Después de leer Mi año de descanso y relajación puedo decir que las obras de Ottessa Moshfegh exploran qué es sentirse mal, sentirse incómodo con las circunstancias y con la vida, estar rodeado de personas que no te son tan favorables como quisieras y cómo el mismo protagonista del libro también tiene asuntos por solucionar consigo mismo, por no decir el sentido total de su existencia. Esto también se lee en otra novela de Moshfegh como Lapnova. Es decir, son obras neo-existencialistas, incluso nihilistas. Esto mismo es el centro de Mi año de descanso y relajación, donde una joven bella, “todas las personas que conocía en la universidad me odiaban porque era guapa” (2023: 136), rubia y sin muchas dificultades económicas decide “apagarse” durante un año con el objetivo de hacer un reinicio, con el fin de hacer emerger una versión más “manejable” de su yo y lejana de su pasado. Se destaca que su estrategia consistía en tomar cuantos somníferos y tranquilizantes mentales pudiera con el fin de dormir lo máximo posible durante un año. Su botiquín estaba compuesto por Trozadona, Zoldipem, Nembutal, Fenobarbital, Seroquel, Litio, Trankimazin, Promaxatín, Mysoline, Resperdal, Valium, Orfidal, Benadryl, NyQuil, Lunesta, Termazepan, Zyprexa, Placidyl, Bisolgrip, Ilvico, Lamictal e Infermiterol, siendo este último el más determinante.
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