El Inmortal, un cuento de Borges. Reseña y comentarios sobre lo infinito y la identidad.

El Inmortal - cuento de Jorge Luis Borges
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Empiezas a leer el cuento El Inmortal, de Jorge Luis Borges, y durante las 4 primeras líneas tienes que ir al diccionario por lo menos 3 veces. Hay que buscar dónde está Esmirna, quién era la Princesa de Lucinge y cuál es la Ilíada de Alexander Pope. Así es la literatura de Borges. Así se entra, tímidamente, a este cuento. El inmortal es el primer relato del libro El Aleph, aunque antes ya había sido publicado en la revista Anales de Buenos Aires en 1947. El presente texto es una breve reseña y comentario a este cuento interesante, el cual demuestra mucho cuidado en su fabricación, un mimo intelectual, y una perspectiva sobre la literatura, propia de Jorge Luis Borges. {He leído la edición de Seix Barral del año 1983, publicado en Barcelona}.

Más allá de las referencias históricas y literarias, rastro de la erudición de Borges, El Inmortal es un relato que surca sobre uno de los temas frecuentados por el escritor argentino: la infinidad, lo infinito. También se puede pensar que el mismo concepto de identidad es una cuestión central en el cuento ¿Qué decir de la identidad del sujeto que hace parte de un grupo de inmortales? “Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres”, dice a propósito de una reflexión: en un plazo infinito a un hombre le pasan todas las cosas.

La narración empieza afirmando que el anticuario Joseph Cartaphilus ofreció la Íliada de Pope a la Princesa de Lucinge, quien, a su vez, encontró un manuscrito entre las páginas del libro. El manuscrito está narrado en primera persona por el tribuno militar Marco Flaminio Rufo. El cuento es la transcripción de este manuscrito (por lo menos hasta cierto punto). Una literatura adentro de la literatura. Lo cual, como es común en Borges, muestra una manera de tejer la narración a partir del hallazgo de un documento, un objeto literario que contiene una historia o las huellas de una historia.

El Tribuno empieza de forma muy inusual: “Que yo recuerde, mis trabajos empezaron en un jardín de Tebas Hekatómpylos…”. Esto es interesante porque indica que este personaje, Marco Flaminio Rufo, recuerda desde que ya es adulto. ¿Qué quiere decir con “que yo recuerde mis trabajos empezaron en…”? Posiblemente es la manera en que Borges nos dice que aquel Tribuno no tiene una memoria clara de su vida antes de sus trabajos en Tebas Hekatómpylos. O simplemente, que no se puede confiar del todo en su memoria. Falible.

En esta ciudad llega un jinete moribundo, venido del Oriente, de un país de montañas, confesando que busca un río de aguas que curan, “el río secreto que purifica de la muerte a los hombres”. El tribuno le dice que no ha llegado a tales aguas y toma el relevo. Frente a esa enorme promesa, la inmortalidad, el Tribuno logra hacerse con uno grupo de hombres para ir lo más al Occidente posible para encontrar las mencionadas aguas.

Terminas de leer el cuento El Inmortal, y no sabes muy bien si el autor del manuscrito es el anticuario Joseph Cartaphilus, Marco Flaminio Rufo o el propio autor de la Ilíada, Homero. Borges vuelve una y otra vez sobre la definición del yo, un yo definido por el lenguaje y por sus circunstancias. Entonces hay que releer el cuento, incluso leerlo en voz alta, y a veces, tomar un atajo: leer comentarios, análisis, ensayos y reseñas sobre este relato.

Después de atravesar el desierto, Marco Flaminio Rufo llega a la falda de la ciudad de los inmortales, y antes de desfallecer dice “Antes de perderme otra vez en el sueño y los delirios… repetí unas palabras griegas: los ricos teurcos de Zelea que beben el agua negra de Esepo…”. Con esto Borges alerta que al tribuno romano le “sale” una conexión con la Iliada: Zelea es mencionada por Homero en el catálogo de los Troyanos en la Iliada; el río Esepo pasa por esa ciudad.

En las cuevas junto a esa ciudad grandiosa y horrible (refiriéndose a un palacio dice “los dioses que lo edificaron han muerto… lo dioses que lo edificaron estaban locos”) están los trogloditas, que parecen haber perdido su humanidad: no hablan, todos se parecen, parecen haberse perdido en la inmortalidad. Por hipogeos laberínticos el narrador entra a laberintos que finalmente lo adentran en la ciudad y por ahí mismo sale. Esos laberintos, esas puertas, son también una imagen de este relato mismo, que confunde, que te hace preguntar quién es el narrador.

Después de salir, aquel troglodita a quien el narrador llama Árgos, resulta confesar que es Homero: Qué sabes sobre la Odisea, le pregunta, a lo que Argos contesta “muy poco… ya habrán pasado 1100 años desde que la inventé”. Claramente, la inmortalidad debilita la memoria. Habría que ser como Funes.

Antes, Marco Flaminio ha caído de bruces o algo similar sobre un hilo de agua, y ha bebido de ella. La inmortalidad que otorga esta ingesta le ha sido dada. En las descripciones sobre los inmortales, se incluye: “A veces, un estímulo extraordinario nos restituía al mundo físico”.

El epígrafe del cuento es una clave importante en su análisis.

Después de saber que, así como hay un agua que da la inmortalidad, supieron que hay otro río que entrega la mortalidad “Homero y yo nos separamos en las puertas de Tánger; creo que no nos dijimos adiós”. Después de esto, el personaje que narra recorre países y vive varias vidas. Hasta que cerca del Mar Rojo bebe accidentalmente de un río que le devuelve ese tesoro.

Fragmento del cuento El Inmortal de Borges
Fragmento del relato «El inmortal», el cual hace parte del libro El aleph, de Jorge Luis Borges

En el apartado V del cuento, el narrador se detiene a declarar que hay dos personajes en esta crónica: Marco Flaminio y Homero. Nos dice que Tebas Hekatómpylos es como llama Homero a la ciudad, quién a su vez confunde el río Nilo por el río Egipto. Adicionalmente, explica lo de Zelea, mencionado más arriba. Tal vez Marco Flaminio es solo otra vida más de ese Homero inmortal. Pero el narrador habla de ellos desde la distancia, como si fuera otra persona más, Cartaphilus. El cuento menciona a Giambattista, a quien le da la razón. Dice una nota al pie en la edición que leí que Ernesto Sábato sugiere que se refiere a Giambattista Vico, quien postulaba que Homero es un personaje simbólico.

En todo caso, no importa quién es quién en esta historia, porque el inmortal es todos los hombres. El inmortal es el símbolo. Nos vemos con una literatura que es una manera de entregar una idea trabajada, una reflexión filosófica, incluso ontológica. El cuento termina así: “Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras de otros, fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos”. Tal vez es el hombre, digamos el ser humano, el que se quiere hacer símbolo de sí mismo. Y cada ejemplo de la esa especie-signo, cada uno de nosotros, no es más que eso, retazos de otras vidas, palabras de otros que ya han estado a lo largo de los siglos, y que siguen estando en nosotros. Tal vez es lo que pasa con Borges ahora mismo.

Sobre el epígrafe de El inmortal

El epígrafe del cuento es una clave importante en su análisis. Es una cita de los Ensayos de Francis Bacon, número LVII. El ensayo se titula «Sobre la vicisitud de las cosas» del cual Borges toma exactamente las tres primeras líneas: «SOLOMON saith, There is no new thing upon the earth. So that as Plato had an imagination, That all knowledge was but remembrance; so Solomon giveth his sentence, That all novelty is but oblivion.«

Este epígrafe ya nos habla sobre lo impermanente, y en cierta forma, sobre lo infinito. El ensayo de Bacon se llama Sobre la vicisitud de las cosas porque habla sobre la mutación de la materia. Dice por ejemplo «es cierto que la materia está siempre en un flujo constante, nunca quieta o de una sola forma permanente». El epígrafe usado por Borges también apela a la memoria y al conocimiento, lo cual conecta bien con el cuento El Inmortal. El epígrafe también es un guiño al cuento Los Teólogos, también en El aleph, el cual trata exactamente sobre una discusión acerca de lo circular, de lo permanente y lo impermanente. Discusión que tiene raíces en la filosofía antigua, el neoplatonismo y en la alquimia; por ejemplo, es uno de los temas discutidos en Los Textos Hermeticos entre Hermes Trimegisto, Asclepio y Tat.

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Autor: Julián Bueno

Escribir reseñas y análisis de libros es una manera de volver a ellos a través de nuestros apuntes. En Lectura-abierta.com todo el mundo está invitado a publicar sus experiencias de lectura. Soy antropólogo y consultor digital, me interesan los contenidos en internet, la literatura, la filosofía y el arte.

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