de su arte”.

El Banquete es un diálogo rico en ideas y conocimiento. No solo es una obra filosófica, es también una obra maestra de la literatura y una fuente histórica invaluable. Leer esta o cualquier reseña sin haber leído antes el diálogo, quizá le quita al lector todo lo sorpresivo que ese texto tiene, porque descubrir la exposición acerca de la belleza es el resultado de una serie de reflexiones de los asistentes acerca del amor, la belleza y, sobre todo, encomios acerca de Eros. En fin, el banquete es una reunión entre amigos que ha tenido lugar en la casa del poeta trágico Agatón, años atrás cuando éste había triunfado en Atenas con su primera tragedia. Apolodoro explica a Glaucón que la reunión no era reciente, sino que había ocurrido cuando ellos dos eran aún niños.

Estructura temática y composición del diálogo el Banquete

Los participantes en el Banquete son: Agatón (poeta trágico y anfitrión), Erixímaco (médico), Fedro, Pausianas, Aristófanes (poeta cómico, autor de Las Nubes), Sócrates, Aristodemo y Alcibiades. También se debe mencionar a Diotima, tal vez el personaje más importante en todo el diálogo y que no estaba presente en el banquete, pero que “habla” a través de Sócrates, ya que, como en otras ocasiones, Sócrates afirma solo contar lo que ha sido revelado por otra persona y no él mismo. El hilo conductor en el diálogo y que llega hasta la exposición de “el universal de belleza” es una serie de discursos o encomios acerca de Eros que Erixímaco propone dar. La estructura y orden narrativo del diálogo es como sigue:

  1. Escena introductoria: Diálogo entre Apolodoro y su amigo Glaucón. Apolodoro es el narrador del diálogo. Explica que “así” es como lo vivió y narró Aristodemo, testigo en el banquete.
  2. Aristodemo se encuentra con Sócrates. Sócrates se dirigía a casa de Agatón y se encuentra a su amigo por el camino, invitándolo a asistir. Aristodemo acepta, no obstante, llega solo a la casa de Agatón porque antes de llegar Sócrates se queda sumido en uno de sus “trances reflexivos”. Se habla del “éxtasis socrático”, un estado de recogimiento, una meditación extática, que incluso podía durar varios días; este estado es parodiado por Aristófanes en Las Nubes.
  3. Propuesta de Erixímaco. En su calidad de médico, Erixímaco propone que cada quien modere como quiera la bebida, y que en lugar de emborracharse cada uno comparta un discurso y exaltación a Eros. Todos aceptan.
  4. Discurso de Fedro.
  5. Discurso de Pausanias.
  6. El hipo de Aristófanes
  7. Discurso de Erixímaco.
  8. Discurso de Aristófanes.
  9. Discurso de Agatón.
  10. Discurso de Sócrates.
  11. Llegada de Alcibiades, su discurso y elogio de Sócrates.

Qué es Eros y los discursos de Fedro, Pausanias, Erixímaco, Aristófanes y Agatón

Fedro, Pausanias, Eriximaco, Aristófanes y Agatón dan sus discursos sobre Eros y sobre el amor. Cada uno expresa rasgos o aspectos diferentes de Eros, quién es y cuál es su relación con otros dioses, con Afrodita y con el amor. En términos generales, hay que considerar que Eros se asociaba al amor, al impulso sexual y a la fertilidad (en la cultura romana fue llamado “Cupido”).

Fedro inicia la serie de encomios exaltando que Eros, dios del amor, es el más antiguo de los dioses y que no hay bien mayor para un joven que un amante, y para un amante, un amado. Evoca la fuerza que engendra un ejército de amantes y amados, puesto que juntos, la posibilidad de cometer una mala acción se aleja. El discurso de Fedro recuerda a los ejércitos Dorios y Espartanos, en los cuales amantes y amados combatían juntos. Para Fedro Eros es responsable de la pasión sexual, inspira valor y sacrificio personal.

A continuación, Pausanias corrige a Fedro, diciéndole que no hay un solo Eros: así como existe Afrodita Urania y Afrodita Pandemo, también hay dos Eros correspondientes. De estos dos, solo el Eros que induce a amar bellamente es digno de ser alabado: Eros Uranio. Explica que éste es más antiguo y libre de violencia, y que los inspirados por él se dirigen principalmente hacia lo masculino, al amar lo que es más fuerte por naturaleza. La defensa que hace Pausanias sobre el amor entre jóvenes amantes y hombres amados es una de las fuentes principales acerca de la actitud griega frente a la homosexualidad. Lo defiende, aludiendo a su carácter civilizado y virtuoso, posible en una ciudad como Atenas y de mucho valor para el individuo; por el contrario, señala, en Jonia y en territorios bárbaros está prohibido este tipo de amor, la filosofía y la afición a la gimnasia. Fedro y Pausanias subrayan el valor del amor entre hombres y la pederastia en el sentido griego, su relación con Eros y las virtudes que hay en esto.

Después de Fedro y Pausanias sigue el hipo de Aristófanes, un interludio que permite dos cosas: hacer una pausa, relajándo mentalmente al lector después de las dos primeras exposiciones, y presentar la virtud médica de Erixímaco, que enseña cómo curar el hipo de Aristófanes. Por lo tanto, Erixímaco toma su turno y enfoca su discurso en la salud. No niega lo que dice Pausanias, confirmando el carácter doble de Eros: “La naturaleza de los cuerpos posee, en efecto, este doble Eros […] Uno es el amor que reside en lo que está sano y otro el que reside en lo que está enfermo” (186 b). Eros estaría, no solo en las almas humanas, sino en todo lo que existe, afectando positiva o negativamente a los cuerpos. Incluso más allá, el amor estaría presente en el gusto o querencia de la música, la gimnástica, incluso de la agricultura. La salud, en un sentido holístico, sería entonces el equilibrio entre estos contrarios: “La medicina es, para decirlo en una palabra, el conocimiento de las operaciones amorosas que hay en el cuerpo en cuanto a la repleción y vacuidad y el que distinga en ellas el amor bello y el vergonzoso será el médico más experto” (186 c). Su conceptualización sobre la armonía y balance entre los contrarios conecta con la doctrina de los contrarios de Heráclito y la medicina hipocrática.

Aristófanes por su parte presenta un mito que en el siglo XXI nos resulta de alguna forma familiar. El de un ser circular, de tres sexos (masculino, femenino y andrógino), con cuatro brazos, cuatro piernas y dos rostros que se atrevió a rivalizar con los dioses. Zeus entonces decide cortarlo por la mitad. El amor, afirma Aristófanes, es ese impulso innato que intenta restaurar aquella antigua naturaleza humana. “Amor es, en consecuencia, el nombre para el deseo y persecución de esa integridad” (192 e). Eros ayudaría a guiar a la humanidad para que no la volvieran a partir por la mitad y para que cada quien encontrara su otra mitad. Esto explicaría por qué los enamorados persiguen mantener su unión toda la vida.

Agatón también toma otro camino en su discurso. Hace ver a los demás que no han encomiado a Eros sino felicitado a los hombres por los bienes que Eros les causa. Su objetivo es explicar quién es Eros y empieza comentando que está en desacuerdo con Fedro, porque Eros no sería el dios más antiguo sino el más joven, uno que huye de la vejez. El más hermoso, joven y delicado, no comete injusticia ni es objeto de injusticia y la violencia no le toca. También le atribuye sabiduría, templanza y valentía. Al que toca convierte en poeta y su influjo está en la maestría en las artes de hombres y dioses. Esta imagen es la que más se asemeja a la conocida representación infantil del Cupido romano, con su arco y flecha. Agatón cierra con un verdadero himno a Eros.

Pintura del Banquete de Platón por el alemán Anselm Feuerbach. 1869.

El discurso de Sócrates y Diotima

Solo después de todo lo anterior Sócrates habla; todo lo anterior ha servido para conducir la exposición hacia un razonamiento muy diferente. Por esta razón, solo al final es el turno de Sócrates para intervenir. Inicia dando varios puntos de vista que sorprenden: si bien alaba tan bellos discursos, comenta que no sabía que éstos pudieran incluir falsedad. “A paseo el encomio” dice, hará otro tipo de discurso, uno que solo persiga la verdad. Su intervención se divide en tres bloques:

  • Acerca de la esencia y propiedades de Eros (201 e – 204 c)
  • El efecto de Eros en las personas (204 c – 212 a)
  • Epílogo (212 b – c)

Sócrates, siguiendo su método de preguntas, interroga a Agatón: ¿Eros es amor de algo o de nada? . ¿Cómo así? Antes le ha explicado que un hermano, en tanto que hermano, es hermano de alguien. Entonces, igualmente ¿Eros es amor de algo? Es decir, Eros implica amar qué, hacia dónde dirigir el amor y cuál es su relación con el hecho de desear. Le pregunta entonces “¿Desea Eros aquello de lo que es amor o no?” y “¿Y desea y ama lo que desea si no está falto de ello?” (200 b). Explica Sócrates que Eros es amor de lo que realmente se tiene necesidad. En esta parte del diálogo hay una reflexión sobre el deseo, en tanto deseo de lo que no se tiene aún. Sócrates muestra que, lógicamente, no se puede desear lo que ya se tiene. Es una reflexión sobre el objeto de deseo como aquello que “calma la sed”, algo que completa o “calma” el deseo.

Sócrates comenta a Agatón: “creo, en efecto, que dijiste más o menos así, que entre los dioses se organizaron las actividades por amor a lo bello, pues de lo feo no había amor […] Y si esto es así ¿No es verdad que Eros sería amor de la belleza y no de la fealdad? (201 a). Pero si Eros ama la belleza, si desea la belleza, es porque está falto de ella… Agatón, sorprendido por el razonamiento, lo acepta. Luego le pregunta si “¿Las cosas buenas no te parecen que son también bellas?”. Aceptar lo anterior lleva a concluir que “si Eros está falto de cosas bellas y las cosas buenas son bellas, estará falto también de cosas buenas” (201 b).

Más adelante, según lo revelado por Diotima, se afirma que Eros en realidad no es un dios sino un Daimon. Interpretado todo lo anterior desde un punto de vista muy conservador, se entiende que en el diálogo Apología de Sócrates, algunos hayan votado en contra suya, por “hablar cosas” diferentes a la tradicional concepción del panteón griego.

Dicho lo anterior, Sócrates revela lo que había escuchado de la sabia Diotima de Mantinea. Según ella, Eros no era ni bello ni bueno, ni feo ni malo, sino algo intermedio. Y si ama la belleza y por lo tanto está falto de lo bello y de lo bueno, entonces no puede ser un dios, sino un daimon o demon (uno de los términos más complejos del vocabulario filosófico religioso griego), algo intermedio entre los hombres y los dioses, interpreta y comunica entre ellos, llena el espacio vacío entre ambos, “de suerte que el todo queda unido consigo como uno mismo” (202 e).

Según Diotima, Eros es hijo de Poros y de Penia, a través de él funciona toda la adivinación, nace el mismo día que Afrodita, está en medio de la sabiduría y la ignorancia. Es pobre, seco, duro, “compañero inseparable de la indigencia por la naturaleza de su madre”, pero, de acuerdo con la naturaleza de su padre es valiente, al acecho de lo bueno y de lo bello, audaz y activo, hábil cazador, ávido de sabiduría, rico en recursos, amante del conocimiento, formidable mago y hechicero, Eros es amor de lo bello.

Sócrates había pensado que Eros era lo amado y no lo que ama, pero Diotima le ha explicado que es al contrario. Diotima le pregunta a Sócrates: “El que ama las cosas bellas desea ¿Qué desea?” “El que ama las cosas buenas desea ¿Qué desea?”. Sócrates responde, que sean suyas, y cuando las tenga será feliz.

En el Banquete se expone el vínculo directo entre la belleza, el bien y el amor. Diotima explica que lo que en verdad los hombres aman es el bien y que “el amor es, en resumen, el deseo de poseer siempre el bien” (206 b). Aquí la exposición se encuentra con una pregunta crucial: si es verdad que los seres humanos quieren perseguir el bien ¿Cuál sería esa acción especial que persigue alcanzar el amor y el bien? Si todos tenemos un impulso creador, según el cuerpo y según el alma, explica Diotima, esa acción sería nuestra propia naturaleza al deseo de procrear: “Pero no puede procrear en lo feo sino en lo bello. La unión de un hombre y una mujer es, efectivamente, procreación y es una obra divina, pues la fecundidad y la reproducción es lo que de inmortal existe en el ser vivo, que es mortal” (206 c). No obstante, Diotima no solo se refiere a la fecundidad del cuerpo sino también del alma; explica que las obras de Homero, Hesíodo y demás poetas perduran más que los hijos y toda la descendencia, un recuerdo que se extiende en el tiempo.

El amor no sería “amor de lo bello”, sino “amor de la generación y procreación en lo bello” (206 d) explica Diotima. Pero ¿por qué la procreación? Simplemente porque para el ser vivo la procreación es la forma de participar en la inmortalidad. Lo mortal y lo divino participan de la inmortalidad; el primero a través de la procreación, que implica cambios graduales, tanto en cuerpo como en ideas, y el segundo, participa directamente sin ningún cambio.

Suprema revelación acerca del amor y la belleza

Diotima ha revelado a Sócrates los secretos y misterios del amor; pero le comenta que tal vez no podrá iniciarse en los ritos finales y suprema revelación. No obstante, ella le explicará cada estadio que conduce finalmente a entrar en ese misterio, por así decirlo. Estos serían los estadios a recorrer:

  • Quien quiera ir por ese camino debe comenzar desde joven a dirigirse hacia los cuerpos bellos “Y, si su guía lo dirige rectamente, enamorarse en primer lugar de un solo cuerpo y engendrar en él bellos razonamientos” (210 a). Este punto inicial recuerda la respuesta de Hipias, cuando responde a Sócrates que “la belleza” es una “doncella joven y hermosa”.
  • Luego, debe comprender que la belleza que hay en cualquier cuerpo es a fin o equivalente a cualquier otro.
  • Debe ver, por lo tanto, que es una y la misma belleza la que hay en todos los cuerpos.
  • Debe hacerse amante de todos los cuerpos bellos, considerando insignificante el arrebato por uno solo.
  • A continuación, debe considerarse más valiosa la belleza de las almas que la del cuerpo.
  • Lo anterior permite contemplar la belleza que reside en aquello que no es meramente físico, como la belleza en las leyes, las normas de conducta y la ética.
  • Esto conduce, por lo tanto, a ser capaz de entender y percibir la belleza del conocimiento y de las ciencias.
  • Llegados a este momento, Diotima le dice: “vuelto hacia ese mar de lo bello y contemplándolo, engendre muchos bellos y magníficos discursos y pensamientos en ilimitado amor por la sabiduría hasta que fortalecido entonces y crecido descubra una única ciencia cual es la ciencia de una belleza como la siguiente” (210 e-d). Cerrando el argumento, Diotima explica que al conocer ese camino, ese orden, es posible acceder a una revelación divina, a una conciencia donde reside lo inmutable:
  • “Quien hasta aquí haya sido instruido en las cosas del amor, tras haber contemplado las cosas bellas en ordenada y correcta sucesión, descubrirá de repente, llegando ya al término de su iniciación amorosa, algo maravillosamente bello por naturaleza, a saber, aquello mismo, Sócrates, por lo que precisamente se hicieron todos los esfuerzos anteriores, que, en primer lugar, existe siempre y ni nace ni perece, ni crece ni decrece; en segundo lugar, no es bello en un aspecto y feo en otro, ni unas veces bello y otras no, ni bello respecto a una cosa y feo respecto a otra, ni aquí bello y allí feo, como si fuera para unos bello y para otros feo. Ni tampoco se le aparecerá esta belleza bajo la forma de un rostro ni de unas manos ni de cualquier otra cosa de las que participa un cuerpo, ni como razonamiento, ni como existente en otra cosa, por ejemplo, en un ser vivo, en la tierra, en el cielo o en algún otro, sino la belleza en sí, que es siempre consigo misma específicamente única, mientras que todas las otras cosas bellas participan de ella de una manera tal que el nacimiento y muerte de éstas no le causa ni aumento ni disminución, ni le ocurre absolutamente nada.” [210 e – 211 b]

Si alguna vez llegas a ver esta belleza te parecerá que no es comparable al oro ni a nada bello en esta tierra, le dice Diotima. Y como si también lanzara al lector grandes preguntas, interroga a Sócrates así: ¿Qué debemos imaginar si fuera posible llegar a ver esta belleza última? ¿Es vana la vida que va en esa dirección? ¿No crees que al ver la belleza final te será posible engendrar, ya no imágenes de virtud, “sino virtudes verdaderas, ya que está en contacto con la verdad? Y al que ha creado y engendrado una virtud verdadera, ¿no crees que le es posible hacerse amigo de los dioses y llegar a ser, si algún otro hombre puede serlo, inmortal también él?” (212 a). Y qué opinas tú ¿merece la pena buscar la belleza y el bien en el camino de la vida?.

Al final del diálogo, para aliviar el culmen dramático y tan vasta explicación, la obra cierra con un acontecimiento más liviano. A la reunión llega Alcibiades, ya pasado de copas y emocionalmente alterado. Confiesa su amor por Sócrates y cierta indignación porque éste lo había rechazado cuando era adolescente. Se había acostado con él, pero como un padre o un hermano mayor y no como un amante. Pero la “queja” es solo para expresar el carácter de Sócrates, y conjuntamente subraya su encanto intelectual, su palabras y razonamiento encantador como la música de un sileno, destaca su valor como hoplita y diversos ejemplos en los que Sócrates había demostrado valor y autocontrol. Por ejemplo, cuando le salvó la vida. El elogio de Alcibiades se ha interpretado como un ejemplo de cómo Sócrates ponía en práctica una búsqueda ética y los valores que le llevarían hacia la verdad.

Gráfico y análisis de: Diez, G. “Platons Symposion. Symbolbezüge und Symbolverständnis”. Symbolon, 4, 1978. Doxa, entendido como «opinión». Aletheia, entendido como «verdad».

No sorprende que la profundidad del pensamiento de Platón, expresado en este diálogo entre Sócrates y Diotima, haya influido a todo tipo de escuelas, sectas místicas, religiones e investigaciones acerca de aquello inmutable, de aquello que sobre pasa lo vivo, lo físico y el universo material.

Bibliografía recomendada

Crespo Güemes, Emilio. El Banquete de Platón. Madrid. Editorial Síntesis. 2007

Diez, G. Platons Symposion. Symbolbezüge und Symbolverständnis. Symbolon, 4, 1978.

Dover, Kenneth J. 1978, 1989, 2016. Greek Homosexuality. Harvard: Harvard University Press.

Dover, Kenneth J. 1980, 2003. Plato: Symposium. Cambridge: Cambridge University Press.

Dover, Kenneth J. 1994. Greek Popular Morality in the Time of Plato and Aristotle. Indianapolis: Hackett Publishing.

R. G. Bury. The symposium of Plato. Cambridge. 1932

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Autor: Julián Bueno

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