Hoy 23 de abril día del idioma paradójicamente culmino la lectura del libro “El alquimista, una fábula para seguir los sueños” escrito por Paulo Coelho en su cuadragésima quinta edición, una obra exitosa con más de 65 millones de libros vendidos. La traducción es de Montserrat Mira; esta obra está inspirada en los años que el autor dedicó al estudio de la alquimia y los momentos de crisis que sintió por no tener avances, es allí donde aparece un maestro que le permite descubrir y retomar el estudio de la alquimia junto con su interés por descubrir el elixir de larga vida.
Es de resaltar que siendo una fecha que conmemora la historia, la cultura y el uso del español se concluya con la lectura de una obra atrapante que relata la historia de un joven que persigue sus sueños y que logra interpretar el lenguaje del mundo. En esencia el lenguaje del mundo no tiene un código lingüístico específico, aparece según la tesis del libro, solo para aquellos que persiguen su leyenda personal. La leyenda personal es aquello que fundamentalmente constituye el proyecto de vida que traza cada persona y consiste de alguna manera en escuchar a su corazón y las señales que le pone la vida para construir dicho camino.
El alquimista es una novela del escritor brasileño Paulo Coelho, publicada por primera vez en 1988 y en portugués. Es una de las obras literarias más leídas, vendidas y traducidas en los siglos XX y XXI.
En alguna ocasión lo dijo Jaime Garzón, “los mejores libros uno no los busca, uno se los encuentra”. Es importante aludir que el libro no me cautivó por su autor, ni por que sea un apasionado lector, ni porque sea una recomendación, o quizá tenga una portada atractiva. La alquimia, una antigua ciencia que como todas las ciencias surgió con cierta dosis de misterio y que se fue puliendo en sus métodos de estudio, fue la palabra clave que en ese título me cautivó y desató en mi esa chispa de curiosidad que debe surgir en cada persona para promover el interés por aprender algo nuevo.
Un pastor que se convirtió en comerciante, próximamente en viajero, después en consejero, más adelante en alquimista y otros oficios que quizá me quedo corto en describir, relata la historia de un hombre al que no lo llenaba la vida que lo rodeaba y se tomó el riesgo de descubrir en su ser lo que estaba más allá de lo que sus ojos podrían ver. Mientras leía el libro, algún comercial del antiguo Renault Clío trajo a mi mente una frase, “la próxima vez que tengas un sueño, que no se te olvide cumplirlo”. Frase que tiene mucho que ver con los sueños que nos planteamos de niños y que quizá con el pasar de las responsabilidades o compromisos dejamos atrapados en el cajón de los recuerdos. O como lo dice Alejandra Pizarnik: “La verdad trabajar para vivir es más idiota que vivir” en dónde juzga como se le da relación de sinonimia a trabajar con ganarse la vida.
La vida es eso que pasa mientras trabajamos o dedicamos a eso que no nos apasiona. Tiempo de calidad es lo que dedicamos a eso que nos llena el alma. Retornando a la historia, a Santiago, personaje protagónico, no lo llenaba ser pastor, aunque si explica que esa experiencia le permitió empezar a entender el lenguaje del mundo y dichas experiencias le contribuyeron en su leyenda personal. Aristóteles bien lo dijo: “El hombre es un ser social por naturaleza”, dicho de otro modo, el hombre es lo que lo rodea y por tanto, hay que estar atento a las personas y las señales que aparecen en el camino. Un rey, una gitana, un ladrón, un inglés, un camellero, un alquimista y un monje le dieron a Santiago una guía en el camino para construir su leyenda personal. Somos el resultado de una serie de condiciones, momentos experimentados con una serie de personas con las cuales compartimos en algún fragmento de nuestra historia de vida.
Cómo no mencionar a Fátima, personaje de la fábula que le permite a Santiago descubrir el significado del amor verdadero; aquel que le permitió entender que el amor es libre y debe dejar ser sin ataduras, el mismo que no puede oponerse a los sueños, que comprende el lenguaje del mundo, que escucha e interpreta al corazón. Una tesis que resalta la idea de que es importante el amor, pero que es más importante el conocimiento de sí mismo y que los sueños estén de acuerdo con este sentimiento profundo y complejo.
El tesoro de Santiago, no fue el cofre encontrado. El tesoro fue el camino recorrido, en este mundo se le da más valor a los resultados obtenidos que a los procesos, en muchas ocasiones el resultado favorable no siempre significa un buen proceso, también es apropiado indicar que existen buenos procesos con resultados negativos. El tesoro de Santiago, fueron los aprendizajes que tuvo que desarrollar, como un nuevo idioma, el conocimiento de los cristales, el conocimiento sobre el lenguaje del mundo, sobre la alquimia, las experiencias del viaje, las personas conocidas que enriquecieron su leyenda personal.
Es importante aludir que la historia del alquimista roza con un relato fantasioso, en el cual se le da vuelo a la imaginación, pero no discrepa con la realidad de la vida. El mundo tiene un lenguaje universal que no es necesariamente idiomático, es un lenguaje que traspasa las fronteras y nos comunica como seres humanos con el mundo, que cobra sentido cuando nos entendemos sin la necesidad de las palabras, cuando nos reímos sin justa razón y que las miradas o la intención de un gesto se promueven con el corazón.
“No tengo más que recomendar en este día del idioma, que no olviden entender el lenguaje del mundo que nos guía el camino hacia cualquiera que sea nuestra leyenda personal”.