Las cuatro generaciones de los Buendía están en las visiones de Melquíades. Una lectura y reseña de Cien Años de Soledad que empiece con esta frase tiene la intención de mostrar el importante papel del personaje Melquíades en la novela y algunas características estructurales de la dinastía Buendía. «Lo que va a pasar» es un aspecto presente en la primera parte de la novela y le confiere un aire predictivo.
Cien Años de Soledad, del colombiano Gabriel García Márquez, es un libro de 20 capítulos que fue escrito siguiendo una cuidada arquitectura de contenido. En los cinco primeros capítulos se anuncia, más que se sugiere, el camino que el resto de la novela va a seguir. El libro ofrece así, una lógica en la que se desarrolla la narración y que el lector atento puede descubrir; Cien Años de Soledad tiene una estructura y la dinámica de la historia narrada no obedece a la arbitrariedad. Se trata de una obra maestra de la literatura.
El primer párrafo del primer capitulo es un génesis que predice qué pasará en el resto de la historia. «Lo primero que a mi se ocurre de un libro es una imagen» dijo García Márquez en una entrevista. Pues ese comienzo, esa imagen, es una obra de arte contundente. Aquí lo transcribo:
Primer párrafo de Cien Años de Soledad (transcripción literal):
«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarías con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquiades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. «Las cosas, tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima.» José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: «Para eso no sirve.» Pero José Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo. «Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa», replicó su marido. Durante varios meses se empeñó en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo xv con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer.«
Cien Años de Soledad es en sí misma un cuerpo, una totalidad, un mundo propio en el cual sus partes dan cuenta del universo que le compone. Y Macondo es un pueblito perdido en suramérica, y al mismo tiempo es un espejo de todos los pueblos del mundo. Cien Años de Soledad Es una obra universal que deja al descubierto arquetipos y toca el inconsciente. Dice Álvaro Mutis que «no puedo leerla sin cierto sordo pánico. Toca vetas muy profundas de nuestro inconsciente colectivo americano» (Álvaro Mutis en la edición connmemorativa de la Real Academia de la Lengua Española).
Durante los primeros cinco capítulos la narración siempre está evocando el futuro y es por esto que algunos de los diálogos son tan visionarios, o si se quiere, tan proféticos. La dinastía de los Buendía (las cuatro generaciones que “habían de recordar” y casi repetir la suerte de José Arcadio Buendía y sus allegados) empieza a ser configurada desde el momento en que el gitano Melquíades entabla una relación con José Arcadio Buendía.
Melquíades, José Arcadio Buendía y el laboratorio de alquimia
Aunque los gitanos ya frecuentaban Macondo, es Melquíades quien tiene contacto con José Arcadio Buendía y le confiesa lo que subyace a esos inventos y objetos que le enseña; lo impregna de un ánimo por la experimentación. Por esta razón, el laboratorio de alquimia que el gitano regala a José Arcadio Buendía simboliza, junto al cuarto donde se localizaba, una fuente de curiosidad, experimentación y magia que influye a todos los posteriores “Aurelianos” y también a sus empresas y propósitos.
La existencia de este cuarto es la huella del gitano a través del desarrollo de toda la estirpe. También es la expresión de la dinámica del tiempo en que se desarrolla toda la novela. Los Buendía duran lo mismo que dura este cuarto o laboratorio de alquimia y es allí donde los Aurelianos engendran sus empresas (las cuales siempre tienen que ver con acciones de Macondo hacia fuera).
José Arcadio Buendía es “el fundador y ley en Macondo”, y sus descendientes Aurelianos siempre van a comprometer a todo el pueblo con sus acciones, las cuales dan nuevos rumbos a Macondo. La importancia de José Arcadio Buendía como “fundador y legislador” en un principio no es gratuita; Macondo se funda gracias a la vida de él, ya que Prudencio Aguilar al provocarlo termina muerto por la lanza de su abuelo, y este es el motivo principal por el que José Arcadio Buendía y la gente que lo acompañó deja su antigua aldea y funda Macondo. Aunque la culpa de la muerte de Prudencio es otorgada a Úrsula.
Los Buendía
José Arcadio Buendia el fundador de Macondo es un señor poderoso y fuerte: demuestra una gran fuerza física, y su fuerza imaginativa y especulativa es notable. Sus dos hijos heredan estas características, pero por separado; el coronel Aureliano Buendía (y por ende, todos los Aurelianos) tiene un gran vigor “intelectual” e investigativo y José Arcadio Buendía tiene un vigor más físico y corporal. Estas características concuerdan si se reconoce que la descendencia de José Arcadio narra y la del primer Aureliano actúa; es como si la imaginación fuera el componente activo y la fuerza física el componente pasivo. Pero las personalidades de los Aurelianos y las de los José Arcadios no solo devienen de José Arcadio Buendía; la influencia de Melquíades también marcó lo suficiente a los personajes, así: Aureliano aprehende lo que veía del gitano, José Arcadio lo recuerda, y Úrsula también lo recuerda, pero como un mal recuerdo.
Aurelianos mueren de viejos y los José Arcadios no
También es preciso señalar que esta dualidad entre los Aurelianos y los José Arcadios se puede ver representada por otra característica que se refiere a cómo mueren; los Aurelianos mueren de viejos y los José Arcadios no. El efecto de Melquíades es determinante y constitutivo. Melquíades es como el profeta de los Buendía y su futuro.
Úrsula y Melquíades, la casa y el laboratorio de alquimia
Esta primera parte de la novela, si es que se pueden llamar así a los cinco primeros capítulos y el primer párrafo del sexto capítulo, también enseña que Úrsula y Melquíades perduran a lo largo de la estirpe por medio de una relación dual; Úrsula pugnó por conservar el sentido común, mientras que Melquíades influye a favor de lo aventuresco sin medir consecuencias.
Otra característica que expresa la dualidad entre estos dos personajes y su duración a través de la historia está simbolizada por la casa y el cuarto del laboratorio de alquimia. La casa era como Úrsula: ella siempre estuvo pendiente de su cuidado y representaba su orden. Por el contrario, el laboratorio de alquimia era la presencia de Melquíades y su influencia sobre los Aurelianos, y expresaba cierto desorden. Este factor importante que marca los espacios se ve cuando la casa y sus arreglos están acompañados por la música y eventos especiales al medio día en los que interviene Úrsula. De otra parte, la gestación de los descubrimientos, imaginación y empresas potenciales de los Aurelianos en el cuarto del laboratorio de alquimia, van acompañados por tardes lluviosas.
Cuando la casa “se cae” Úrsula se muere, cuando Melquíades «muere en el más allá» el cuarto del laboratorio de alquimia se desmorona. Úrsula es el contra peso de la influencia y participación de Melquíades y viceversa. Otro elemento que perdura y que da cuenta de la historia es el galeón español que aparece en la narración cada vez más descompuesto, sincrónicamente con el desarrollo de los buendía.
La muerte de Melquíades
Volviendo a Melquíades, no sobra recalcar que su muerte física fue la primera en Macondo, donde no había muerto nadie, y parece estar relacionada con el futuro de este pueblo. Cuando Melquíades muere comienza “la sentencia de la estirpe a repetir” y con el final de “la sentencia” desaparece el «espíritu» de Melquíades, y finalmente se desmorona el cuarto de alquimia.
Creo que esta concordancia en los hechos no es en vano, sino que es expresión del importante condicionamiento del gitano en esta historia. Su vida en el más allá, tiene la misma duración de los cien años de la estirpe que se mueve en un tiempo en forma de espiral. Úrsula también sabe que en el tiempo las cosas son repetitivas para su familia y lo reconoce en el capítulo XVII cuando dice “es como si el mundo estuviera dando vueltas”.
El Tiempo en 100 años de soledad
En cuanto al manejo y dinámica del tiempo también se puede observar que los principales acontecimientos, concernientes a los aurelianos, ocurren los martes.
Pero, el mes de Marzo en que llega Melquíades parece que se eternizara junto con el Lunes en el que sé da cuenta José Arcadio Buendía de que los días eran como el Lunes. La permanencia del Lunes y Marzo es, en cuanto al tiempo, una evidencia de que los acontecimientos, en esencia, se repiten.
Final de los Buendía
Al comienzo de la estirpe, el tabú de que naciera un hijo con cola de marrano no se cumple en el caso de José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, quienes eran primos; pero el fenómeno ocurre cuando, paralelamente al término de la dinastía, Aureliano Babilonia y Amaranta Úrsula, quien es su tía, conciben un hijo con cola de marrano.
El destino de la estirpe en Cien años de soledad también es consecuencia de que el pirata Francis Drake haya desembarcado en Rioacha, porque gracias a él, la abuela de Úrsula se fue de ese lugar para encontrarse con el abuelo de José Arcadio Buendía y así se pudieron conocer.
Muy bueno
Indudablemente el arte de contar historias. Un tremendo narrador.