Ensayos de Montaigne: ideas subrayadas

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Michel de Montaigne escribió (más bien, dictó) 107 ensayos, pero la edición de la Editorial Alma que he leído solo tiene 12 ensayos. Incluye la introducción titulada “Del autor al lector”, firmada en 1580 y en la cual Montaigne nos dice: “considera que yo mismo soy el contenido de mi libro, y que no merece la pena que emplees tu tiempo en un tema tan frívolo y tan vacío”. Una declaración directa, limpia, honesta, desinteresada. Trato de responderme entonces por qué he leído estos ensayos, y más aún, transcrito estos apuntes y comentarios. “No trato de prestarte ningún servicio ni de aumentar mi gloria” afirma. Pero no está en él determinar los servicios que sus ensayos puedan prestar… y su gloria póstuma está toda en sus ensayos… A partir de todo esto entiendo que Michel de Montaigne ha generado un tipo de obra autorreflexiva, autorreferencial, autobiográfica, pero que no describe los eventos de su vida sino sus puntos de vista y maneras de entender el mundo. Más que una autobiografía, es una confesión. Situado en el siglo XVI, Montaigne no solo es el “padre” del género del ensayo, sino una de las figuras más conocidas del escepticismo de aquella época. Escéptico y de influencias estoicas, los ensayos de Montaigne son sobre él mismo, sus divagaciones éticas, políticas y filosóficas, pero no científicas. Son una exploración de su conciencia, son ensayos autorreflexivos, un intento de autoconocimiento en una época aún distante del descubrimiento del inconsciente.

ENSAYOS
Michel de Montaigne

Editorial Alma. 2020
12 ensayos. 252 páginas
Ilustrado por Antonio Santos
Traducción de Enrique Azcoaga

Los títulos de los ensayos incluidos en esta edición dan cuenta de los temas en los que Montaigne reflexionó y opinó: la ociosidad, el miedo, la filosofía, la educación, la desigualdad, los libros o la vanidad… opinó sobre casi cualquier fenómeno en la sociedad. Otros ensayos no incluidos en esta edición son: De la amistad, De la crueldad, De la embriaguez… En general, son reflexiones sobre todo tipo de cosas y el comportamiento moral frente a ellas, es decir, el actuar individual en medio de la comunidad social. Pero todo, vinculado a él mismo como tema general, él mismo, un señor que tenía opiniones sobre el comportamiento humano y que se llamaba Michel de Montaigne. Su opinión y visión sobre estos temas y sobre sí mismo lo acompaña de abundantes citas a sus fuentes intelectuales: pensadores, historiadores, poetas y figuras clásicas como Cicerón, Tito Livio, Horacio, Virgilio, Marcial, Séneca, Lucrecio, Juvenal, Propercio, Catulo, Quinto Curcio, Plauto, Terencio, Ariosto, Ovidio, Cornelio Nepote, Anacreonte, Manilio. Este ejercicio intelectual llevó a Montaigne a crear un género propio y nuevo: el ensayo.

Desafortunadamente, la edición nombrada no incluye el ensayo “Apología de Raimond Sebond”, un texto del que la crítica opina ser el más reflexivo y el más expresivo sobre el escepticismo y la relación del ser humano con la divinidad.

En el ensayo Del miedo, ese estado que hace perder la cordura, dice “Los que viven en continuo sobresalto por temor a perder sus bienes y ser desterrados o subyugados viven siempre en constante angustia, sin comer ni beber en reposo; mientras que los pobres, los desterrados y los siervos suelen vivir con más alegría” (2020: 20).

En Que filosofar es prepararse para morir dice que según Cicerón “filosofar no es otra cosa que prepararse para la muerte” (2020: 23). Divaga sobre lo impredecible de la muerte y de las múltiples formas en que nos sorprende. “Quitémosle la extrañeza, habituémonos, acostumbrémonos a ella” (2020: 31). Saber morir libera, afirma Montaigne, y más adelante afirma: “Quien enseñe a los hombres a morir, también les enseñará a vivir” (2020: 35). Una cita que hace de Horacio merece la pena quedar subrayada: “Imagina que cada día es para ti el último, y agradecerás el amanecer que no esperabas” (2020: 31). Esta conciencia de que la muerte está a un brazo de distancia recuerda a Las enseñanzas de Don Juan y a las Meditaciones de Marco Aurelio. También recuerda la máxima de vivir en el presente. Una educación sobre la muerte sigue estando pendiente en la sociedad occidental

En sus ensayos Montaigne vota por vivir tranquilo, sin preocupaciones innecesarias, y en el ensayo Que filosofar es prepararse para morir lo refleja con estas frases: “El salto del mal vivir al no vivir no es tan violento” (2020: 36) y “El mucho vivir y el poco vivir son idénticos ante la muerte” (2020: 36). Esto último me hace recordar la idea de que un día es como toda la vida, que no existe otra luz ni otra oscuridad que la de un día. Por último, sobre este ensayo, que en realidad es más sobre la inmanencia de la muerte que sobre filosofar, he apuntado lo siguiente: “Allí donde vuestra vida acaba se resume toda la vida. La utilidad de vivir no reside en el tiempo, sino en la intensidad con la que se vive: hay quien vive lo suficiente viviendo pocos años” (2020: 42).

En el ensayo De los libros repite que su objetivo es darse a conocer a sí mismo, afirma que usa citas por calidad y no por número. De hecho, es manifiesto que sus lecturas fueron sobre la poesía, la historia, la filosofía ética y la política clásica; dice: “En los libros solamente busco un entretenimiento agradable y honesto, y si alguna vez estudio, me aplico a la ciencia que trata del conocimiento de mi mismo, la cual me instruye sobre el bien vivir y el bien morir” (2020: 127). Habla de la poesía de Virgilio, Lucrecio, Catulo y Horacio. Habla sobre la Eneida y las Geórgicas. Sobre Lucanos, Terencio, Plutarco, Séneca, Cicerón, Plinio, Julio Cesar y Laercio. Afirma que los autores modernos de su época necesitan hacer más maniobras o buscar socorros para hacer lo que hacían aquellos autores antiguos. En algo me he identificado al leer que escribía unas notas con la impresión que le había dejado tal o cual libro, para así recordar, años después, cómo le había parecido y qué le había hecho sentir.

“Endurecerse al trabajo es endurecerse al dolor”.
Montaigne

En el ensayo De la educación de los hijos confiesa que aprendió el latín como lengua materna, por dictamen de su padre. Obviamente, en su época la alfabetización era un privilegio. Diversos comentarios hace sobre la educación de los hijos, por ejemplo, que se debe “convertir al alumno en una criatura mejor y más prudente” (2020: 53), que “no es suficiente educar a los hijos en el regazo de sus padres” (2020: 54) o que “Endurecerse al trabajo es endurecerse al dolor” (2020: 55). También es interesante cuando cita a Cicerón acerca de la autoridad del maestro o del padre: “La autoridad de los que enseñan perjudica generalmente a los que quieren aprender” (2020: 51). Sorprende que estos puntos de vista sean en general aceptados actualmente, que esta ética sea reconocida y validada, por algunos sectores, en el mundo occidental.

Es varias ocasiones los ensayos de Montaigne hablan sobre la amistad y su inmenso valor. De la amistad es un ensayo que intenta fijarse en ese bien. En contraste con la amistad, afirma el autor, en el amor “su fin es corporal y se encuentra sujeto a saciedad. La amistad por el contrario se disfruta proporcionalmente a cómo se desea” (2020: 91). Recalca en este ensayo su amista con La Boëte, de la perfecta indivisibilidad de la amistad, de la compenetración espiritual con el amigo (hace recordar a Rumi y Shams de Tabriz, una amistad trascendental).

“El amor es el deseo de alcanzar la amistad de una persona que nos atrae por su belleza”
Cicerón

De los títulos que más me han interesado de los ensayos de Montaigne es De la desigualdad que existe entre nosotros. el texto me sugirió ideas sobre cierta conciencia de clase y el reconocimiento de la individualidad. Montaigne amplifica el dicho de Plutarco y dice que hay más diferencia entre un hombre y otro que entre un hombre y un animal. Aunque recuerda que todos somos muy diferentes pero que todos sangramos igual; rey o mendigo, cuando el alma y el cuerpo sufren de qué sirven las riquezas. Idea ésta última de dudosa certeza ya que desde hace mucho que el acceso a la medicina está mediado por la posición económica.

Merece la pena recordar cuando Montaigne afirma que el valor del hombre subyace a sus riquezas: “¿Por qué estimar al hombre envuelto y empaquetado? Así no nos muestra sino las cosas que en manera alguna le pertenecen, y nos oculta aquellas por las cuales solamente puede valorárselo. Lo que se busca es el valor de la espada, no el de la vaina; por ésta no se daría lo más mínimo. Es preciso juzgar al hombre por sí mismo, no por sus adornos, y como dice ingeniosamente un antiguo filósofo: ‘¿Sabéis por qué suponéis que es tán alto? Porque no tenéis en cuenta los tacones’. El pedestal no es la estatua.” (2020: 104).

“El primer castigo del culpable es no poder absolverse en su propio tribunal”
Juvenal

Un observador reflexivo era Montaigne. Sus ensayos son sus reflexiones morales. En el ensayo Del arte de conversar exalta la conversación como el más alto ejercicio del espíritu. Y al final deja ver la fermentación que hace el exceso de opinión: “La obstinación y el ardor de la opinión constituyen la más segura prueba de estupidez” (2020: 173). Recuerda directamente al texto de Culto a la ignorancia de Asimov. Pero no solo habla de esto, sino que gira hacia el tema de la crítica del otro: “Cien veces nos burlamos de nosotros mismos al burlarnos de nuestro vecino. Detestamos en nuestro prójimo los defectos que encarnamos más plenamente” (2020: 162). “Si tuviéramos buen olfato, nuestra suciedad debería apestarnos más cuando es nuestra” (2020: 162) y también cita a Erasmo: “A nadie le huele mal su estercolero”.

Los ensayos De la ociosidad y Cómo el alma descarga sus pasiones sobre los falsos objetos cuando le faltan los verdaderos coinciden en señalar que el sujeto sin objetivos, o el alma sin foco, puede extraviarse o engancharse en lo que no debe. Dos citas ilustran estas ideas: Plutarco dice que “la parte afectiva que hay en nosotros, a falta de un objeto pertinente y antes de permanecer ociosa, se forja cualquiera por frívolo que sea” (2020: 12), una idea muy interesante que puede explicar el vínculo emocional del individuo con el objeto de su adicción (droga, juego, apuestas, etc); y Montaigne cita a Lucano: “El espíritu se extravía en la ociosidad, engendrando mil ideas diferentes” (2020: 16).

De la vanidad es el texto más largo de esta edición de los ensayos de Montaigne. “Acaso no haya vanidad mayor que la de escribir vanamente” sentencia. Y en esto mismo se incluye: “deberían tener las leyes cierto poder coercitivo contra los escritores inútiles e ineptos, como existe contra los vagabundos y holgazanes. Se arrancaría así de las manos de nuestro pueblo a mí y a otros cien. Y no es broma lo que digo. La manía de escribir se ha convertido en el síntoma de un siglo desbordado” (2020: 181). Cualquiera diría que todo el mundo escribía en el siglo XVI… Tal vez solo se refiere a la gente de la clase social alta, como él. Y más tarde dice: “Los más débiles contribuyen con la torpeza, la vanidad y la ociosidad. Entre estos me cuento yo”. Es cierto que Montaigne consideraba a su siglo como corrupto y él mismo muestra que sus ensayos son autorreferenciales y nada más. Recordemos lo que dice al autor: “considera que yo mismo soy el contenido de mi libro, y que no merece la pena que emplees tu tiempo en un tema tan frívolo y tan vacío”.

Cubierta libro Ensayos de Michel de Montaigne . imagen en Blanco y Negro

Conclusiones después de leer estos 12 ensayos de Montaigne

  • Es cierto que son textos autorreflexivos, con cierta crítica moral sobre la época del autor, escritos desde su posición social privilegiada y que dialogan, durante esas reflexiones, con los autores clásicos que hicieron parte de su educación. Gracias al estudio de éstos Montaigne fue conocido como un experto conocedor del latín.
  • Sus ensayos no necesariamente mantienen un hilo conductor. Se permite variar de temas o irse por la tangente. Es libre reflexionando sobre lo que más le llama la atención sin las contingencias y limitaciones argumentales con las que se conoce al ensayo hoy en día.
  • Montaigne, el padre del ensayo, no pretendía sistematizar los temas ni hacer un corpus filosófico; por el contrario, su obra reluce por su estilo fragmentado.
  • Es cierto que no se declara filósofo ni experto en nada. Su frase famosa “Qué sé yo” (Que sais-je) es el síntoma más compacto del escepticismo por el cual se le conoce.
  • Aunque sus ensayos son autorreferenciales, aunque tienen mucho de «mirarse al ombligo», también es cierto que hay una crítica a él mismo, tal vez un intento de quitarle músculo al ego, y en ese sentido sus ensayos buscan cierta trascendentalidad.

Títulos incluidos en esta edición de los Ensayos de Montaigne

  • Del autor al lector
  • Cómo el alma descarga sus pasiones sobre los falsos objetos cuando le faltan los verdaderos
  • De la ociosidad
  • Del miedo
  • Que filosofar es prepararse para morir
  • De la educación de los hijos
  • De la desigualdad que existe entre nosotros
  • De la conciencia
  • De los libros
  • De la virtud
  • Del arte de conversar
  • De la vanidad

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