«UNA MUÑECA ABANDONADA entre las rocas desde hace decenas de años. … después de todo lo que pasó la muñeca sigue allí, como testigo muerto». Así comienza este conmovedor relato de la novela Isla de la Pasión de la escritora colombiana Laura Restrepo, donde recoge los acontecimientos y hechos de la memoria del pueblo para mezclar con habilidad escritural y periodística la realidad con la ficción, la aventura, la pasión, el sufrimiento y el amor; terminas de leer y te preguntas ¿serían estos hechos reales o es pura imaginación de las personas entrevistadas, de los documentos investigados o de la autora?
La Isla de la Pasión o Clipperton está ubicada en el Océano Pacífico, actualmente de posesión francesa, cercana al puerto mexicano de Acapulco. Los hechos que ocurrieron en la isla estuvieron enmarcados en un período sociopolítico de guerra civil mexicana y conflictos internacionales relacionados con la Primera Guerra Mundial. En este sentido, Retrepo nos lleva de la mano para introducirnos, por un lado, en su investigación académica de registros documentados y testimonios orales y, por otro, en su narrativa novelesca vivida por un grupo de militares y sus familiares, quienes fueron enviados a esa isla para salvaguardar el territorio, en ese entonces bajo la jurisdicción de México, en contra de los franceses o norteamericanos, o quizás frente a peligros transmitidos del imaginario de los líderes gubernamentales de la época.
La Isla de la Pasión
Laura Restrepo
HarperColling Publishers
New York (2003)
Originalmente publicado en Bogotá, 1999
La narrativa nos detalla de manera cronológica cómo los pobladores de la isla fueron sometidos a las vicisitudes de supervivencia y abandonos por largos nueve años de aislamiento, contados a partir de 1908 hasta que en 1916 fueron rescatados: 5 mujeres y 7 niños por el capitán H.P. Perril, comandante del cañonero USS Yorktown. Los demás habitantes no lograron sobrevivir, con excepción de un joven alemán encargado de la empresa de guamo, Gustavo Schultz, quien pudo salir de la isla antes del escorbuto.
En 1908 zarparon hacia Clipperton la tripulación al mando del personaje fundamental del relato, el capitán Ramón Anaurd, desertor militar, excarcelado y paradójicamente nombrado Gobernador de la Isla. Lo acompaña su esposa Alicia Rovina, once soldados y sus familiares, el Teniente Secundino Angel Cardona, el segundo al mando en la isla, Tirsa Rendón esposa del teniente Cardona y Victoriano Álvarez, soldado negro, encargado del faro que posteriormente será recordado como el antagonista, el villano y sádico. Más tarde llega a la isla Altagracia Quiroz, niñera de la familia Arnaud. Todos estos personajes son llevados al destierro, representado por la isla.
Así comienza la historia con un puñado de pobladores que al principio se sentían halagados y afortunados de ser escogidos para proteger ese territorio. Sobresalen en ellos el honor, el amor del soldado por defender sus ideales y el respeto por su país, México. No obstante, al poco tiempo se inicia la tragedia de abandono y olvido por parte de las autoridades gubernamentales, aunado a la devastación de la isla por el huracán, el hambre y la peste. De esta manera, los personajes comienzan a manifestar la dicotomía de sus sentimientos felicidad/tragedia, entusiasmo/hastío hasta amor/odio por la isla. Tiempo después comentó Anaurd «Parecemos fantasmas, y encima pertenecemos a un ejército que ya no existe» (p.222).
Pero no todo tuvo un sabor amargo en la isla, la pasión floreció en la relación matrimonial de Alicia y Arnaud y en la de Altagracia y Gustavo Schultz. La quietud del mar, el calor sofocante, el hastío les despertó pasiones incontrolables. «Protegidos por las espesas cortinas de agua celebraron el ritual diario de amarse, como tarjeta postal, en la hamaca del balcón oriente … entre los reflejos dorados del atardecer» (p. 93). Asimismo, los niños eran felices corriendo y jugando al aire libre. Mucho tiempo después así lo corroboran los sobrevivientes ya adultos.
Pero luego llegó el escorbuto …
Esto trajo consigo la confusión, la locura y la desesperación en los habitantes de la isla, dando lugar a la pérdida de todos los principios de autoridad y respeto por la vida; en lugar de producirse una simbiosis hombre – paisaje como en el caso de Robinson Crusoe (Daniel Defoe, 1917) donde el paisaje lo movió de manera positiva para sobrevivir y defenderse de sus enemigos internos, reales o imaginarios; por el contrario, el paisaje y las circunstancias en la isla determinaron en la población hambrienta y enferma un carácter y una conducta desenfrenada que sacó de ellos las más viles pasiones.
No por casualidad, en el relato se percibe de manera recurrente la palabra negro, con la cual se simboliza el lado oscuro, maldad, explotación del negro por el blanco, o quizás solo sea un fenómeno social arraigado de discriminación racial en la historia mexicana; lo cierto que esto queda explícito cuando a Victorino, lo dejan solo por años cuidando de un faro. Lo colocan en la más baja de la escala militar, y cuando se enferma lo tratan como el peor de la sociedad. Consecuentemente, Victorino Álvarez se levanta del abandono y del menosprecio y saca lo peor de sí, como el monstruo, el sádico y el bandido. «La primera que afloró fue el racismo, y Victorino Álvarez fue el chivo expiatorio. Lo odiaron desde el fondo de sus entrañas, lo maldijeron por negro …» (p. 235). Los habitantes le dieron una paliza y lo dejaron casi muerto.
Muchos otros se entregaron con pasión al castigo y la flagelación como medio de exculparse, pues consideraban que el abandono en Clipperton era solo un castigo de Dios. Por su parte, el capitán Arnaud con su delirio de escapar de la realidad, ve venir un barco y se lanza a su encuentro para que los rescate y el mar se lo tragó.
«… la hipocondría de Ramón, … y se propagó con velocidad implacable … El número de muertos aumentó … se formó una cofradía de flagelantes … se castigaba a sí mismos … Débiles y dolientes como estaban, formaban una lastimosa horda de vándalos y depredadores» (p. 240-241).
Sin embargo, cuando casi toda la población había muerto, quedando solo algunas mujeres y niños, reaparece Victorino desfigurado por el escorbuto y por la golpiza que recibió. Se nombra así mismo gobernardor de la isla y se dedica a violar y a maltratar a las mujeres. Alicia y Tirsa se levantan contra él y lo matan.
En este punto se hace notar el papel que juegan las mujeres, dirigidas por Alicia, al verse solas con sus hijos se levantan de la sumisión y se enfrentan a las circunstancias de trabajo arduo para sobrevivir; surge el liderazgo innato para encaminar a los otros y no menos importante para luchar contra los miedos, el abandono, la escasez, el hambre y contra los espíritus que deambulaban y caminaban con ellas. Aquí sí vemos a Robinson Crusoe en su aventura. Cuando fueron rescatados, las mujeres no querían dejar a sus muertos: -A nuestros muertos -dijo Alicia- se los llevó el viento y se los tragó el mar, y a estas alturas deben estar volando sobre el África o navegando por Europa. Así que rápido, vámonos» (p. 328).
Se puede decir que toda la historia está plasmada de símbolos que nos dicen mucho con solo nombrarlos: isla/destierro/viento, abandono/pánico, miedo /sufrimiento, huracán/devastación/muerte, pero también se relaciona con la fuerza para levantarse de la nada y volver a empezar, un nuevo renacer que les da el espíritu valeroso humano. Todo esto encierra la Isla de la Pasión, la vehemencia para la acción, en el amor, en el sufrimiento y en el despertar. Y como había dicho Alicia, los años en la isla «fueron llevaderos», una triunfadora que sumó, restó y se levantó de las cenizas.
Finalmente, la isla de la pasión es una excelente reflexión de vida; el lector se coloca del lado del náufrago, vive y sufre con él. Se personifican las víctimas en la desesperanza, la desolación y la resignación como resultado de una actuación sociopolítica de los líderes gubernamentales cargada de irresponsabilidad, corrupción y mala administración. Aquí se subraya el arraigo de esta actuación en muchos gobiernos, en circunstancias diferentes, pero con las mismas raíces con resultados lastimosos y de desventuras. En este aspecto se puede relacionar con la recordada novela de Gabriel García Márquez «el coronel no tiene quien le escriba», en ella se narra el abandono a quien lo dio todo por su patria. Indudablemente las circunstancias no son las mismas, pero igualmente se manifiesta el abandono a un pueblo, y esto trae consigo que el subdesarrollo y la resignación están y siguen estando latentes en nuestro continente. Un aplauso por este libro, Laura Restrepo.
Muy buena reseña, gracias, no había leído o sabido de este libro, no sé si realmente fue verdad o ficción. Es una gran metáfora de lo que sucede hoy en muchos lugares, pero el asunto es que el mundo es grande. Laura Restrepo escribe bien, con significación, educación. Casi es una lectura que recomendaríamos a muchos para estudio. Saludos desde Chile.
Muchísimas gracias, es un honor compartir tus comentarios. Saludos desde Venezuela.
me encanta esta reseña nunca habia escuchado de este libro me gusto
Así es amigo, la novela pareciera un poco realidad y otro rato ficción. Me alegra mucho compartir esta lectura contigo.
Soy de Taxco Guerrero, México y en la novela se menciona que una protagonista, al final de sus días decide radicar ahí, justo el año en el que yo pude cruzarme con ella en una de las calles empedradas de la ciudad colonial. excelente narrativa de una novela que mezcla la pasión y también el Terror, el poder y el hambre y donde sólo el agua de coco será el elixir de vida de los habitantes.
Gracias por compartir esta lectura y tu experiencia. Saludos cordiales.