Cuando empecé a leer Historias de Cronopios y Famas lo primero que hice fue tomar una decisión de lectura: lo leería sentado en el baño. Entonces mudé el libro, de la biblioteca a la tapa del sanitario. Tan magna obra de Julio Cortázar, entonces, llegó a ser parte de las revistas y otro tipo de textos que me acompañaron en esos ratos de soledad y necesidad. Es así como nace la reseña y crónica de lectura de este libro, uno de lo más conocidos después de su gran novela, Rayuela.
Era agosto de 2005 cuando llevé el libro al lavabo; empecé la lectura mientras “hacía del cuerpo”, como le decimos al acto purísimo de cagar aquí en mi región. Al poco tiempo comprobé dos cosas: que todos los relatos eran entretenidísimos (especialmente las “instrucciones”) y que la lectura de un cuento de una o dos páginas era suficiente para una cagada, es decir, leer un relato coincidía, en tiempo, con la duración de una evacuación. Más o menos dos minutos, o tres. Espero no ofender a ningún admirador de Cortázar con estas confesiones cropológicas.
Llegue a descubrir una tercera experiencia: leer mientras se hace popó es de lo mejor. Uno aprende mientras desecha. Consume mientras bota. Es un estado de concentración poco explorado. Es por ello que leer durante ese tiempo tan especial es una experiencia de lectura interesante en sí misma.
Mensaje desde el futuro: actualmente, lo más común es ver el celular o móvil cuando te sientas en el inodoro. En vez de leer, la gente ve instagram o las noticias. Esto es un gran retroceso para el consumo de la literatura.
De hecho, ese tiempo es muy particular. Comúnmente es el tiempo exclusivo para la mierda, pero no necesariamente es un tiempo “para tirar a la mierda”, aunque también es muy provechoso pensar cualquier cosa, o simplemente disfrutar la cagada y pensar nada. A manera de conclusión preliminar, descubrir que podía leer así los textos de Cortazar fue satisfactorio. Estoy seguro que, de saberlo, Cortazar estaría orgulloso de mi lectura. Atención, esto no quiere decir que menosprecie la obra cortaziana, no. Lo admiro mucho, es un ejemplo de altísima fineza creativa.
Aseguro que sólo lo leí en el baño de mi casa; allí estuvo hasta que lo terminé. Después de leer las 141 páginas que trae el libro, calculé que había cagado alrededor de 70 veces, leyéndolo. Porque en cada sentada leía, más o menos, 2 paginas. No quiero decir que me demoré 70 días seguidos leyendo el libro. Pensemos que a veces uno caga más de una vez al día, y no siempre en el trono de casa.
A veces el cuerpo desecha pasando un día, dos veces al día, o durante, qué se yo, 13 días uno hace todos los días, y al siguiente día no hace, etc. Por ejemplo, el otro día, dejé de cagar dos días, de tal manera que al tercer día me sentí preocupado. Ni siquiera tuve urgencia en sentarme en el inodoro, sino que la duda me llevó a pensar que ya era hora. Y así fue; cuando me senté todo salió naturalmente. Estuve leyendo en esa ocasión no el libro citado, sino una revista cualquiera. Alcancé a leer como tres páginas de la revista; calculo que empleé entonces más o menos cinco o seis minutos. Cuando me levanté para dejar ordenada la revista y limpiarme, me di cuenta que había producido tanta mierda que pasó lo insospechado: la montañita de desperdicios sobresalió del nivel del agua.
Retomando lo dicho más arriba, afirmo que durante días distintos, no consecutivos, fueron más o menos 70 las veces que leí Historias de Cronopios y Famas en el baño de mi casa. Recuerdo uno de los relatos que lleva como título Pérdida y Recuperación del Pelo. Para mí, resume mucho de lo intento comunicar con esta crónica de lectura. Empieza así “Para luchar contra el Pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles…” Es claro que esa frase me alentó (en un principio fue un leitmotiv inconsciente) a narrar y compartir este episodio de mi vida íntima.
Me gustó especialmente la última parte del libro, que se refiere a la historia de Cronopios, Famas y Esperanzas. En estos seres pude ver reflejados con maestría diferentes arquetipos de personas, personalidades y espíritus humanos. Recuerdo así algunos de los textos, por ejemplo, los que llevan por título La Foto Salió Movida y Pañuelos. Visiblemente estas historias contienen subtextos, como dicen los cineastas, que remiten a observaciones políticas, sociológicas y culturales.
Pero ese aspecto no fue el que más me llamó la atención, y tampoco fue la conclusión más valiosa que obtuve de la lectura, fue otra, una más sorprendente. Después de meditar nada, vino a mi mente que estas historias habían llegado al baño, su lugar definitivo, a compartir el espacio con otros libros muy parecidos, en especial unos libros de Condorito. Entre unos y otros, hay más que semejanza, guardando las distancias literarias y sin querer ofender la pluma del gran escritor argentino. Para ello recomiendo observar el “plop” de la historia titulada Terapias, es excelente (ya me imagino a Condorito representando la escena). Finalmente, destaco e invito a disfrutar y observar la libertad con la que el escritor dio forma a estas historietas, a estos cronopios y famas, relatos tan suyos y ahora nuestros, a estas inútiles fábulas sin moraleja y de tan brillante atractivo.