La investigación completa de Antonio Escohotado sobre las drogas está publicada en su extensa obre de 1983 «Historia general de las drogas». Es con siderado el libro más completo y detallado sobre este tema y al que solo le falta dar detalles sobre los nuevos rumbos del uso de las drogas en el siglo XXI. La Historia elemental de las drogas, por su parte, es un “resumen drástico” de tal investigación, en palabras del propio Escohotado. Según él, este resumen trata de adaptarse a las prisas de esta época, es decir, al “lector sin tiempo”. Bien. Creo que acierta porque el tema es tan interesante que provoca saber más, invita a buscar aquella historia general para tener más información y detalles. Este libro cumple con explicar las condiciones sociales, económicas e ideológicas que explican el uso libre, el uso condicionado y la prohibición de las drogas en la historia de la humanidad.
- Esta reseña y comentarios están hechos con base en la lectura de esta edición:
- Escohotado, Antonio. Historia elemental de las drogas. Anagrama. Barcelona. 2000
- La primera edición es del año 1996
Pero el libro también cumple con algo tal vez más importante, no sé si involuntariamente, y en lo que influye una lectura atenta: que el lector se pregunte cuál es su posición frente a las drogas y si debería probar, y por qué, algunas de las más conocidas como la marihuana, la cocaína, el opio o el LSD. Hay una alta probabilidad de que los lectores de este libro ciertamente hayan usado alguna droga en su vida. Por un lado, es su público objetivo, por otro, es una de las síntesis que arroja el trabajo de Escohotado: la humanidad ha estado consumiendo drogas por diestra y siniestra a lo largo de la Historia. Es algo más común de lo que las prohibiciones actuales invitan a creer, prohibiciones que solo han fertilizado el crecimiento del mercado negro y problemas de salud debido a la adulteración del producto, entre otras cosas. Efectos calcados a lo ocurrido con la Ley Seca en Estados Unidos (1920 – 1933).
Las drogas hacen parte de esa cosa que ha estado haciendo el ser humano desde siempre y que es “probar el mundo”. Y en esa prueba hay un camino de alimentación y otro de ebriedad, uno de curación y otro de envenenamiento, todos paralelos. Hay una co-evolución entre el mundo botánico y el reino animal que es innegable, como bien afirma el autor, y en esto, diversas sustancias han jugado un papel importante como ingredientes base en la magia, la religión y la medicina. Pero también en la recreación, el arte, las ciencias, la iluminación, el adiestramiento, la guerra (por ejemplo las guerras del opio), la alienación y otras facetas a veces complementarias, a veces contradictorias. Escohotado recuerda al pionero libro Las puertas de la percepción y por qué Aldous Huxley defendió incluir el uso de drogas visionarias en la educación pública, debido al poder transformador que tienen sobre la conciencia. ¿Por qué, entonces, el establecimiento ha impuesto la prohibición de las drogas?
Me gusta que el libro abra con esta idea: la definición de droga – psicoactiva o no – es aquella que ya tenían Hipócrates y Galeano: una sustancia que en vez de “ser vencida por el cuerpo” y asimilada como nutrición, es capaz de “vencer al cuerpo” provocando diversos cambios anímicos y/o físicos orgánicos. También me ha gustado que una de las conclusiones principales sobre las drogas en la historia reciente haga eco de algo dicho por Octavio Paz en su libro “Corriente Alterna” de 1967: que en el siglo XX las autoridades no se comportan hacia las drogas como si quisieran erradicar un vicio dañino, sino como quien trata de erradicar una disidencia (2000: 157).
Ciertamente, Escohotado argumenta que la lucha contra “ciertas” drogas es una lucha contra la disidencia moral, ideológica y de pensamiento. Una guerra cultural, una lucha de adiestramiento de raíz cristiana. Recuerda aquel “no probarás del fruto del árbol del conocimiento, del bien y del mal”. Es una lucha contra la libertad de exploración psíquica a través de métodos exógenos.
Abierto comulgante del liberalismo, Antonio Escohotado da a entender que la lucha contra la adormidera, contra el cáñamo y contra las drogas visionarias tiene su raíz en una ideología de corte cristiano, muy ortodoxo y puritano, que niega al hombre la libertad de explorar su mundo intelectual-espiritual, incluso su libertad de hacerse daño. Por ejemplo, explica cómo desde el ascenso del cristianismo en Occidente las drogas perdieron el estatus de imparcialidad que habían tenido en la antigua Grecia, y pasaron a ser sustancias que per se eran malas, es decir, teológicamente y moralmente malvadas. Bien es sabido de qué manera durante la conquista y colonia del continente americano el uso de plantas y preparaciones psicoactivas fue demonizado por la gran mayoría de las autoridades europeas. Antes había ocurrido igual con los ritos tradicionales de Europa y la cuenca mediterránea.
También cabe mencionar que prohibir las drogas es defender el trono de la razón. ¿Pero defenderla de qué? de la locura. El éxtasis de las drogas, sus mundos de ensueño y placer, y su posible demencia, son elementos contrarios al principio rector de la razón en la modernidad. Irónicamente, es en nuestra sociedad occidental donde el efecto negativo de las drogas nos ha caído encima y más aplastantemente, también donde las enfermedades mentales como la depresión y el síndrome del agotamiento causan más estragos.
En el siglo XX Estados Unidos ha estado a la vanguardia de la prohibición. Escohotado revela cómo desde inicios del siglo se va aplicando un control paulatino sobre las drogas. Se impone un discurso que entiende a los euforizantes como “agentes” que despiertan apetitos antinaturales. Poco a poco la autoridad médica es reducida y prohibida, eximiéndola del control de las drogas. No obstante, frente a lo artesanal del opio, la marihuana, y preparaciones a base de psilocibina, mescalina, entre otros, hay una naciente industria farmacológica que introduce las anfetaminas, barbitúricos y otros medicamentos. Una doble moral institucional respecto a los fármacos nace y se afirma. Por otro lado, el creciente tráfico ilegal ha beneficiado no solo a los narcos, sino a complejos entramados en los que participan miembros de las instituciones públicas, la policía y grandes empresas. Comenta el autor que actores como el legendario Pablo Escobar son más bien pequeñas piezas en un tablero enorme difícil de identificar.
Acudiendo a otra perspectiva, en el libro hay pocas menciones a los estados alterados de conciencia producidos endógenamente, los cuales exigen más esfuerzo y dedicación que el “camino corto” que supone la asimilación directa de una sustancia. Por ejemplo, actualmente se sabe más acerca de la producción de endocanabinoles en la práctica deportiva. En unos años se tendrá que complementar la obra de Escohotado. Incluso con sus propios apuntes post mortem. Ha afirmado este filósofo que al final de su vida publicará su diario de consumo y dosificación de drogas consumidas con un fin formativo.
Al revisar el capítulo de islamismo y ebriedad, Escohotado es en parte muy literal… parece que ha perdido de vista la metáfora de la ebriedad espiritual que se basa en entender el corazón como una copa. Una copa que se llena de vino divino, no necesariamente del vino de uva 😉 Al citar a Omar Khayam su lectura del vino parece muy literal. La embriaguez en el sufismo, el budismo o el Jainismo desborda la definición de las drogas.
Una de las frases finales en el libro recuerda que “el genio de los griegos bautizó las drogas con un término (pharmakon) que significa a la vez remedio y veneno, pues dependiendo de conocimiento, ocasión e individuo lo uno se transforma en lo otro” (2000: 204). Exactamente eso es algo a lo que ha invitado el autor en diversas ocasiones: no a legalizar las drogas sino a derogar la prohibición y permitir que su consumo sea reglado por el individuo. Un capítulo nuevo sobre la venta y consumo legal de microdosis y hongos mágicos en países como Canadá tendría que ser añadido en una continuación de esta obra.
Esta historia elemental de las drogas, y la historia general, permite ver cómo al profundizar mucho sobre un tema, sobre un vértice, éste se ensancha tanto que desde ahí permite comprender muchas otras características de la sociedad y del ser humano. Este es uno de los logros de la investigación de Antonio Escohotado sobre las drogas: que desborda el propio tema de las drogas, porque al desvelar sus cercanas relaciones con la política, la economía, la religión, etc., aporta valor a un conocimiento más antropológico y holístico.