Abandono, violencia y abuso autoritario, los elementos de una microsociedad de perros

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Mario Vargas Llosa, nacido en 1936, es un escritor peruano cuya actual popularidad a nivel nacional e internacional se ve justificada por su amplio catálogo literario, que a lo largo de su carrera ha captado el interés de su público lector. Precisamente, uno de esos títulos, “La ciudad y los Perros” publicado en el año 1963, trascendió notablemente en el mundo de la literatura debido a la esencia cruda y sin censura que evidencia su contenido, al grado de contribuir significativamente para consagrarse como ganador del máximo estandarte para cualquier literato, “el Premio Nobel de Literatura” en 2010. Como ocurre en cualquier obra literaria, el novelista busca transmitir algún mensaje concreto, que pueda calar en la mente de los lectores a fin de promover la reflexión y el cuestionamiento en estos últimos, con relación a diferentes temáticas.

Específicamente en “La Ciudad y los Perros”, Vargas Llosa busca evidenciar el abuso de poder identificable en instituciones estatales, así como la impunidad frente a actos recurrentes de maltrato entre individuos ocurridos en sus interiores y exteriores. Esta motivación nace de la experiencia vivida por el propio escritor en su etapa juvenil cuando asistía al colegio militar Leoncio Prado (principal punto de desarrollo), por lo que muchas de las acciones detestables de la novela, no son más que una representación parcial de hechos que sí ocurrieron y a los que el autor expresa inconformidad y rechazo. Lo ya escrito permite reflexionar al lector, respecto al abandono institucional, el trato violento y denigrante, así como el abuso de poder impuesto en los centros de formación, específicamente los de carácter militar. Nada más al iniciar la obra, el autor presenta un contexto tétrico que expone la desatención de las autoridades del colegio militar con relación a las condiciones en las que se forma su alumnado:

Cava sintió frío. Los baños estaban al fondo de las cuadras, separados de ellas por una delgada puerta de madera, y no tenían ventanas. En años anteriores, el invierno sólo llegaba al dormitorio de los cadetes, colándose por los vidrios rotos y las rendijas; pero este año era agresivo y casi ningún rincón del colegio se libraba del viento, que, en las noches, conseguía penetrar hasta en los baños, disipar la hediondez acumulada durante el día y destruir su atmósfera tibia. Pero Cava había nacido y vivido en la sierra, estaba acostumbrado al invierno: era el miedo lo que erizaba su piel (Vargas, 1963, p.3).

En efecto, la decadente infraestructura de muchas instalaciones pertenecientes a las múltiples instituciones del país revela un evidente caso de abandono por parte de los principales dirigentes y organismos que constituyen el Estado. Tal situación es observable en centros de aprendizaje de toda índole, incluyendo a los de carácter militar, los cuales carecen muchas veces de los instrumentos y espacios de mínima calidad requeridos para el progreso de sus cadetes. Bajo tales condiciones es impensable otro escenario para los mismos, que no sea la resignación a ser instruidos en edificaciones precarias, en donde además el desorden y violencia los mantienen. Es imperativo, entonces, la toma de medidas necesarias para mejorar la situación paupérrima que ha provocado este régimen político soberano a fin de que la precariedad deje de poner en riesgo la formación y entrenamiento de miles de jóvenes, que se encuentran en constante alerta y pavor.

La narración en la novela continúa, identificando elementos que denotan la indiferencia de parte de este ente institucional, hasta detenerse en otra temática, cuyo grado de crudeza puede describirse como algo crítico y repudiable, donde la deshumanización logra encontrar una personificación desarraigada a su esencia:

Para empezar, cante cien veces «soy un perro», con ritmo de corrido mexicano. No pudo. Estaba maravillado y tenía los ojos fuera de las órbitas. Le ardía la garganta. El pie presionó ligeramente su estómago. – No quiere – dijo la voz- El perro no quiere cantar. Y entonces los rostros abrieron las bocas y escupieron sobre él, no una, sino muchas veces, hasta que tuvo que cerrar los ojos (Vargas, 1963, p.20).

Indudablemente, el uso de la violencia es un detestable recurso al cual acuden aquellos quienes buscan respeto infundado e imponer terror sobre los demás en un contexto en el que impera la ley del más fuerte; es decir, aquella en la que el débil debe someterse a alguien quien aparentemente lo supera. Es entonces una realidad en la cual uno debe adaptarse rápidamente a fin de no ser visto como una presa. Desafortunadamente, esto conduce eventualmente a que el abusado tolere estas acciones al punto de replicarlas más adelante con el objetivo de escalar en un infame orden jerárquico. Con base en lo ya establecido, es fundamental que todos los ciudadanos y sus autoridades representativas, sea cual sea el ámbito, estén pendientes de cualquier señal de enfrentamiento o tensión entre individuos de diferentes grupos etarios, a fin de prevenir escenarios trágicos en los que la salud e integridad se vean directamente afectadas.

La severidad con la cual se expone la violencia en esta publicación, se intensifica al punto de abarcar no solo los interiores del colegio militar sino también sus exteriores, es decir, logra expandirse al contexto familiar de los cadetes:

Desde allí vio, en un lento remolino, a su madre que saltaba de la cama y vio a su padre detenerla a medio camino y empujarla fácilmente hasta el lecho, y luego lo vio dar media vuelta y venir hacia él, vociferando, y se sintió en el aire, y de pronto estaba en su cuarto, a oscuras, y el hombre cuyo cuerpo resaltaba en la negrura le volvió a pegar en la cara, y todavía alcanzó a ver que el hombre se interponía entre él y su madre que cruzaba la puerta, la cogía de un brazo y la arrastraba como si fuera de trapo y luego la puerta se cerró y él se hundió en una vertiginosa pesadilla (Vargas, 1963, p.p. 31-32).

Ciertamente, la violencia familiar es una problemática frecuente en muchos lugares de Latinoamérica, en donde la educación no ha sido ni sigue siendo la óptima, dando así origen a individuos con una concepción alterada de su rol en el seno familiar. A menudo este escenario se observa en el padre de familia, quien cree erróneamente tener todo el derecho de hacerse valer frente a sus relativos por medio de la fuerza, el castigo físico y el daño psicológico. Ahora bien, puesto que el maltrato es una consecuencia directa de una deplorable educación, ¿no sería prudente la pronta intervención en la enseñanza temprana de los más jóvenes con el propósito de impedir más episodios de machismo y violencia familiar que atenten contra la psiquis y el desarrollo de las próximas generaciones?

En las últimas páginas de la novela, las temáticas de abandono institucional y trato violento se complementan con un tercer tópico, el abuso de poder, representado por una tensa discusión entre autoridades cuyo intercambio de diálogos evidencia lo contaminado que se encuentra el sistema de gobernanza:

El cadete Fernández ha venido a decirme nada menos que las tres secciones se han estado riendo en mi cara todo el tiempo, que me han tomado el pelo a su gusto. -Se han hecho hombres, Gamboa – dijo el Capitán-. Entraron aquí adolescentes, afeminados. Y ahora, mírelos […] -Parece usted uno de esos curas fanáticos -le dijo, levantando la voz-. ¿Quiere arruinar su carrera? -Un militar no arruina su carrera cumpliendo con su deber, mi capitán. […] Haga lo que quiera. Pero le aseguro que saldrá mal parado. Y, naturalmente, no cuente con mi apoyo para nada (Vargas, 1963, p.116-117).

Se puede afirmar que la actitud negligente por parte de los oficiales con relación a mantener el respeto y jurar obediencia frente a los reglamentos y normativas institucionales, es un escenario recurrente. Se trata de una situación en la que a pesar de presentarse situaciones de conflicto y/o desorden, la mayoría de las oficiales a cargo prefieren apartar la mirada con el fin de evitar cualquier represalia que pueda perjudicar sus aparentes perfiles intachables. En un contexto en donde los problemas de cualquier índole son habituales, ¿es acaso razonable que una autoridad establezca como prioridad mantener firme su cargo e imagen por sobre el cumplimiento de la ley y el orden social?

Tras darse la revisión e interpretación de cuatro fragmentos de la obra, es natural cuestionarse por el proceso que dio surgimiento a tan magnífico título, el paralelismo que hace con la realidad, así como el mensaje que busca trasladar por medio de esa equivalencia. En base a lo primero, la publicación de un producto literario de cualquier índole, evidentemente, demanda un arduo esfuerzo y compromiso por parte del novelista, especialmente cuando la experiencia no predomina en quien tendrá que cumplir dicha tarea. Esto último se ve reflejado en la siguiente cita:

Mario Vargas Llosa terminó de escribir la ciudad y los perros en París, en 1961, después de 3 años intensos de escritura. El autor envió su manuscrito a diversas editoriales tanto españolas y latinoamericanas, a la cual todos rechazaron. Su amiga hispanista francés Claude Couffon, fue quien lo recomendó a la pequeña editorial Seix Barral, quien lograría eludir la censura del gobierno del dictador Francisco Franco (Casa de la Literatura Peruana, 2013)

Resulta llamativo que el autor haya tenido que atravesar por un prolongado proceso para finalmente dar a conocer su obra al público, aquello demuestra que ninguna puerta está asegurada para nadie, por lo cual hay que demostrar ímpetu y determinación para afrontar el reto hasta eventualmente dar con alguna que sí otorgue el ansiado acceso. Con relación a lo anterior, se puede colegir que, en muchas ocasiones son la comunicación, el trabajo conjunto y la actitud perseverante los pilares esenciales para superar cualquier obstáculo en la realización de nuestros proyectos, ya sea a nivel literario como los conocidos impedimentos político-regulatorios o a nivel cotidiano como la elaboración de tesis, la búsqueda de empleo en un mercado competitivo, entre otros.

El proceso de escritura de una novela no puede estar completo, sin la definición de su contenido. En esa línea, el autor, generalmente, se ve en la obligación de reducir la seriedad y/o crudeza que puede emanar su trabajo con el fin de que no genere tensión en el público o en otras entidades. Fue esto lo que vivió Vargas Llosa con las primeras versiones del tíyulo de su publicación, pero lejos de darle un giro completo a su temática, la continuó bajo cambios leves. Así lo demuestra la cita a continuación:

Antes que la editorial Seix Barral lance en octubre de 1963, la primera novela de Vargas Llosa había tenido ya dos nombres. El nombre que para el joven escritor peruano surgía espontáneamente era Los jefes, pero su primer trabajo no podría llamarse del mismo modo que su primer libro de cuentos. Es así que la llama Los impostores. Para Víctor García de la Concha, expresidente de la Real Academia Española, este título “podría haber inducido una interpretación como denuncia de la impostura de aquellos militares (Cabrera, 2013).

El hecho que Vargas Llosa tuviera, inicialmente, inconvenientes para adjudicar un nombre a la obra, demuestra que el proceso de selección de un título es riguroso y probablemente limitante al no poder expresar abiertamente un significado de doble sentido que pudiera ocasionar críticas negativas de los directivos de la RAE, la editorial o el propio público objetivo. Sin duda, es importante considerar todos los aspectos de la comunicación al crear y compartir manifestaciones literarias, puesto que la comunicación efectiva no solo depende su contenido como tal, sino también de cómo es que esta se presenta y se interpreta bajo su título, es decir, no es únicamente una cuestión estilística, ya que, si así fuese, se podrían colar contenidos con un potencial efecto contrario en la percepción del público lector, por ejemplo, el fatídico episodio del terrorismo en el Perú.

La absoluta expresión de los aspectos más reprobables de un contexto literario, el cual, muchas veces, se asemeja a la realidad, es lo que se conoce por paralelismo. El escrito en cuestión hace uso de este recurso a lo largo de su narrativa, lo cual, no hace sino demostrar la audacia y/u osadía del escritor en retratar lo más fiel posible un contexto de tintes oscuros a un público ansioso por conocer más acerca de este. La cita siguiente prueba este punto:

El impulso creativo que generó la obra. En sus millones de factores a nivel mundial tuvo su origen en un deseo de Mario Vargas Llosa por expresar algo. Su propósito es describir, con la máxima imparcialidad en un mundo cerrado sobre sí mismo que es a su vez espejo y proyección de una realidad (Silva, 2015).

Es alucinante la forma en la que el galardonado a Premio Nobel a través de su libro representa al máximo un mundo al que en algún punto tuvo contacto, y que, de cierto modo, merece ser mostrado al público lector, de tal manera que puedan comprender a profundidad la perspectiva y misión de su trabajo. De esta forma, «La ciudad y los perros» no es únicamente una novela, sino también una ventana a la mente del literato y a la sociedad que intenta retratar, cuyo objetivo es el de promover la reflexión crítica en los lectores sobre temas universales como la violencia, la corrupción y el poder.

Por último, es necesario reconocer la intención manifestante del autor con su resultado final, pues, además de describir un contexto como en la cita pasada también busca acompañarla de una declaración que denote su rechazo frente a la ola de violencia que azota a la sociedad contemporánea y que actúa como detonante para el despertar del espíritu manifestante del lector. La cita que se presenta a continuación aborda este aspecto:

La ciudad y Los perros, cuenta a través de la denuncia del machismo y la violencia de un colegio militar de lima una crítica a la sociedad peruana, lo cual narra la brutalidad encarecida ejercida en un grupo de jóvenes alumnos de un colegio militar en Lima, ante lo cual esta publicación expone las consecuencias de una educación castrense malentendida y denuncia también la corrupción de aquel mundo y su violencia siempre presente (Centro Cultural de España en El Salvador, 2020).

El que esta publicación destaque las principales barbaridades cometidas en un entorno militar de carácter conflictivo prueba el nivel de impunidad al que continuamente la sociedad, en especial, las generaciones limeñas más tempranas en formación, están sujetas. Así, la novela consigue extrapolar los escenarios más detestables de su narrativa a la realidad contemporánea, lo cual contribuye en la posterior deliberación de los problemas sociales que aquejan a la comunidad, y así con el tiempo, dar paso a la sucesión de cambios que transformen el comatoso sistema en todos los ámbitos.

En resumen, la obra actúa como espejo literario de un cúmulo de males que atentan contra la sociedad día tras día en materia de actos de violencia, atropello autoritario, impunidad, entre otros. Es, por lo tanto, un llamado a la reflexión para el público lector, cuyo deber es difundir el mensaje, de actuar con la finalidad de frenar estos incidentes y, naturalmente, de invitar al resto de la comunidad a sumergirse en la lectura de esta novela.

Reseña escrita por: Bryan Joel Alvarado Leandro, Natsumi Alexandra Arias Requena y Stephano Jesus Necochea Escate

Referencias:

Vargas Llosa, Mario. La ciudad y los perros. Biblioteca de Bolsillo. Formato digital: https://www.guao.org/biblioteca/la_ciudad_y_los_perros

Casa de la Literatura Peruana. (4 de diciembre de 2013). Diez datos curiosos sobre “La ciudad y los perros”. https://www.casadelaliteratura.gob.pe/diez-datos-curiosos-sobre-la-ciudad-y-los-perros/

Centro Cultural de España en El Salvador. (24 de mayo de 2020). “La ciudad y los perros”. https://www.ccesv.org/evento/lecturarecomendada-la-ciudad-y-los-perros/

Silva, J. (17 de junio de 2015). “La ciudad y los perros”: 5 claves para redescubrir la novela”. El Comercio. https://elcomercio.pe/luces/libros/ciudad-perros-5-claves-redescubrir-novela-372554-noticia/

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