La psicología de las masas de Gustave Le Bon es un libro del siglo XIX, exactamente del año 1895. El siglo XIX le da contexto a esta publicación: un periodo de la historia marcado por grandes revoluciones y en el que potentes discursos como el evolucionismo, el capitalismo y el socialismo moldearon la economía y lass ciencias naturales y sociales, influyendo también en la cultura y pensamiento de la gente. 1895, además, fue un año en el cual los hermanos Lumière presentaban su primera película, un año en el que Wilhelm Roentgen descubría accidentalmente los rayos X y un año en el que en Estados Unidos se abría la primera fábrica de automóviles. A finales del siglo XIX ya se perfilaba claramente lo que acontecería en el siglo XX. Teorizar acerca de la naturaleza, importancia y control de las masas populares era, por lo tanto, un trabajo que despertaba mucho interés por su perspectiva política, social y económica.
Tabla de contenidos
- Gustave Le Bon, pionero de la psicología social
- Visión negativa de Le Bon sobre las masas
- Características de las masas psicológicas
- Factores para que surjan y se consoliden las masas psicológicas
- La importancia de la imaginación y la ilusión en las masas
Es muy interesante leer esta obra ahora, en el siglo XXI, después de haber observado la consolidación, crecimiento y diversificación de las masas sociales en la modernidad. Hay muchas ideas interesantes y polémicas en La Psicología de las masas de Gustave Le Bon, algunas siguen siendo aceptadas y otras radicalmente rechazadas. No obstante, las ideas de Le Bon han influido en diversas obras filosóficas posteriores. Por ejemplo, tal vez la más importante, el ensayo que Sigmund Freud escribió contestando y desarrollando el argumento de Le Bon y que se llama igual: Psicología de las masas (publicado en 1921, después de la Revolución Rusa y la Gran Guerra). Otra publicación que hace recordar al estudio de Le Bon es el ensayo “A la sombra de las mayorías silenciosas” incluido en el libro Cultura y Simulacro de Jean Baudrillard, quien escribió acerca de las masas a finales del siglo XX y por qué éstas no generarían ninguna revolución social sino todo lo contrario; de ese libro vale la pena traer una cita: “Esa masa que nos quiere hacer creer que es lo social, es, al contrario, el lugar de implosión de lo social”.
A su vez, La psicología de las masas de Gustave Le Bon es un desarrollo de otra obra suya publicada solo un año antes, en 1894: Las leyes psicológicas de la evolución de los pueblos (Les lois psychologiques de l’evolution des peuples). Cabe esperar que su psicología de las multitudes sea muy evolucionista y eurocentrista y como consecuencia, un tanto supremasista. No obstante, sociológicamente, contiene ideas que vale la pena subrayar.
Gustave Le Bon, pionero de la psicología social y continuador del darwinismo social
Si bien sus estudios sentaron las bases de la psicología social y contribuyó a analizar la psicología de las asociaciones, sindicatos, grupos y aglomeraciones, a este pionero de la psicología social está demasiado recargado de ideas que rozan el racismo. Pero, leer esta obra más de un siglo después de su publicación también permite ver cuánto han cambiado algunos discursos y cuánto han continuado otros. Por ejemplo, Le Bon defiende que en el sustrato de toda psicología social están los condicionamientos raciales, los cuales determinan en mayoritaria proporción el carácter de los individuos; una herencia racial que orientaría inconscientemente a los sujetos de los distintos pueblos del mundo para actuar y reaccionar emocionalmente de forma condicionada según su linaje cultural y biológico. Simplificando, para Le Bon, por ejemplo, todos los alemanes se parecen debido a una herencia biológica e histórica, acompañada de hábitos reproducidos generación tras generación y grabados en un inconsciente compartido; todos los sudafricanos compartirían un carácter anímico semejante debido a sus ancestros, etc. Afirma Le Bon que hay un substrato inconsciente que “encierra los numerosos residuos ancestrales que constituyen el alma de la raza” (2020: 29). Y esta base resultaría central en los sentimientos y emociones de los diferentes pueblos del mundo. La psicología de Sigmund Freud rompería en gran parte con estos supuestos, demostrando que, si bien la cultura y la herencia influyen al individuo, serían los eventos y experiencias tempranas las que encauzarían el desarrollo anímico del individuo.
El determinismo racial que Le Bon defendía es una idea que hoy día está muy superada en la antropología, la sociología o la psicología. No obstante, sigue vigente en sectores de la sociedad y en ciertas orientaciones políticas. También en ámbitos académicos y científicos propios de la biología, la genética o la neurociencia que ven en la herencia genética una base demasiado fuerte que podría determinar los comportamientos de las poblaciones. La discusión está abierta, la discusión está servida: ¿Qué tanto determina el carácter anímico, la personalidad, el perfil emotivo, los sentimientos, la psique, la cultura, la idiosincracia, esa herencia genética que es, indiscutiblemente, una entrega que reciben los individuos generación tras generación?
En la época de Le Bon, el discurso del progreso y del evolucionismo social estaba en boga y está muy expresado en este libro. Para Le Bon, el condicionamiento racial era un hecho científico y no se detiene a discutirlo. En la Europa de finales del siglo XIX se creía en la inferioridad y superioridad biológica, se tenía a la fisiognómica como una ciencia e investigadores como Le Bon seguían un paradigma de pensamiento articulado por Herbert Spencer, padre del Darwinismo Social. Todo lo anterior, está peligrosamente cerca de un pensamiento racista. Dicho esto, la lectura de La psicología de las masas de Gustave Le Bon es un texto que ha de tomarse desde una perspectiva etnohistórica y debe entenderse situacionalmente, observando cómo en sus ideas se expresa el espíritu intelectual de la Europa colonialista de finales del siglo XIX.
“En la masa, el hombre desciende varios peldaños en la escala de la civilización”
Gustave Le Bon
Le Bon es categórico al afirmar que las “auténticas conmociones históricas” están al nivel de los sentimientos, las opiniones y las creencias. Y esta dimensión, contraria a la razón, pertenecía a la influencia inconsciente de la raza: “Las características fundamentales de la raza son el suelo invariable en el que germinan nuestros sentimientos” (2020: 34). Durante el siglo XIX se vivieron grandes revueltas y cambios sociales y culturales, en los cuales las masas fueron una de las fuerzas de cambio más importantes. Afirma que “no es ya en los consejos de los príncipes, sino en el alma de las masas donde se preparan los destinos de las naciones” (2020: 20). El libro “La psicología de las masas” fue publicado en 1895 y en aquel entonces Europa tenía una impresión muy viva de todas las revueltas sociopolíticas que habían acontecido desde la Revolución Francesa: guerras de independencia americanas, la Revolución húngara de 1848, la revolución de la comuna de París en 1848, la revolución obrera en París en 1871, la Guerra Franco Prusiana, la Guerra de Secesión americana, entre otras. Era claro para él y muchos otros que las masas se habían convertido en un actor que podía arrasar con el statu quo o defenderlo.
Argumenta en este libro que las masas psicológicas o masas organizadas solo atienden a lo emocional y nunca a lo racional, por lo cual es tan enfático al afirmar que los “virajes históricos” están dados siempre desde el nivel de los sentimientos y las creencias.
Su visión sobre las masas no era muy positiva
Argumenta en el libro que el advenimiento de las masas marca un cambio de dirección en la civilización de Occidente. Un rumbo “de regreso” hacia lo primitivo, “un retorno hacia aquellos periodos de confusa anarquía que precede a la eclosión de las nuevas sociedades” (2020: 21). Observaba que el “derecho divino de los reyes” era reemplazado por el “derecho positivo de las masas” y que controlar estas masas determinaría qué camino recorrería la sociedad. Como consecuencia, Le Bon afirmaba que el sufragio universal era un fallo, la inferior mentalidad de todas las colectividades derivaría siempre en su manipulación a la hora de escoger.
Por otro lado, esta negatividad acerca de las masas emocionadas y nunca ilustradas tiene una conexión con La dialéctica de la ilustración de Adorno y Horkheimer y con el concepto de implosión social causado por las masas según Baudrillard. La sociedad del espectáculo en el siglo XX también refuerza la idea de las masas encantadas y brutas. Freud también argumentaría que, en la masa, el individuo regresa al estado arcaico y arquetípico de la horda primitiva.
Características de las masas psicológicas
No todas las agrupaciones humanas deben ser entendidas como una masa organizada o masa psicológica. No es la proximidad de los cuerpos necesariamente, la reunión en un lugar, lo que determina esencialmente a la masa. Es la unión mental a partir de una influencia que puede ser una idea, un héroe, una narrativa emocional, una causa, un dogma, un lema o una leyenda, lo que genera eso que Le Bon llamaría la unión y “el alma de las masas”. Una masa como un solo ser psicológico sometido a la “Ley de la unidad mental de las masas”. Las características que conforman a este ser plural y que mantienen unida a esa masa psicológica, son los siguientes:
- Disolución de la personalidad consciente de los individuos
- Orientación de los sentimientos y los pensamientos en un mismo sentido
- “No implica siempre la presencia simultánea de los individuos en un mismo lugar” (2020: 27)
- Esta alma colectiva “les hace sentir, pensar y actuar de un modo completamente distinto de como haría cada uno de ellos por separado” (2020: 29)
- La masa psicológica es un ser provisional.
- Una masa no es la suma de individuos, es un cuerpo nuevo.
- En la masa se borran las aptitudes intelectuales
- Se borra la individualidad, lo heterogéneo queda anegado por lo homogéneo.
- El individuo pierde consciencia de sus actos. Se encuentra en un estado similar al estado de fascinación del hipnotizado.
- La razón en la masa decrece proporcionalmente al aumento de la emoción.
- Impulsividad, irritabilidad, incapacidad de razonar, ausencia de juicio y espíritu crítico.
- Exageración de los sentimientos y fácil sugestión
- En los seres sugestionados la idea fija tiende a transformarse en acto
- Para la masa no existe lo inverosímil.
- La masa exagera y es inaccesible a los matices.
- La exageración y el simplismo les preserva de la duda y la incertidumbre
- La masa solo es impresionada por los sentimientos excesivos
- La masa es intolerante. No admite contradicción
- La masa no tiene voluntad, necesita de un conductor, un jefe, un ideal, que les conduzca y supla su carencia.
- Las masas son feroces. Dice Le Bon que la pasión por la caza y la ferocidad de las masas provienen de una misma fuente primitiva.
- Las masas son capaces de gran entrega, resignación, sacrificio y desinterés.
- Las masas son igualmente capaces de sacrificarse como de asesinar. Lo protegen todo o lo incendian todo.
- Las masas son femeninas (en el pensamiento evolucionista decimonónico de Le Bon y otros científicos de su época, se aceptaba que “otras razas”, los niños y las mujeres, estaban situados en escalones previos del desarrollo racional humano).
Varias veces habla del teatro como ejemplo de conformación de una masa psicológica, donde los espectadores conforman un solo cuerpo, abandonan su pensamiento crítico y son muy propensos a la sugestión y al contagio mental. Posteriormente se confirmaría lo mismo con las salas de cine. Es interesante observar que en el caso del teatro y el cine, y en consecuencia otros espectáculos similares, ocurre un pacto entre la obra y los espectadores: éstos últimos aceptan “asimilar” la obra aunque no se trate de acciones reales, aceptan “creer” en la narrativa de la obra, aceptan “consumir” aquellos dramas aunque no se trate de la vida real, todo lo cual implica una disminución del sentido crítico y la racionalidad para entregarse a la emocionalidad. Es especialmente explícito observar lo anterior en las reacciones eufóricas, gritos y gemidos desmedidos que hacen los espectadores en salas de cine: en las rrss hay ejemplos de lo anterior, como se ven en este enlace, este o este.
Los habitantes de un mismo pueblo, aunque resguardados cada uno en su casa, también pueden conformar una masa psicológica. Los hinchas de un equipo de fútbol, aunque dispersos en distintas ciudades o países, pueden conformar una masa psicológica. Esta cualidad de “deslocalización” da una pauta para entender la multiplicación de las masas psicológicas en la era digital.
Actualmente mucha gente es presa de ideas excitantes que recorren la sociedad, ideas con el objetivo de pescar adeptos dispuestos a abandonar su raciocinio para entregarse emocionalmente a una causa, un dogma, una marca o una luz hipnótica de algún tipo que libere al individuo de su responsabilidad como sujeto, fundiéndose en el río anónimo de las masas, el anonimato de los hinchas, la pasividad de los followers, la condescendencia de los grupies y de las aglomeraciones. Adicionalmente, esas ideas excitantes, deliciosas, se afianzan en la explotación de una necesidad biológica emocional: la adicción a la gratificación, la adicción a la dopamina.
Factores para que surjan y se consoliden las masas pscicológicas
Le Bon deja entender que hace falta un disparador, un excitante, un gran héroe, una idea gloriosa, una gran tragedia o algo así para que surja la masa y se consolide, de lo contrario ¿por qué alguien habría de adherirse a una masa? Para mantener la cohesión y solidificar la unión psicológica de las masas hace falta que también existan estas causas o fenómenos:
- El individuo debe sentir un sentimiento de potencial invencible, como efecto del número, al saberse acompañado y sustentado por la masa.
- Por ser la masa anónima, desaparece el sentimiento de responsabilidad. La exageración en las masas es alentada por la ausencia de responsabilidad. También por la certeza de impunidad, ya que las trasgresiones hechas en grandes números son imposibles de juzgar por el sistema de derecho.
- El contagio mental. La masa es contagiosa, es hipnótica. Una idea o un motivo excitante se contagia rápidamente si éste maximiza los factores emocionales coincidentes entre los individuos. Por contagio, el individuo sacrifica el interés personal al colectivo. Por contagio, en la masa la deformación de las ideas tiene un mismo sentido para todos. Por contagio, la masa es susceptible a las alucinaciones colectivas y a la creación de leyendas fantásticas.
- La Sugestibilidad. Las masas son sugestionables, lo creen todo, tanto y más, por el poder del contagio mental que les atraviesa. Sugestionar a una masa, a través de la repetición incesante del mismo mensaje, es uno de los objetivos más evidentes que se llevan a cabo para conducirlas hacia una acción determinada.
El líder o el orador que desee seducir a la masa, por lo tanto, debe exagerar los sentimientos sin emitir razonamiento, debe abusar de afirmaciones violentas. En sus héroes, las masas exigen igual exageración de los sentimientos. La masa tiene simpatía hacia los tiranos y los ebrios de poder. La masa se inclina reverencialmente ante una autoridad fuerte, explica Le Bon. Además, las masas son conservadoras y aman las tradiciones, tienen “un respeto fetichista a las tradiciones […] un horror inconsciente a las novedades” (2020: 43). Argumenta que, pese a las revoluciones, las masas que allí actúan defienden la continuidad de estructuras básicas pero presentadas bajo un vestido emocional alternativo.
La imaginación y la ilusión en las masas
En las masas emergen imágenes de intensidad extrema, en las que no interviene el razonamiento. Las masas no conocen lo inverosímil, lo creen todo. Son precisamente las cosas más irreales las que más les llama la atención, confundiendo lo real con lo ficticio fácilmente; lo maravilloso y lo legendario entran bien en las masas y ayuda a movilizarlas. De allí que Le Bon afirme que estas dos dimensiones son verdaderos soportes de la civilización.
Pensando en el teatro Le Bon llega a la pregunta ¿Cómo impresionar la imaginación de las masas? A lo cual responde: con una impresionante imagen presentada en bloque, por ejemplo:
• Una gran victoria
• Un gran crimen
• Un gran milagro
• Una gran catástrofe
• Una gran esperanza
En lo anterior se resume la extrema sensibilidad que Le Bon atribuía a las masas psicológicas, frente a lo cual es difícil no pensar en el desarrollo de las grandes ficciones cinematográficas de los siglos XX y XXI y el efecto que han tenido en la población. El cine junto a la publicidad y otras retóricas espectaculares han conformado y aglomerado a grandes volúmenes de personas a través de la presentación y la explotación de una “gran imagen” presentada en bloque como puede ser: una invasión extraterrestre, el congelamiento del planeta, una crisis zombie, un gran espía imbatible, un gran mago, un gran demonio o un gran superhéroe.
Las imágenes y palabras que evocan las grandes narrativas en las mentes de las masas son “factores inmediatos de las opiniones de las masas”. Mientras que la raza, las tradiciones, el tiempo y la educación o la instrucción serían “factores lejanos de las creencias y opiniones de las masas”; es decir, factores que estarían en lo más profundo o en la base de sus opiniones y creencia. Por el contrario, los factores inmediatos serían superficiales pero no menos importantes, serían más movilizadores. Dice Le Bon, ciertas fórmulas y palabras como “democracia”, “igualdad” y “libertad” parecen tener un misterioso poderío. Aunque el sentido que tienen muta de una época a otra y de un pueblo a otro:
“Una de las funciones más esenciales de los hombres de Estado consiste pues, en bautizar con palabras populares, o al menos neutras, las cosas detestadas por las masas bajo sus antiguas denominaciones. El poderío de las palabras es tan grande que basta con elegir bien los términos correspondientes para conseguir la aceptación de las cosas más odiosas. Taine hace constar, con razón, que invocando a la libertad y la fraternidad, palabras muy populares entonces, los jacobinos pudieron “instalar un despotismo digno de Dahomey, un tribunal semejante al de la Inquisición, hecatombes humanas parecidas a las del antiguo Méjico”” (2020: 72).
Reconoce Gustave Le Bon que, en este sentido, las ilusiones movilizan a las masas, las hacen actuar. No podemos vivir sin ilusiones y éstas tienen un lazo directo con el sentimiento religioso. Las masas revisten convicciones de naturaleza religiosa, afirma. Son grupos arrastrados por una convicción, la cual puede estar representada en un dios invisible, en un ídolo de piedra, en un héroe, en una idea política o en una idea científica (siempre política). Somos corazones hambrientos de ideal, sentencia. En su época el socialismo era un gran ideal y una gran ilusión, revisa. En conclusión, es directo observar que las masas se dirigen instintivamente hacia el líder que les provee de ilusiones.
La ilusión genera simpatía y ésta se convierte en adoración. Por el contrario, la antipatía se convierte en odio. Y la discordancia de ilusiones, puede llevar a que un pueblo emprenda una guerra contra otro por razones religiosas (en varias ocasiones Le Bon cita las cruzadas cristianas como un ejemplo). Subraya que las masas no admiten contradicciones, ni contestaciones, ni argumentos. Solo dogmas y verdades simples y en bloque. De tal modo la adoración, el temor al poder, la sumisión, la interiorización del dogma y el deseo de difundirlos son co-naturales a las masas. Otros ejemplos de masas psicológicas en el pasado serían: los voluntarios de 1793 en Francia y los cruzados.