Pedazos de identidad. Reseña de Huaco retrato

4.9
(7)

“Soy consiente de que intento construir algo con fragmentos robados de una historia incompleta.”
Gabriela Wiener

Procedemos de dos células, cada una con sus cargas genéticas, es natural que nuestra identidad sea difícil de encontrar. Pero cuando nuestros antepasados se alejan demasiado entre sí, la integración y asimilación de dicha identidad llega a ser tan complicada que, en el afán de hacerla embonar, puede romperse; o, por el contrario, puede ya estar rota y entonces tocará al individuo unir esos pedazos de identidad. Tal es el caso de Gabriela Wiener: una mujer peruana con apellido europeo que, a lo largo de la obra Huaco retrato, va recolectando las piezas robadas de una historia incompleta e integrándolas hasta darles forma, e incluso peso.

Huaco retrato es un libro de huaco retratos, es decir, de identidades (1) , si no, ¿por qué se llamaría así?

Huaco retrato
Gabriela Wiener.
Perú, Literatura Random House, 2021.
170 pp.

Se podría pensar que es sólo por la denuncia de las piezas quechuas que Charles Wiener robó de Perú; sin embargo, pensar que la obra de Gabriela Wiener se reduce a denunciar a un huaquero del cual lleva el apellido, sería un insulto a la apertura de venas y entrañas que nos regala en la primera parte del libro. Por supuesto que en la base se encuentra la denuncia del huaqueo como forma de violencia, pero a lo largo de la obra se realizan otras denuncias que nos llevan descubrir que todos somos, en lo macro, un reflejo de la sociedad en la que nacemos y crecemos, y en lo micro, un reflejo de nuestros antepasados. Replicas exactas, huaco retratos.

Pienso en la novela La historia de Mayta de Mario Vargas Llosa o en La insoportable levedad del ser de Milán Kundera; esas obras se parecen a la de Wiener porque son libros que abordan, a simple vista, por lo menos dos temas. En el caso de La historia de Mayta, uno es el tema político-histórico y el otro la condición y naturaleza humana; en el caso de La insoportable levedad del ser, uno es el tema filosófico y el otro las relaciones interpersonales. De modo que estos libros tienen, al menos, dos tipos de lectores: los que leen los datos duros y los que se van más por la historia que se narra; aunque al final no importa porque están hechos de manera tan majestuosa que terminas asimilando ambos relatos.

Así pasa con Huaco retrato: tiene el tema de la denuncia hacia Charles Wiener, la cual conlleva una crítica social hacia todos los colonizadores y saqueadores; pero también es una denuncia hacia su padre y las heridas que le causó, que a su vez conlleva la crítica hacia el tipo de paternidad que ejerce éste; y también es una denuncia hacia ella misma y su manera de relacionarse con el mundo, que conlleva no sólo la autocritica sino el desdoblamiento hacia la comprensión de lo que nos integra como seres únicos y completos: la identidad.

La historia comienza con lo que bien podría ser una pieza teatral: la escena se sitúa en una exposición en un museo de parís, casi debajo de la torre Eiffel; una mujer recorre la sala destinada a los “descubrimientos” de Charles Wiener y, a través de sus cavilaciones en torno a los saqueos y apropiaciones del hombre blanco, privilegiado y europeo, avanza hacia un imaginario final de la escena con ella corriendo directo al muelle, abrazando a la momia de un niño peruano, reclamando todo lo que hay en esa exposición como propio y aventando unos tiros al aire.

Esa mujer es la protagonista, Gabriela Wiener, quien viaja a Perú porque su padre está muy enfermo, pero, al llegar, la recibe sólo su madre, quien le entrega la herencia que le dejó su viejo: el libro que escribió Charles Wiener, su tatarabuelo, y su teléfono celular. A lo largo de la historia, la protagonista explora tanto el libro como los correos electrónicos que se encuentran en el celular de su padre, buscando, entre líneas, pistas que le ayuden a darle sentido a esas historias incompletas.

Cuando comienzan a aparecer personajes que interactúan con Gabriela, hay un momento en el que se ve con claridad una parte del artificio que la autora utiliza y con lo que logra gran parte de su verosimilitud: “…por fin lo dijo, me llamó para que fuera, para que volara, vuela Gabi, porque tu papá no va a aguantar mucho…”. Nos han dicho que si el escritor decide que su narrador tenga el micrófono todo el tiempo (incluso cuando otros hablan), será muy probable que el lector confíe menos en la verosimilitud que si se tratara de una historia en la que cada personaje tiene su momento en el micrófono. En el caso de Gabriela Wiener, podemos ver cómo logra que la historia se crea y se sostenga a pesar de ser sólo ella la que habla; pienso que se debe a la fidelidad que guarda y con la que pasa a sus personajes de la vida real al papel, usando apenas lo necesario de ficción. Elemento clave y sobresaliente en su estilo.

Siguiendo un poco sobre la línea del estilo de Wiener, la intertextualidad es algo que se observa a todo lo que da ―me hizo recordar a Olivia Teroba y su enorme bagaje literario―: Al empezar el luto por su padre, la protagonista expresa que nadie la preparó para la muerte, ni siquiera los miles de libros con historias tristes que leyó frenéticamente, y se suelta con una gran lista de historias tristes. Pero no es una lista insípida de títulos de libros seguidos del nombre del autor, la lista de Wiener menciona al personaje de la historia en su momento de quiebre, es una lista que no sólo se lee, se siente, se nota que la intención de la autora es lograr tocar al lector directamente a través del sentimiento, sin palabras por en medio.

Otra característica del estilo de esta gran escritora es la forma en la que introduce e integra elementos de crítica literaria ―es como si al tiempo que avanzas en la historia principal y secundarias, tuvieras además de cuando en cuando una dosis de metatextualidad ya sea para tener más acervo cultural o incluso para citarla en algún ensayo. El ejemplo que tengo es la escena en la que habla del libro de José Carlos, hijo de dos militantes de izquierda; es decir, puedes no saber quien es el escritor ni lo que dice el libro, pero te da un panorama del valor extratextual de la obra en unas cuantas líneas y además queda clarísimo, y todo esto con un tono de relato, integrado a la misma historia, no se siente forzado. Y como éste, hay varios incisos de ese tipo, algunos apenas esbozados pero igualmente mordaces cómo: “…me distribuyo como se distribuye la pobreza en el mundo. Incapaz de hacer justicia a nadie.”

Podría seguir hasta el infinito hablando de los lugares donde Wiener nos deja ver partes finas de su estilo. Las imágenes que dibuja de tanto en tanto y va dejando salpicadas, escondidas, esperando a ser leídas, son otro gran ejemplo de éste. “Me digo que puedo hacerlo, que soy capaz, que si a un molusco solo le hace falta una enzima y algo de oxígeno para brillar y confundir a los depredadores, por qué yo no podría.” Lo leo y siento la penumbra a mi alrededor, las aguas profundas, el miedo, luego veo la luz encenderse y aventar un halo de fulgor.

Volviendo al relato, cuando la protagonista comienza a husmear en el celular de su padre, se topa con la primera grieta por la que sale uno de los fragmentos que conforman al huaco retrato de éste y al mismo tiempo el de ella misma (incluso de Charles): “La infidelidad dentro de la infidelidad […] siento que a lo mejor tengo que empezar a pensar seriamente en que algo de ese ser fraudulento me pertenece. Y ya no sé si me refiero a mi padre o a Charles.”

Mientras está de luto en Perú y después de trazar los pormenores de los primeros dos niveles de conciencia: lo deleznable de Charles el casi descubridor (como primer nivel), y lo hiriente de las acciones de su padre, el que no se conformó sólo con tener dos mujeres, sino que tuvo dos familias (como segundo nivel); Gabriela Wiener nos muestra por fin su intimidad más profunda, su ser visceral, en momentos incluso animal, que la lleva a tomar decisiones ―como la traición al acuerdo poliamoroso que tiene con su esposo y su esposa― que llegarán a doler mucho en la segunda parte de la historia, pero que también ayudarán a seguir trazando las identidades.

En la historia aparece un chico, ella aún en Perú y con tantos sentimientos encontrados, se mira ahora tentada a serle infiel a sus esposos, y se juzga, se cuestiona ¿por qué, si lo tiene todo, lo quiere arruinar? “En Madrid me espera todo […] Un plan cerrado, sin fisuras. Pero mientras más disidente me presumo, más instalada en el establishment me encuentro”. Al consumar la infidelidad con el joven periodista, Gabriela obtiene, a través del sentimiento, otra pieza para su hueco retrato: la naturaleza efímera, herencia de su padre.

Esos días en los que el idilio clandestino se lleva a cabo, Wiener se describe enterada de todo, consciente de la replica que esta haciendo de su padre, consciente del abandono inminente que se acerca por parte de sus esposos; y, por otro lado, feliz, proponiendo matrimonio a un cuarto integrante del circulo poliamoroso, felicidad apenas fugaz porque la sombra de su padre aparece como recordatorio de que él hizo exactamente lo mismo, “Jugamos a la fidelidad dentro de la infidelidad, como mi papá con su amante”.

El regreso a España marca la segunda parte de la novela, y es aquí donde toda la rebeldía, reclamos, intentos por huir de la herencia, denuncias y demás visceralidades, se liberan, dando paso a un análisis bastante profundo de temas como las herencias no pedidas que por generaciones se han pasado de padres a hijos, o como la cosmovisión que también se hereda en la cultura de generación en generación. Es así que, a través de sus investigaciones y reflexiones, Gabriela Wiener va descubriendo, en la empatía, sus raíces, su linaje, y su propia comprensión y aceptación de quién es y de qué la conforma.

La protagonista se enfrenta a la frialdad que se apodera de su relación poliamorosa, producto de la aventura que tuvo en Perú, mediante celos e inseguridades. Una noche se la pasa yendo y viniendo de una cama a otra porque quiere estar con su esposo, pero también quiere estar con su esposa, y es ahí donde descubre cómo se sentía, para su padre, tener dos hogares. Y no sólo eso, Wiener se avienta un clavado más profundo a sus heridas, logrando identificar la del abandono, herida que tuvo su padre, su abuelo y su bisabuelo, herida que pudo haber venido de Charles Wiener y más atrás, por la herida quizá no del abandono, pero sí del rechazo.

Darse cuenta de ese rechazo que vivó su tatarabuelo por ser judío, la ideología en la que creció, la necesidad de éste por sobresalir y así ganarse un lugar en el mundo, es lo que lleva a Gabriela Wiener a abrir ese puente mediante el cual logra mirar de frente el huaco retrato de Charles, comprendiendo que es un reflejo de la sociedad del siglo XIX y, a su vez, es también una parte de su propio huaco retrato: un reflejo de la sociedad del siglo XXI.
Ella se concibe como una mezcla perversa de huaquero y huaco: “Hay algo en esta mezcla perversa de huaquero y huaco que corre por mis venas, algo que me desdobla”, construyendo así su identidad, a través de fragmentos que le dieron, algunos que robó y otros que eligió.

La obra inicia y termina con la denuncia del saqueo porque éste es un tipo de violencia macro, es decir, una violencia que toca directamente a la Historia: el huaqueo contamina lugares arqueológicos, arruinando así la posibilidad de estudiar los vestigios encontrados. Pienso en Olivia Teroba que con su libro «Un lugar seguro» se une a las escritoras que buscan reescribir partes de la Historia, llevar registro, señalar que hay una versión distinta: la de los conquistados, oprimidos y silenciados, la de las violentadas, abandonadas y borradas.

Huaco retrato es, como se dijo en un inicio, un libro de huaco retratos: Charles Wiener como la réplica exacta de la sociedad del siglo XIX (el marginado margina a los más marginados); Raúl Wiener como la replica de su padre y abuelo; Gabriela Wiener como la replica de su padre y tatarabuelo, pero también de la sociedad del siglo XXI (latinos colonizados sin saberlo, mujeres practicando el machismo sin saberlo). Además, la autora menciona este mismo fenómeno de los reflejos y cosmovisiones, cuando reflexiona acerca del comportamiento de la abuela de su esposa, y el de su propia madre. El saqueo, el abandono, la necesidad; el sentido de identidad, el rechazo, la blanquitud; todos cabemos y nos podemos reflejar ahí.

(1) Identidad tomada en su sentido de cualidad de idéntico.

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1 comentario en «Pedazos de identidad. Reseña de Huaco retrato»

  1. Se nota la gran calidad de redacción de la persona que realizó este texto, y como desde su perspectiva nos comparte esta reseña bastante buena

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